Rabia

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Es la mañana siguiente. Ángela se despierta, pero ve que su armadura.... no está. Evidentemente no podía ir en una simple túnica de tirantes. Salió de su barracón y vió que no había nadie.
Está desesperada, no sabe que hacer.
Ya llegaba tarde, hasta que oye que alguien se acerca.
—¿Ángela?
—¡P-Panos!
—Encontré tu armadura. ¿Ya sabes quién ha sido no?
—Aetos o Leonidas. Me quieren echar un pulsito... Y me estoy hartando.
—Cuida esos nervios. Es primordial. Bueno, cámbiate. Voy a decirle a Giles lo sucedido, lo entenderá.
—Gracias....
Panos se dirige a Giles. Leonidas lo observaba desde lejos.
—Giles
—¿Y Ángela?
—Verás es que... Alguien le escondió su armadura...
—Leonidas....
—O Aetos.
—¿La recuperó?
—Si. Se la llevé. Ya viene por ahí.
—¡Giles! Quiero decir... General...
Perdón por la tardanza.
—Jajaja, no te preocupes, me puedes llamar Giles. Y tranquila, Panos me contó lo que sucedió. ¿Te acuerdas de lo que hablamos ayer, verdad?
—Si...
—Eso es.
A continuación, Giles habla en voz alta para todos. Unos con otros tenían que batirse. Leonidas, da el primer paso.
—Mi señor
—¿Si?
—Yo quiero ser el primero en enfrentarme.
—¿Con quién?
—Yo.
Todos desvían la mirada.
—¿Ángela?
—Si.
—Jajajaja. Te arrepentirás después de esto. Soy un caballero, antes, hagamos el signo de paz.
Leonidas le da la mano. Pero ella solo le mira fijamente y se va al frente poniendo su espada hacia su cuello.
Todos los soldados se quedan sorprendidos. El que más, Giles, asombrado por la actitud de Ángela.
—¿No querías ser el primero? Aquí tienes una oponente. Venga, demuestra el león que llevas dentro, púes yo voy a luchar con fuego, no me voy a relajar.
—Pues me parece que voy a relajarte yo. ¡Mándandote al otro mundo! ¡YIAHHHH!
—¡¡Jaaaaah!!

-Golpes de espadas constantemente-

Parece que Leonidas no tenía opción a ganar. Estaba totalmente derrotado.
Ángela estaba al mismo nivel que Giles. ¿Como era eso posible?

—Que demonios... Aaarg
Aparece Aetos indigando.
—¡Levánte!
*Le susurra al oído*
—No puedes permitirte perder
—Un momento mi señor, aún quiero seguir combatiendo.
—Caíste al suelo. En la próxima asegúrate de no hacerlo. Ángela, muy buena táctica en combate, enhorabuena.
—Gracias, mi señor.
Aetos se retuerce de rabia por dentro, ni pensar como estará su mujer.

Se hace de tarde, Ángela decide ir a las termas.
—Por fin.... Mis músculos... Ahh
Y en unos instantes se da cuenta que no está su armadura, otra vez.
—Otra vez.... No...
—¿Me echabas de menos?
—¡Leonidas! ¡Ni se te ocurra! ¡Vete!
—Jejeje. ¿Buscas tu armadura?
—Eres repugnante...
—Jejeje
—¡¡Desaparece de mi vista!!
Ángela intenta adentrarse más en el agua.. y huir de Leonidas, el cual, pues no tiene buenas intenciones... hasta que...Alguien le grita
—¡Leonidas!
—M-Mi señor...
—¡Vete de aquí! Ángela, aquí tienes la armadura. Leonidas tengo que hablar contigo.
—Gracias... Mi señor
—Señor Giles.... Está bien...
Leonidas sale de las termas y, sin espera, Giles le pega un puñetazo hasta tirarlo al suelo.
—¿Tu de que vas?
—(....)
—Simplemente por esto puedo expulsarte del ejército. Y menos mal que no has hecho lo que pensabas hacer. Aunque ya te digo que hubieras salido perdiendo.
—No iba a hacerle nada, solo era una simple broma.
—A mi no me engañas. De momento no te quiero ver por aquí en unos días. ¿Clarito, verdad?
—S-Si...
—Bien.
Ángela se pone la armadura, y justo en salir de las termas, se oyen pasos y a gente gritar.
—¡Giles! ¡¿Que está pasando?!
—...Los atenienses ¡Aetos! Da el grito de guerra. ¡¡Muévete!!
—¡Si, señor!
—(....)

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