Estar con Aron sabiendo quien era verdaderamente la hacía sentir más cómoda y feliz. Quedaban muchas veces juntos para estudiar y se contaban lo que habían hecho en todos los años que estuvieron separados.
Aron volvió a mudarse y perdieron el teléfono y la dirección de los Sanders, con lo que no pudo volver a comunicarse con ellos. Y Kim que creía que la había olvidado. Se dio cuenta de las veces que él había pensado en ella.
Además intentó adaptarse a su nueva ciudad. Él siempre fue muy sociable y agradable con la gente, por lo que no le costó nada hacer montones de amigos.
También le habló de que sus padres sabían sobre su homosexualidad y lo apoyaban con todo su corazón. Los Hastings siempre fueron de mentes muy abiertas y sabía que darían todo por su hijo. ¿Quién no?Ahora estaban los dos solos en la habitación de él, intentando hacer los deberes, ya que siempre acababan entreteniéndose y volviendo a hablar.
Esta vez habló él antes.
- ¿Qué piensas del profesor Skyles? -Aron frunció el ceño.
- Me cae bien -admitió ella con una sonrisa. Estaba tumbada boca arriba en la cama con la cabeza colgando- es muy abierto y amable. Hasta me dio su pañuelo de seda para que lo llenara de sangre. Es genial. Me dedicó muchas horas para aprobar el examen. Y lo hice.
- Espera, espera… ¿sangre? ¿no irá a clonarte, no? -puso una mueca a la que ella rió.
- Claro que no -entornó los ojos al pensar como rápidamente le había ofrecido el pañuelo. Debió costar una fortuna y a él no pareció importarle que lo llenara de su sangre. Le parecían tonterías las cosas que pasaron por su cabeza. Ni que fuera una película de Hollywood.
- No sé. Siempre que lo veo se me ponen los pelos de punta.
Ella rió ante las palabras de su amigo. Steven no tenía un aspecto terrorífico ni mucho menos. Incluso era apuesto. Su piel era dorada y contrastaba perfectamente con el color tan pálido de sus ojos. Su cuerpo estaba bien trabajado. No entendía como a Aron le daba escalofríos. A ella incluso podía gustarle. Puede que en otra vida en la que nunca hubiera conocido a Logan.
- ¿Quién pudo ser? -susurró Aron, cambiando de tema y con el rostro de piedra.
Kim le había hablado sobre su vida en los últimos meses. No había entrado en detalles cruciales, pero era su mejor amigo. No podía callarse todo. Él la había escuchado hasta final para después abrazarla mientras lloraba. Había intentado hablarle de todo lo que pasó en su casa aquella tarde, pero no tuvo fuerzas suficientes para hacerlo. Era demasiado para ella.
- No lo sé -suspiró- mis padres no tenían nada raro sobre los negocios. Alexander investigó.
- ¿Y si ese es el camino equivocado?
Kim negó con la cabeza y miró el anillo de su padre. Era hermoso. Jugó con él entre sus dedos y deseó tenerlos cerca. Pero nunca volvería a verlos. A oír sus risas. Su palabras de preocupación ante si se abrigaba o si había comido bien. Sus abrazos y besos. Intentó aguantar las lagrimas y guardó el anillo que colgaba de su cuello, debajo de la ropa.
- ¿A qué te refieres? -musitó ella.
- Si fuera por negocios no habría pasado nada con tu abuela. Ella no tenía nada que ver con la empresa de tu padre.
- Pero era su madre. Quizás era alguna advertencia -se encogió de hombros y se incorporó en la cama para mirar de cerca la expresión de Aron.
- Creo que no lo están mirando desde el lado correcto -él frunció el ceño y escribió en su cuaderno.
- ¿Qué haces? -se asomó al cuaderno y vio escrito “negocios” para después ser tachado.
- Piensa. Tiene que haber algo. -Aron entrecerró los ojos pensativo.Kim sacudió la cabeza pero cedió al ver la mirada que su amigo le lanzó. Estaba preocupado por ella e intentaba ayudarla. Suspiró y se tumbó en la cama con los ojos cerrados.
Pensó en la semana previa al asesinato de sus padres, ya que con el de su abuela no tenía caso. Era demasiado pequeña como para recordar algo preciso de esos días.
Le dio vueltas y vueltas, pero nada era extraño. Su padre era empresario, y en ese momento el negocio más importante que tenía era con un hombre que superaba los sesenta. Y ella sabía que el hombre que vio en su casa no era tan mayor. Recordó sus rasgos. Pelo negro, ojos oscuros, tenebrosos como la noche, vacíos y fríos. Era de una estatura media para un hombre. Había muchos hombres con rasgos similares. Pero si volviera a ver esos ojos, los reconocería en cualquier circunstancia.
- No recuerdo nada, Aron.
Ambos suspiraron derrotados, por el momento. Aron tiró su cuaderno al suelo y se tumbó junto a ella. Se abrazaron en silencio. Era dulce tener unos brazos en los que resguardarse sin ser acusada. Pero no eran esos brazos los que quería ahora. No era ese olor el que quería tener pegado a su piel. No era ese chico