Capítulo 10. Sudnar teroa reba

96 19 63
                                    


—Todavía estamos a tiempo de encontrarla —indicó Borina llena de confianza batiendo sus pestañas sobre sus ojos marrones. La mujer tenía un aspecto corriente en todos los sentidos, dos ojos ligeramente separados, unos dientes simples y algo estropeados y una nariz de tamaño medio apuntada hacia arriba. No podía decirse que fuera bella pero tampoco que fuese fea y lo estatura se encontraba también en la media. No destacaba absolutamente en nada e incluso su largo cabello negro carecía de brillo.

—Sí, pero tenemos que ir con cuidado porque Valia todavía no es como nosotros, no podemos contar con ella para defendernos bien, no te ofendas, Valia— comentó Terro inclinándose ligeramente para dirigirse a ella. El único varón de este equipo de búsqueda era un muchacho moreno ciertamente alto y espigado, con una cicatriz en el rostro en forma de flecha. Era difícil no recordar su aspecto, llamaba la atención allí por donde pasaba.

—¡Prometo ayudar! —exclamó Valia con decisión. Andaba con paso más ligero desde que su túnica se había rasgado tras las continuas caídas en el bosque el día que conoció a Olin. Ya no le llegaba por los tobillos, sino que los bordes irregulares aterrizaban medio palmo por debajo de sus rodillas, lo que le había ayudado escapar de peligros como las fieras de la pradera.

—Ya estamos fuera del bosque, deberíamos ir hacia el este, lo más probable es que si ha desaparecido Klaudia esté en Sirla —explicó Borina con un mapa imperfectamente dibujado en la mano.

—¿A Sirla? —preguntó Valia—, ¿A cuánto está Sirla de aquí?—Valia apenas había oído hablar de aquella ciudad varias veces en su vida, aunque sabía que la ciudad era más importante que Mahfa.

—Sí, Sirla está a unos dos días de camino de aquí parando para dormir y descansar alguna vez— afirmó Borina con total conocimiento.

—Para llegar allí creo que debemos cruzar la pradera de Fighen, bordear la Montaña Azul y seguir la senda del río que nace de la montaña— añadió Terro echando un vistazo rápido al mapa.

—Parece que está bastante lejos, ¿creéis que Klaudia ya estará allí?— volvió a preguntar Valia, siempre curiosa y llena de inquietudes.

—Es probable que haya llegado si la han llevado a caballo, a pie no— espetó Borina sin demasiadas ganas de hacer hipótesis e intentando dar por zanjada la conversación.

Los tres muchachos caminaron durante varias horas y consiguieron dejar atrás el bosque, comenzando a divisar un terreno más plano y lleno de arbustos de baja estatura blanquecinos. El aspecto era bastante similar a la pradera de Mulhien a pesar de que esta planicie contaba con una extensión mayor.

—Ahí empieza a haber cuestas, este viaje va a ser agotador —indicó Valia notando cierto cansancio al pasar por un tramo ascendente.

—Eso es que vamos en la dirección correcta —replicó Borina posando la mano en su cadera a la vez que movía las piernas rítmicamente.

—¿Tú nunca te cansas, Borina? —inquirió Valia. Aquella mujer parecía llena de vitalidad, con ese carácter fuerte y sin apenas quejarse. Quizás la edad le había dado una mayor experiencia como para no perder el tiempo con semejantes memeces, ya que ella era lo suficientemente madura como para centrarse en lo importante, encontrar a Klaudia.

—Buscar a Klaudia no me cansa. No seas vaga, yo pienso gastar hasta el último aliento para traerla de vuelta —sentenció Borina chasqueando la lengua al finalizar su diálogo.

Unos cientos de pasos más adelante los tres acordaron realizar su primera parada. Debía de ser la hora de almorzar aproximadamente, ya que los tres notaban un vacío en su estómago.

Susurradores del Bosque #GoldenWingsAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora