Querida pequeña...

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Se acaricia el abdomen y le habla. Sus palabras hacían que pareciese que se sintiese feliz. Sin embargo, el futuro que le esperaba estaba lleno de oscuridad. Pero, quien sabe, iba a ser una mujer fuerte, como su madre.
—Se que...vas a ser fuerte. Una hija de guerreros. Tengo tantas ganas de ver tu precioso rostro...
—¿Ángela?
—Giles...le estaba hablando a nuestra hija
—Jajaja, seguro que le gusta que le acaricies.
—Ya está más crecidita...de  unos 5 meses. Quiero ver su carita...darle el pecho, tenerla sobre mi...y...que nadie me la arrebate...n-nadie...
—Nada de eso pasará, no lo permitiremos.
—¿Quieres acariciarla?
—Será un honor acariciar a mi hija.
Ángela se sube la túnica y Giles pone sus manos sobre su abdomen, nota como los movimientos de su hija se aceleran.
—Vaya...
—¿Los notas? Se alegra sentir a su padre.
—Y yo me alegro sentir a ella.
—Jeje
—Se... Que no es el mejor momento, pero quería hablar contigo sobre...
—Ya, ya lo sé. Se que no debo luchar, y te haré caso.
—Creo que se alinearon los astros.
—Tu humor sarcástico siempre me dejará sorprendida amor.
—Creo que...esta noche nos la vamos a tomar en serio...
—Oh...
—¿Te importa que te acaricie?
—Nunca me importará... Cada minuto que paso contigo es único.
Ella se acuesta sobre la cama. Y el, la mira fijamente, sonriendo apasionadamente.
—Acaríciame, por favor.
—Tus deseos son órdenes para mi.
Le acaricia el cabello, el rostro y prosigue...le roza los labios, le va acariciando sus esbeltas piernas...besa su abdomen...su cuello...sus pechos...
Ella pone las manos sobre su espalda y suspira mirando hacia arriba.
Que la noche, pase lentamente...los momentos de amor y pasión son necesarios en circunstancias oscuras y pánicas, en los gritos de la guerra, en los susurros de la muerte, cuando el futuro que está por venir, sabes que no será del todo benévolo. Pero...¿Quién sabe?
Amanece. Los dos están abrazados, Giles está detrás de Ángela, sus brazos están encima de su cintura, y, al contrario, los brazos de ella están estirados sobre el lecho. Había pasado una noche llena de amor, de sentir libertad...cuantos momentos iban a tener así...
Giles le besa en la mejilla, acariciando su sedoso cabello.
—Buenos días...
—Me alegro de que esta vez no te hayas ido a media noche...
—De eso hace mucho, ya nunca lo he vuelto a hacer.
—Ahhh.. *Suspira* ojalá noches como esta pasaran más lentamente.
—Sin duda, pero sabes que no será la única.
—Espero, pero no sabes si mañana seguiremos vivos o no.
—Por ahora, hay que estar tranquilos...
—(.....)
—Ángela...¿Estás bien?
Se levanta rápidamente de la cama, cada vez que los efectos del embarazo se manifiestan...le recuerdan que su hija siempre estará con ella.
—No ha sido nada...tenía falsas náuseas...
—Quédate tumbada...será mejor
—No... estoy agobiada...necesito respirar aire fresco...
—Como veas amor mío, yo debo de ir al campamento.
—Lo echaré de menos...
—Escucha... No tengas miedo. Ten por seguro de que Marilee no te va a atacar, ignórala.
—Si...
—Nos vemos al mediodía.
—Ten cuidado.
Se besan. Ángela vuelve a acariciarse el abdomen.
—Mi querida pequeña... Estate siempre conmigo.

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