Un teléfono sonaba a todo volumen en la habitación. Kim aun estaba adormecida, pero abrió los ojos de golpe al reconocer la música que suelen traer los teléfonos.
Se levantó deprisa de la cama y antes de descolgar el teléfono, echó una mirada a Logan. Aun dormía plácidamente con los labios entreabiertos y la cara relajada.
Inspiró y se encerró en el baño para contestar.
- ¿Sí?
- ¿Christian?
- Si, Alexander. Puedes llamarme por mi nombre.
- Prefiero llamarte así, no quiero sorpresas.
Kim reprimió una sonrisa de oír a aquel hombre. Llevaban dos días sin hablar y aun que hablaban de cosas triviales le hacía recordar que el mundo seguía y que todo estaría bien.
Aun que no le perdonaría despertarla a las 5:30 A.m.
- ¿Por qué llamas tan temprano? -preguntó en una mezcla de duda y enojo.
- No sé tus horarios de clases ni cuando estas con gente, así que pensé que a esta hora tendrías privacidad.
Eso no le sonaba bien.
- ¿Ha ocurrido algo? - Kim se sentó en la taza del inodoro. De repente estaba tan nerviosa que no podía dejar de balancear las piernas de un lado a otro a un ritmo regular.
- Desgraciadamente, tengo que decirte que no hemos conseguido pruebas. Y no comprendemos como no puede haber ni una huella. ¿No podrías contarme si tocó algo que escondiera o tirara?
La mirada de Kim se perdió. Volvió a aquella tarde.
Nunca entendió que le hizo al mundo para ser tratada de tal forma. Intentaba superarse día a día y solo conseguía complicar y fastidiar más su propia vida.
Recordaba ese día en el colegio. La profesora de matemáticas la obligó a hacer unos ejercicios -no explicados- a la pizarra y, falló. Todos se rieron de ella a pesar de no saber tampoco. Esa profesora la odiaba. ¿Quién no? Después, para dejarla mal, salió el empollón a resolverlos. A él le prestó toda la ayuda necesaria sin rechistar mientras que a ella le recriminaba de tonta.
En lengua, el profesor le suspendió el examen por haber tenido dos faltas en palabras que desconocía por completo y ni hablar de historia. Se negó a ponerle un diez a pesar de tener el examen perfecto y limpio. Claro que Ronald , el empollón, tuvo su “merecido” 10. Al parecer su jeroglífico que tenía por letras era correcto.
Pero si nada mas levantarse el agua caliente estaba cortada y tuvo que darse una ducha rápida de cubitos de hielo. Estaba claro que ese apuntaba a ser uno de los “días negros” pero nunca pensó que llegaría a ese extremo…
Intentó recrear de nuevo esa escena. Intentaba evitarlo desde ese día, pero cada noche soñaba con pequeños fragmentos. No se oían ni veían con claridad, pero eran de esa tarde. O eso creía.
- ¿Kim, sigues ahí?
Volvió al presente por las voces de Alex diciendo su nombre. Hacía tanto, tanto tiempo que no lo oía de otra persona que ya casi había olvidado como sonaba. No estaba segura de si le gustaba oírlo.
Quizá todo lo que pasó fue para comenzar una nueva vida y hacerlo de nuevo bien. Pero habría cambiado todo lo que tenía ahora por traer de vuelta a sus padres.
Una pequeña lágrima se escapó de sus ojos. Estaba llorando silenciosamente. Llevaba tanto tiempo haciéndose la dura, fingiendo que nada le importa. Pero le importaba. El pecho lo tenía oprimido y no encontraba solución.
- Contesta ahora mismo o mando las patrullas de California para allá -dijo Alexander en tono autoritario.
- Sigo aquí - soltó las palabras junto a un suspiro pesado.
- ¿Qué demonios hacías?
- Estaba recordando, como tu dijiste -susurró.
Él le contestó con un suspiro y se produjo una pausa.
- Sabes que tienes que testificar en unos meses, cuando tengamos pruebas, pero me gustaría saber que ocurrió aquel día.
- No sé si podría decir en alto lo que ocurrió. - miró hacia el techo apretando los labios - Es muy difícil con solo pensarlo. -más lágrimas amenazaban con salir.
- Tenemos tiempo, no te preocupes pequeña.
Hubo otro silencio, aun que no era incomodo. Ambos escuchaban sus respiraciones pausadas.
- ¿Has notado algún movimiento raro? -Alexander sonaba protector, como no.
Recordó los días que pasaron desde la última vez que hablaron y nada llamó su atención. Bueno, había llegado un nuevo profesor de Química apellidado Skyles y que le recordaba de algún sitio que aun no sabia cuál.