capitulo 1.

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Kimberly llegó a su casa, después de un duro día en el instituto. Como siempre las chicas se burlaban de ella y los chicos le decían palabras inadecuadas. Ella no se consideraba bonita a pesar de que mucha gente siempre le dijera lo contrario. Sus grandes ojos azul turquesa resaltaban en su tez pálida. Su cabello caía formando una larga cascada dorada, pero aun así no encontraba belleza en sí misma.
Tuvo que volver corriendo por la lluvia. Su pelo y ropa estaban empapados. Solo pensaba en ducharse, abrigarse y no salir de casa en días. Cuando entró por la puerta principal se sorprendió de que no estuviera cerrada del todo. Entró con sumo silencio por el pasillo. No oía nada más que su respiración, que empezaba a ponerse pesada, y las finas gotas golpeando las ventanas. De repente, escuchó un grito desde la planta de arriba. 
Era la voz de su madre. 
Subió a paso apresurado pero el silencio volvió a ganar. Se acercó a la habitación de sus padres. La puerta estaba entornada. Kim asomó un poco la cabeza y quedó horrorizada. Sus padres estaban atados a los pequeños sillones. Su padre parecía inconsciente y tenía un ojo morado acompañado de varios arañazos que le desgarraron la piel de cara y cuellos. Su madre estaba de frente a él, intentando desatarse de las cuerdas. Su pelo estaba alborotado y tenía la cara muy roja . Kim se disponía a entrar cuando vio a un hombre vestido hasta el cuello de negro. Su pelo era largo hasta los hombros y de color azabache. Involuntariamente, la joven se echó hacia atrás, contemplando la escena.
- Dámelo -replicó el hombre con su grave voz. A Kim le entró un gran escalofrío. No entendía nada, pero no podía quedarse quieta.
- ¡Nunca! -gritó su madre con desesperación. El hombre sacó dos pistolas, una en cada mano. Apretó el gatillo de ambas al mismo tiempo apuntando a sus padres. Ella pudo ver por los ojos de su madre, como la vida se le escapaba. Las lágrimas cayeron sin cesar.
- ¡No! Maldito cabron -se tapó la boca con los ojos abiertos como platos. El hombre giró y le devolvió una mirada fría y de piedra. Kim estaba paralizada por el temor y el dolor de ver como sus padres morían. Y ella no hizo nada.
Se dio cuenta de la posición en la que estaba y sin pensarlo, corrió escaleras a bajo. Él la siguió deprisa, pero no llevaba sus pistolas, sino que sacó un cuchillo que parecía bastante afilado y que tenía restos de sangre. Cuando solo le quedaba tres escalones, la agarró del pelo y la empujó al suelo. Kim calló y se golpeó en la cara con el duro suelo. Quedó aturdida por unos segundos. Se dispuso a levantarse, pero él ya estaba encima de ella. Tiró de su pelo hacia atrás y colocó el cuchillo en su fino cuello.

- Mmm... que buen aspecto tienes, podría disfrutarté un poco antes de matarte. -dijo con un tenebroso tono de voz. La lluvia de antes se convirtió en una fuerte tormenta que dejaba el cielo oscuro. La joven tiritaba del miedo e intentaba reprimir las lágrimas que salían de sus ojos sin éxito.

- Déjame, no me hagas daño por favor...- dijo con súplica en su voz, aun que intentó aparentar ser valiente. Él simplemente soltó una irónica carcajada. 
Kim aprovechó el coraje que le entró. Giró hacia un lado a pesar del gran peso que tenía encima y se libró de él. Con sus pequeñas manos cogió la cara de aquel hombre y le clavó las uñas hasta que vio la sangre correr por sus dedos. Esa era una pequeña venganza por lo que tenía su padre. Gritó del dolor y ella se arrastró por el suelo, sin darle la espalda. Él se levantó más furioso y le dio un puñetazo que le partió el labio inferior. Sentía el sabor a hierro que tiene la sangre.

- Vas a pagarlo - amenazó el asesino de sus padres. La agarró del cuello y empezó a hacer fuerza. 
Ella se quedaba sin aire, pero no despegaba la mirada de esos oscuros ojos que le recordaban a la noche de las películas de terror. En un momento de desesperación, movía la mano por el suelo en busca de algo que la salvara. Encontró un abridor de cartas. Perfecto, pensó. Reunió fuerzas y se lo clavó en el hombro. Él lanzó otro grito de dolor. La muchacha se levanto, sin aliento y corrió lo más que pudo hasta salir de ese infierno. Corría y corría por las oscuras calles. La lluvia caía de forma mas testaruda, hasta pensaba que podría llegar a sus huesos. 
Sus piernas no dieron más y calló de rodillas al suelo. Su llanto se mezclaba con el agua. Un hombre se acercó corriendo a ella en dirección contraria a la que caminaba. Empezó a asustarse hasta que unos brazos la rodearon con una chaqueta.
- Muchacha ¿qué haces así con esta tormenta? - Preguntó un hombre de rasgos serenos mirándola a los ojos. Ella lloraba intentando controlar su respiración en vano.
- Mis...padres...- tartamudeó- Él...Él lo ha...matado... -temblaba de nuevo por el miedo. El hombre que no debía tener más de cincuenta años se asombró.
- Escúchame . Soy policía, puedo ayudarte. Dime que ha pasado - Ella lo interrumpió.
- ¡No puedo! Llegué y ya estaban heridos. Los mató con esas pistolas y luego intentó matarme con ese cuchillo - la ansiedad empezaba a adueñarse de ella. Él tomó su teléfono y llamó a unas patrullas.
- ¿Dónde vives?
- A cinco cuadras de aquí 
Él intentaba consolarla frotando su espalda. Colgó y volvió a marcar un número. No estaba muy segura de qué se trataba esta vez hasta que escuchó que llamaban a una ambulancia. Después de eso, su vista empezó a volverse oscura y su mente vacía.

Abrió sus grandes ojos y todo a su alrededor era de color blanco. No estaba sola. Una enfermera estaba hablando con una mujer de bata blanca, que al verla despierta sonrió.
- Me alegro de que estés despierta ¿cómo te encuentras? -le pasó una molesta luz por los ojos. Kim intentó pestañear.
- Mal, no sé que hago aquí.
- ¿Qué es lo último que recuerdas?
Por fin le permitió cerrar los ojos. Miles de imágenes le vinieron a la cabeza. Desde esa mañana, que estaba desayunando tostadas que le hizo su madre, hasta aquél hombre de ojos fríos y penetrantes que gritaba a causa de un dolor. Las lágrimas corrieron por sus mejillas y ella se tensó.
- Cálmate, ya estas a salvo

Pasó dos días en aquel hospital sometida a muchas pruebas y estudios. Los doctores detectaron que no tenía ningún trauma importante, solo el dolor. Ella en cambio se sentía vacía. Ya no le encontraba un sentido a su vida. Nadie le contaba si habían encontrado al asesino o si tenían pruebas. Las únicas visitas que recibía eran de los médicos y enfermeras que traían comida y la ayudaban a bañarse.
Esa mañana parecía que todo iba a ser como los días anteriores, pero recibió el alta. En la puerta encontró un coche policial. Vino a recogerla. 
Se dirigieron en silencio hasta la comisaría. No quería saber que tipo de cosas tendría que enfrentar ahora. Trataba de ser fuerte, o al menos aparentarlo. 
Su puerta se abrió y se dirigió al departamento. Ella no tenía el mismo aspecto de antes, pero se veía hermosa. Su largo pelo dorado tenía unas ondulaciones naturales. Pero sus ojos perdieron esa chispa que solían tener.
Entró en una sala donde solo había dos sillas, una mesa y un espejo a un lado. Sabía que era, lo vio en muchas películas. Se sentó paciente en una silla. No quería hablar sobre nada, pero suponía que necesitarían más información para descubrir a ese demonio. Cuando entró un hombre, no levantó la mirada, pero cuando lo tuvo de frente, su cara le era familiar.
- Hola Kim, Mi nombre es Alexander Malette pero puedes llamarme Alex
- ¿Tú eres quien me encontró, cierto? -dijo la chica en tono neutral. Él le correspondió con una sonrisa tierna.
- Veo que me has reconocido, es una alegría para mi.
- Y para los que nos observan -interrumpió Kim. El hombre solo soltó una pequeña carcajada pero inmediatamente su semblante se volvió serio.
- ¿Quieres hablar de lo sucedido, o no estas preparada?
Kim tomó  unos segundos para pensar. Hace tres días estaba en su casa, siempre limpia y ordenada, como su madre quería. Recordaba a su padre regalándole una gran sonrisa desde su sillón color café, y a su madre preocupándose sobre sus estudios y su alimentación. Siempre se quejaba de que no comía lo suficiente. En el hospital no probó bocado, solo el suero inyectado. No era una chica de comer mucho, ella lo veía normal, aun que los médicos no. No le preocupaba, por mas que quisiera no podría comer nada en estos momentos.
- Prefiero esperar, solo quiero volver a casa y... -él la interrumpió mirándola con seriedad.
- No vas a volver, es muy peligroso
- ¿Pretende que me quede aquí, en la comisaría o qué?
Silencio. El hombre solo pensaba como utilizar sus palabras sin que la joven no se alterara. En esos días notaron que era muy sensible y emocional. 
- Hemos contratado a un agente. Ella está en el programa de protección de testigos. Especializada en menores, y tú lo eres -tocó sus manos de forma alentadora pero Kim retiró las suyas rápidamente. No confiaba ni en ella misma- ahora va a pasar y te va a explicar lo que vas a hacer, pero escúchame. Yo voy a seguir a ese asesino hasta que pague por todo, ¿de acuerdo?
La joven asintió rápidamente con la mirada gacha. Oía como la puerta se abría, hablaban entre ellos y se cerraba. Una mujer de la edad que rondaba la de su madre se sentó enfrente de ella. Su cabello era pelirrojo y tenía unos inmensos ojos verdes. Su cara le era agradable pero no estaba de humor para nadie.
- Hola Kim, encantada de conocerte. Soy Miranda-extendió su mano y Kim la tomó sin desviar sus ojos de los de aquella mujer. - Bueno, no sabes bien que va a pasar pero yo voy a contarte todo. Vas a ver que es lo mejor, que... -fue interrumpida.
- No me gusta andar con rodeos, señora. Le agradecería que lo dijera directamente ya. -dijo

Cambio obligatorio. TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora