capitulo 35.

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- He visto la guitarra que ocultas bajo la cama -confesó Kim.

Logan se tensó alrededor de su cuerpo. Él la abrazaba por detrás mientras ella hacía los deberes junto a Logan. Estaban sentados en la cama, muy cerca el uno del otro.

- No lo ocultes. Me encanta tu voz -susurró ella. Intentaba medir sus palabras para no avergonzarlo.

- Es sólo un pasatiempo -mintió Logan mientras agachaba la cabeza para revisar el cuaderno donde ella escribía la tarea- echar echa la h.

- Se me había olvidado -borró la h que había añadido de más y sacudió la cabeza- no cambies de tema. Enséñame algo.

Logan vaciló pero se terminó despegando de su cuerpo para tomar la guitarra. Ella se incorporó en la cama con una reluciente sonrisa en el rostro. Él se animó al verla de aquella forma, se aclaró la voz y tocó unos acordes. Pero paró muy rápido.

- Trato de escribir una canción, pero me he atascado -declaró con una sonrisa tímida.

- Canta lo que tengas -sugirió ella con una extrema dulzura en la voz.

Logan volvió a aclararse la garganta y tocó las mismas notas, pero esa vez añadió la letra. Cantaba con un tono profundo y ronco que hacía que a Kim el cuerpo le temblara.

Ella lo escuchó con un gran sentimiento formándose en su interior que parecía incontrolable. Antes de que su mente pudiera pensar, añadió cantando:

--terminó Logan.

Ambos se miraron unos segundos a los ojos y sonrieron. Logan tomó su mano y acarició cuidadosamente sus dedos.

- No sabía que cantabas tan bien.

- Es sólo un pasatiempo -añadió burlona pero con las mejillas coloreadas.

Logan la besó brevemente en los labios y volvió a colocar la guitarra entre sus manos. 

- Canta conmigo, por favor –Logan empezó a tocar los acordes y cantaron juntos el pequeño pedazo que habían compuestos juntos.

Siguieron así toda la tarde, olvidando la tarea y dedicándose a escribir una canción juntos, muchas veces Logan cantaba cosas graciosas y otras veces muy profundas. Ella lo miraba con admiración y trataba de ayudarlo en las rimas. Siempre sacó buenas notas escribiendo poemas.

*****

- Señor, aquí tiene el informe -Rodrigo Sáez le entregó un documento a Alexander.

Estaba sentado en su despacho junto a Matias, su compañero. Estaban aprovechando el tiempo extra para avanzar en el caso de los Sanders. Alex leyó el documento y asintió varias veces con la cabeza mientras pronunciaba monosílabos.

- Seguimos sin tener nada relevante -suspiró.

Matias negó con la cabeza y revisó los documentos que posteriormente, Alexander había tirado sobre la mesa. Los leyó con el ceño fruncido y cuando terminó, se podía ver la rabia en su cara.

- Cuanto más tardemos, más difícil será resolver el caso -comentó Matias Beltran- tenemos que movernos.

- ¿Y por donde buscamos? -Rodrigo se sentó en el viejo sofá junto a un cremoso café.

- Es lo malo. Hemos revisado la casa de arriba abajo, pero no encontramos nada. No hay muchos lugares donde buscar.

- Ese cabr*n está bien escondido -protestó Matias. Paró de dar paseos y sacó una cajetilla de cigarrillos y un mechero negro con sus iniciales, regalo de Alexander por su gran labor y su adicción al tabaco.

Todos los que se encontraban allí estaban pensativos. No tenían nada por donde empezar a buscar o averiguar, y a quien más frustraba era a Alex. Él sacó viejos documentos sobre el caso y los dejó sobre la mesa.

- Hombres, vamos a volver a revisar toda la información.

Rodrigo y Matias asintieron y se acercaron a la mesa para leer los documentos. Alexander miró fijamente una pequeña foto que había de Kim. Sabía que estaba segura en el internado, pero se preocupaba demasiado. Quería tenerla cerca de él para protegerla ante lo que pusiera pasar. Le dolía especialmente ese caso, porque su pequeña Lizzie tenía dieciséis años cuando murió. Alexander apretó los ojos ante el amargo recuerdo y se centró en los documentos para apartar de su cabeza a su hija, que descansaba en el cielo.

- Si. Todo va bien.

Steven Skyles se encontraba sentado en una clase vacía, con los pies sobre la mesa y hablando por su teléfono celular. Estaba empezando a experimentar un fuerte dolor en la sien izquierda que le impedía mantener los ojos cerca de una potente luz. Además, la voz que hablaba a través del aparato, no ayudaba.

- He dicho que sí. Confía en mi -escuchó unas palabras y bufó- no, claro que no. Si, por supuesto. No, obviamente. ¡No! -exclamó desesperado.

Se tapó los ojos con la mano y contó hasta diez tratando de calmar la sangre que le hervía en las venas. Contestó cuatro monosílabos y se despidió de la voz que lo había irritado. Reposó las manos sobre su regazo y miró el sello de su dedo anular. De un salto se puso en pie y se salió a los pasillos, dispuesto a llamar por el megáfono a Chrsitian.

Caminó pensando en qué mensaje corto y directo podía decir para que le atendiera de inmediato. Tenía que decir el nombre, quien le llamaba y donde reunirse. Muchas cosas para ser breve e inocente.

- Señor Skyles. Le estaba buscando.

Steven suspiró y miró a uno de sus alumnos. Tan solo tenía una ceja. Era Billy el quemado. Siempre que hacía algún trabajo acababa o quemando algo o quemándose a él. Era un desastre.

- ¿Qué necesitas? -dijo él tratando de sonar profesional.

- Quiero que me ayude con los experimentos. No quiero que se burlen más de mí -el joven hizo un gracioso e infantil mohín con los labios y se cruzó de brazos.

- No sé si será seguro estar contigo a solas en el laboratorio -vaciló Steven, mirando de reojo el despacho del director, donde el micrófono descansaba

Cambio obligatorio. TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora