Capítulo 8. El regreso

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—Agárrate a mí, primero tenemos que acercarnos al contorno del bosque. Ven, vamos— ordenó Klaudia enlazando su brazo con el de Valia y tomando la iniciativa en todo momento. Valia y Klaudia caminaban a ritmo rápido.

Desde una perspectiva aérea las dos jóvenes parecían realmente pequeñas al lado de aquellos árboles con grandes troncos. Buscaban ir a un lugar concreto porque así lo había decidido Klaudia y porque esta quería dar con la entrada más cercana La Aldea.

—Fíjate en lo que hay en el suelo, ¿puedes verlo? —preguntó Klaudia señalando a unas plantas bajas de hojas revueltas situadas junto a un árbol.

—Sí, hay varias plantas pero eso no es gran cosa—indicó Valia mirando sin prestar gran atención.

—Fíjate más... mira las cornicabras —ordenó señalando al suelo.

—¿Cornicabras? ¡Es cierto! —exclamó Valia emocionada— No hay en todos los árboles, solo al lado de algunos, pero hay algo que no entiendo —continuó diciendo— Si eso marca el camino, ¿Cómo podéis saber el camino cuando oscurece?

—Es fácil, fíjate en lo que hay al lado de las cornicabras y si no lo ves ahora te digo lo que son. Esa cosita blanca que hay ahí es un zafial, pero solo se ilumina cuando no hay luz suficiente. Ambas cosas, las cornicabras y los zafiales nos sirven de guía.

—Ya lo veo —confirmó Valia asintiendo con la cabeza.

Las únicas plantas que tenían frutos rojos eran aquellas misteriosas cornicabras, ya que se salían totalmente de sus rasgos característicos habituales. Solo en tierras cercanas a Bilksof y Mulhien crecía esta variante de tallo fino y corta estatura, en otros lugares se asemejaban más a árboles.

—Ahora que ya sabes cómo podemos ir, ¿por qué no nos indicas el camino, tú Valia? —La oferta de Klaudia era difícil de rechazar.

Valia comenzó a buscar los rojizos tonos de los frutos, descubriendo que la trayectoria del camino serpenteaba entre los árboles; el camino no era en línea recta. Apenas necesitó unos minutos para determinar por dónde ir y pronto llegaron a La Aldea. Todas aquellas coníferas innecesarias para llegar a su destino comenzaban a desaparecer ante sus ojos. Parte de ese bosque era ilusorio, un espejismo.

—Por fin —suspiró Valia tras dejar atrás la gran muralla vegetal—.Ya hemos llegado.

—Creo que lo peor está por llegar —indicó Klaudia señalando hacia la casa de Marla.

—No te preocupes, Klaudia. Asumiré toda la responsabilidad. Después de todo ha sido mi culpa, tú solo me has seguido —afirmó Valia mirándola directamente a los ojos.

—Yo, no sé qué decir, no quiero decepcionar a Marla. Deseo que no se enfade y que no sea muy dura con nosotras —De esta forma Klaudia se exculpaba a pesar de que sentía remordimientos por haber abandonado el bosque sin avisar. Podrían haber sido capturadas por haber actuado sin pensar, y más siendo probable que La Orden estuviera buscando a Valia.

—¿Estará en la cabaña o en algún otro rincón de La Aldea? —consultó Valia a Klaudia. Aquel lugar contaba con tantos rincones que podía estar en cualquiera de ellos.

—Yo creo que sí, que en la cabaña —afirmó Klaudia—. Primero deberíamos mirar allí, por si acaso.

Las dos muchachas se dirigieron al lugar que había sido su hogar últimamente; para Valia lo había sido solo unos días, en cambio Klaudia ya llevaba tres años y medio allí.

Susurradores del Bosque #GoldenWingsAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora