Desconcertado

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—Giles...
—Ángela
—Se quién fué...
—¡¿Quién?!
—Leonidas...
—¿Estás segura?
—Todo encaja. Cuando te dije que sentía una presencia rara... hablaba en serio...
—Maldita sea... Soy idiota... ¡Aetos!
—A sus órdenes
—Necesito que llames a Leonidas de inmediato.
—¿Por qué, mi señor?
—Porque lo digo yo
—No pensáis por un momento que pudo haber sido Ángela
Ángela lanza fija su mirada hacia el estratega
—¡¿Que demonios dices?!
—Perfectamente lo podías haber hecho.
Giles, enfurecido, defiende a su guerrera al instante.
—No tiene sentido
—¿No, general? Mientras fuisteis a buscarla, ella podría haber salido a por Panos y haberle incado esa lanza y haber vuelto a donde estaba antes.
—Eso es ridículo
—No le véis el sentido por qué estáis enamorado hasta los huesos de ella.
—Cierra la puta boca, o quieres que crea que has sido tu, sé más de lo que piensas.
—Iré a por Leonidas.
—Bien.
—(....)
—No te preocupes Ángela
—¡Deberías haberlo echado del ejército!
—Sabes que no es tan fácil.
—Claro, por eso debo de llevar armas hasta durmiendo.
—¡¿Y que quieres que haga?! No eres la única que está metida en toda esta mierda.
—(...) Perdona mi arrebato.
Ángela sale corriendo, avergonzada.
—¡Angela! Maldita sea...
Es la hora de comer, Ángela prefiere ir al templo. Giles llega al campamento y ve que no está, cree que a lo mejor se ha pasado un poco respondiéndole y va tras ella.
Ángela se encuentra mirando a Atenea, diosa de la guerra, la que es muy importante para ella.
—Ángela...
—¿Quieres venir?
—¿Eh?
—Que si quieres hacerme compañía
—¿Quieres?
—Creo que reaccioné de mal manera, entré en pánico, no quise....
—No, tranquila. Ambos estábamos en pánico, yo vine a pedirte disculpas.
—Te perdono si me besas.
—Je, me lo has puesto fácil.
*La coge de la cintura y le besa apasionadamente*
—Jajaja, no me tienes que pedir perdón tonto...Ya haces bastante.
—No hago lo suficiente por tu amor.
—No digas eso. Eres todo lo que querría desear una mujer.
—Lo dices porque me quieres.
—Claro. Solo debe importante lo que tus seres queridos te digan, los demás solo quieren hacerte daño.
—Tienes toda la razón. Tengo una sorpresa para ti esta noche.
—¿Me vas a hacer el amor?
—Si quieres...sí
—Oh jajaja
—Un paseo nocturno por las calles de Esparta... Luego lo que pase, bienvendio sea.
—Suena interesante...pero no estaremos tranquilos, Aetos nos vigila
—Ya me las apañaré... Quiero que sea una noche especial.
—Todas las noches que paso contigo son especiales.
*Le acaricia el rostro y el cabello y le besa en la frente*
—Me encanta cuando me acaricias.
—Cuando quieras, sabes que lo hago.
—Mmm...
—¿Que te pasa?
—¿En que estará pensando Marilee ahora?
—No me lo quiero ni imaginar. Pero lleva las de perder.
—Espero que lleves razón.
—Con salvarte a ti, me basta.
—¿Que intentas decir? No voy a dejar que mueras, estaremos juntos siempre.
—Uno de los dos tendrá que morir antes preciosa.
—¡No serás tu!
—Nadie puede saber lo imposible.
—¿Que?
—Que aunque muramos, siempre estaremos unidos. Quiero que seas mi esposa y la madre de mis hijos.
—Estaré encantada...mi general.

*Sellan sus labios*

EspartanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora