- ¡Aron! -dijo llevándose las manos a la boca por el asombro.
- ¿Me conoces? -frunció el entrecejo al oír su nombre.
Por supuesto que lo conocía.
Lo conocía desde que tenían apenas dos años. Sus padres eran grandes amigos desde la universidad y vivía a una manzana de su casa. Aun recordaba cuando juntos jugaban sin descanso entre los árboles de Central Park. Ambos siempre adoraron ese pequeño trozo de campo en medio de los rascacielos.
Recordaba esa tarde en la que ambos se bañaron en el lago desnudos con tan solo cinco años. Sus padres tuvieron que sacarlos a la fuerza mientras no paraban de reír y jugar.
Dulce inocencia.
Oh, demonios. Ahora era Christian, no Kim. Ahora entendía por qué la miraba de forma confusa.
- Uhmm… he oído hablar de ti -sonreía de forma nerviosa, intentando buscar alguna ingeniosa excusa.
- ¿En serio? -sonaba poco convencido.
Estaba más guapo de lo que recordaba.
Se había cortado su rubia melena y ahora llevaba un corte moderno, con más pelo en la parte central de la cabeza. Sus característicos ojos esmeraldas no habían cambiado ni un ápice.
Lo que más había cambiado era su cuerpo. Sus hombros eran más anchos y más trabajados. Tenía un cuerpo fibroso y bien formado. Era una cabeza más alto que ella, cuando de pequeños ella solía ser más alta.
- Si -mintió- Encantado, soy Christian -le dio la temblorosa mano que él agarró con precisión.
- Aron Hasting.
Hasting y Sanders. Grandes socios, grandes amigos.
Ella estaba segura de que no la recordaría. Cuando Aron cumplió diez años, su familia se mudó a San Francisco por motivos de trabajo.
Al principio hablaban un par de veces por semana. Luego un par de veces por mes. Después, en algunas fechas señaladas. Finalmente, perdieron el contacto.
Fue horrible perder al único amigo que tenía. ¿Y qué podía hacer? Nada. Solo pudo llorar por no tenerlo cerca y aislarse de sus días de juegos y diversión.
- Es la primera vez que te veo -dijo Aron con sus hermosos ojos en los de ella.
- Llevo aquí solo unos meses, ¿y tú?
- Es mi segundo año -se encogió de hombros con indiferencia.
Ella notó como sus ojos se movían por su cuerpo, analizándola. Se pasó la mano por la peluca, nerviosa. Llevaba tanto tiempo sin saber nada de él y ahora que lo tenía delante, no sabía qué decirle o qué hacer.
- Tu cara me es familiar ¿nos conocemos? -preguntó Aron escrutando sus rasgos. Le eran conocidos, pero no sabía de donde le conocía. Era rara la forma en la que dijo su nombre.
- Puff ¡claro que no!. Bueno, ahora sí. -entrelazó ambas manos mientras miraba a los lados en busca del tema perdido- Mike es repugnante.
- Lo sé, va conmigo en algunas clases.
- ¿En serio?
Aron era un año mayor que ella, por lo que aun que fueron juntos al mismo colegio, nunca compartieron clase juntos. En los tiempos de descanso se reunían los amigos de Aron y los de ella para jugar.
En esos tiempos eran uno solo. Kim daba un paso, él la seguía y viceversa. Le dolía que se hubiera perdido ese afecto.
- Debo irme. Tengo que Umm.. -había olvidado por completo si tenía que hacer algo- Limpiar mi habitación. Si, eso tengo que hacer. Nos vemos, Aron.
- Hasta luego, Christian.
Sujetó firmemente la bandolera sobre su brazo y fue directa a su cuarto. Sus pasos eran grandes zancadas. Cuando llegó al pasillo de los dormitorios, jadeaba por el esfuerzo. Se había recorrido más de medio edificio en unos minutos.
Una dulce melodía llegó a sus oídos dejándola estática en el suelo. Una conocida voz acompañaba a las notas.
De repente, la música paró, pero antes de tomar aire volvió a comenzar la misma melodía. Se acercó lentamente a su habitación. La música se hizo más fuerte y clara.
Era Logan.
Se apoyó en la puerta para poder seguir disfrutando de la música. Solo se oía una guitarra acústica y susurros que musitaba al compás de los acordes.
Era bastante bueno.
Ella había visto anteriormente su guitarra. La tenía guardada debajo de la cama, cubierta por una vieja sudadera que nunca le vio puesta. No entendía por qué la escondía de esa forma. Un talento así no debería ser escondido y mucho menos guardado.
No quería molestarlo, pero su bandolera empezaba a pesar consideradamente. Se alejó unos pasos, andando sobre las puntas de sus pies. Tomó aire y se acercó a la puerta haciendo retumbar sus pies contra el suelo.
- ¡Ya estoy aquí, Logan! -gritó con vozarrón masculina y abrió la puerta. Tal y como imaginó, Logan estaba sobre la cama, jugando con el celular. Ni rastro de la guitarra.
- Hey Eres muy escandaloso.
Ella soltó la mochila y le dedicó una tierna sonrisa cuando él no la miraba. Ella intentaría a toda costa que ese talento fuera reconocido.