— ¡Quemadla viva!, ¡No debe dejar rastro! —ordenó el capitán general. Dorio era un hombre de ideas claras y de ideales puros. Detestaba a aquellos seres por encima de todas las cosas y le satisfacía deshacerse de ellos en cuanto tenía la oportunidad.
La joven no se había manifestado a pesar de los grandes dolores a los que había sido sometida. Ni la continua tortura ni la falta de alimento habían cambiado su decisión de no hablar. Ahora debía calcinarse bajo las llamas para que estas purificaran su alma.
— ¡No!—chilló la mujer con un grito lastimero. Sabía que sus últimos minutos iban a ser una agonía. Moriría devorada por el fuego en medio de la plaza de la capital de Amagonia, Sirla. Este trágico final era un modo de advertir a todo aquel que ocultase a aquellas criaturas y no las delatase.
La pira comenzó a arder y el fuego pronto aumentó su tamaño. Devoró vorazmente la madera y en apenas unos minutos había alcanzado la estaca central. Esta servía de sujeción de la mujer, quien encadenada comenzaba a sentir un dolor inmenso, insoportable.
Los soldados del Consejo miraban cruelmente aquel espectáculo, parecían no tener alma, o no sentían remordimientos ante el hecho de provocar sufrimiento. Los tonos rojizos aumentaron su volumen y pronto se unieron al color plateado del humo, dotando de nuevos colores a aquella hoguera.
—Una escoria menos —afirmó Dorio con una sonrisa en la boca. Se giró y miró a sus soldados con una gran sonrisa en la boca. Después arqueó las cejas ante la satisfacción que sentía por una tarea bien hecha.
Los gritos aún eran perceptibles y un olor a carne quemada comenzaba a envolver sutilmente el aire. Aquella mujer no era la primera ni sería la última en acabar de aquella forma. Muchas habían sido exterminadas entre dolores terribles anteriormente y la situación seguramente no mejoraría en el futuro. Debían ser perseguidas, eran una amenaza.
Apenas había hombres con esta condición, pero aquellos que la presentaban tampoco tenían un destino mejor. Tras ser descubiertos eran acechados sin descanso y muchas veces la huida era imposible.
Dos horas después la madera había sido pasto de las llamas por completo. Había cenizas oscuras, cenizas que lloraban y que flotaban en el aire sin trayectoria fija. Apenas quedaban unos ciudadanos en la plaza después de que el espectáculo hubiera finalizado. Era un día otoñal en Sirla, uno como cualquier otro.
ESTÁS LEYENDO
Susurradores del Bosque #GoldenWingsAwards
FantasyLa vida de Valia corre peligro. Es una susurradora y como tal debe ser perseguida y eliminada por El Consejo. Kans y Darla, los padres de la muchacha de 16 años, le piden que huya al bosque; el mismo del que se oyen extrañas historias y en el qu...