Logan quedó mudo ante sus palabras. No lo habría sorprendido más si lo hubiera abofeteado. ¿Es que no entendía lo peligroso que podía ser? ¿Y si ese lugar era la boca del lobo?. Miraba sus ojos y no era capaz de negárselo. Estaba desesperada por saber la verdad y tener una vida normal, quizás junto a él.
- No voy a dejarte sola -afirmó Logan con una voz que no denotaba duda alguna.
- No pienso dejar que corras peligro.
- Ni yo abandonarte y no hay más que discutir. Si quieres ir, te voy a acompañar.
Ella no estaba del todo segura, pero sabía que necesitaba a Logan a su lado. Sonrió y se lanzó a sus brazos. Logan la recibió en un acogedor abrazo. La regó de besos por la cabeza y ella se acomodó entre sus brazos. Suspiró al sentirse tan bien junto a él.
- ¿Podemos ir mañana?. Será nuestro secreto…-musitó ella con un tono dulce que Logan no pudo ignorar.
- De acuerdo -suspiró y la apretó entre sus brazos. No dejaría que nada malo le pasara.
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- ¿Un Mustang? -preguntó ella con una sonrisa.
Se habían levantado muy temprano y habían preparado una simple mochila con cosas de los dos. Mientras ella había bajado a la cafetería en busca de comida, Logan había ido a ocuparse del transporte.
Ahora, tenían frente a ellos un clásico Mustang en perfecto estado. Logan miraba el coche con orgullo. Abrió la puerta del copiloto y la invitó a entrar. Ella sonrió a sus modales y se sentó en el cómodo asiento. Rápidamente Logan cerró la puerta y se sentó junto a ella.
El viaje fue un poco largo, pero junto a Logan el tiempo a Kim se le pasaba volando. Cantaban juntos las canciones que emitían e incluso llegaban a bailarlas, cosa que provocó algún susto a Kim tras los derrapes de Logan.
Pero estaba nerviosa. Nerviosa por ver que la deparaba aquél famoso cementerio. Qué tenía que ver con su familia. Por qué estaban sus iniciales escritas bajo el oro. No entendía nada. Pero deseaba entenderlo en ese día. Aun que trataba de no ser impaciente y no hacerse ilusiones.
- Hemos llegado -susurró Logan mientras paraba el coche junto a muchos otros.
Ella apenas oírlo saltó del coche y buscó con la mirada el cementerio. Cuando lo vio a unos pocos metros, sus manos comenzaron a sudar frío. Una mano se colocó en su hombro, transmitiéndole el apoyo que necesitaba.
Caminaron sin prisa hasta pasar las enormes puertas que daban al cementerio. Ambos permanecían en silencio, escuchando el ruido de sus zapatillas contra el suelo y el aire que se movía brevemente a su alrededor. Cuando estuvieron entre tumbas, Logan suspiró.
- Bueno, ¿por dónde empezamos? -miró a Kim.
Ella miró para todos los lados. Estaba tan perdida como él, pero sentía como en ese lugar, todas las respuestas de sus preguntas se ocultaban. Quizás enterradas junto a un cuerpo en descomposición. Kim se estremeció al pensarlo y sacudió la cabeza. Miró a Logan durante unos segundos y señaló hacia el horizonte.
- Yo empezaré a mirar por ese lados. Tu puedes ir por el contrario.
- No -negó inmediatamente Logan- no voy a separarme de ti.
- Es lo único que podemos hacer o sino no nos dará tiempo -ella se acercó a Logan y le acarició con suma ternura la mejilla- si te necesito, gritaré.
Sonrió para intentar calmarlo y depositó un pequeño besos sobre sus labios. Las defensas de Logan se desplomaron ante su dulzura y la acogió entre sus brazos. No quería alejarse de ella, pero tenía razón. Solo disponían de ese día para encontrar alguna solución.
- Nos reuniremos en este mismo lugar en treinta minutos. ¿De acuerdo? -murmuró Logan sin separarse mucho de ella.
Kim asintió con la cabeza y le besó en la mejilla. Se alejó de él, caminando hacia el lugar que había elegido para escudriñar primero. Antes de apartarse mucho, miró hacia atrás y vio como Logan también giró su cabeza hacia ella. Ambos se sonrieron transmitiéndose tranquilidad, y siguieron por su camino.
Kim miró cada tumba que encontraba. Había grandes diferencias entre ellas. Unas eran enormes y llenas de flores mientras que otras solo eran una placa en el suelo, con alguna mustia flor. Ella sintió un puñetazo en el estomago al pensar como sería la de sus padres. Grande o pequeña, con flores o sin ellas. ¿Estarían enterrados como habían pasado toda su vida, juntos? Prefería no pensarlo mucho, pero aún dolía. Era muy reciente y esperaba poder estar presente al menos en el primer aniversario, ya que el entierro tuvo que perdérselo por culpa de un psicótico que buscaba o quería algo que ella no sabía que era, pero que mataba por ello, literalmente.
Se estremeció al ver los rostros de las personas que no volverían a ver la luz de un nuevo día, las sonrisas de sus seres queridos. Sentir el abrazo y el beso de alguien a quien amaban. Kim no pudo evitar pensar en Logan. Entendía perfectamente por qué estaba enamorada de él, pero, ¿él lo estaría de ella?. No se atrevía a preguntárselo. Prefería no llevarse más desilusiones que dañaran su corazón.
Miró el anillo que aun llevaba colgado en el cuello y leyó las letras que se encontraban en él. Quizás el mercurio había dañado partes del anillo y por eso parecía que formaba aquellas letras. Pero era muy improbable dado que se podían leer perfectamente. Pensó en preguntarle su opinión a Steven Skyles, pero lo desechó al momento. Por más que quisiera, no sabía en quién confiar y a quién temer.
Kim exhaló y siguió indagando por las tumbas, en busca de alguna señal que iluminara su camino y no les hiciera parecer locos.
Vio muchas caras conocidas, de personajes televisivos, y también militares de guerra. Pero por más que andaba, no encontraba a nada. Ni a nadie. El cementerio estaba muy solitario y silencioso. Ella se habría asustado si no fuera de día, pero le extrañaba que no hubiera nadie cerca. Aun que lo prefirió así. Nadie la molestaría y la dejaría buscar tranquila alguna señal.
Se paró en algunas tumbas que llamaban su atención por su decoro y ostentosidad. Aun que sabía que ninguna de ellas era la que necesitaba. También se asomó por varios panteones, aun que personalmente les tenía pánico por muchas películas de terror. A ellos prefería acercar menos, por si una momia salía de ahí y la perseguía. No pensaba que los vampiros salieran de día.
Una tumba llamó su atención. Frunció los labios al leer una inscripción que tenía escrita y dañado por las tormentas y el sol.
“Mi mayor deseo fue compartir mi vida con la tuya. Pero la guerra cortó nuestros sueños, abandonándome a mi suerte. Siempre esperé con ansiedad el día que volveríamos a reencontrarnos”
Kim dejó de respirar al comprender que ese momento ya había sucedido. Se fijó en dos nombres, uno de un hombre con una fecha de muerte lejana y otro de una mujer con una fecha más reciente, pero con varios años atrás. Kim sonrió. Esa mujer lo había amado y recordado hasta el fin de su vida, no de la de él. Siempre había deseado un amor tan grande cómo ese. Tan grande cómo el que se tuvieron sus padres.