Su pulso se paró al verla. Vestía de la misma manera, pero ahora su media melena rubia caía de forma natural sobre sus hombros y pecho. Sus cejas tenían el mismo tono. Era increíble lo que podía cambiar con el pelo corto y vello extra. A pesar de no llevar maquillaje, era idéntica. Era sin ninguna duda ella. Cuando reaccionó, se levantó de sofá y se acercó lentamente hasta donde ella estaba parada.
Ella empezaba a respirar de manera irregular al ver como su enorme cuerpo se acercaba a ella. No le daba miedo. Era un sentimiento extraño que no reconocía. Solo sabía que un profundo calor la repasó de arriba abajo y vuelta a empezar. Sus ojos Verdes la miraban con algo inescrutable. Pero no la incomodaba. Al contrario, quería que no parara de mirarla así.
- ¿Qué te parece? -su tono sonó más chillón de lo normal. Se aclaró varias veces su seca garganta.
- Te ves igual a aquella noche en el club. Incluso más hermosa sin tanto maquillaje y luces de colores.
Ahora si que respiraba con dificultad. Le costaba mantener sus ojos en los de él, dada la intensidad que transmitían mientras hablaba.
- ¿Te acuerdas de mí?
- Pues claro, sino no te habría llamado por tu nombre desde que lo supe.
Ella se maldijo por no haberse dado cuenta pero rápidamente lo sustituyó por una inmensa felicidad. Eso significaba que le había causado impresión a Logan cuando se conocieron. Apretó los labios para no mostrar una enorme sonrisa y apretujó los dedos de sus pies para no ponerse en ridículo delante de él y empezar a saltar como una loca.
- No había caído -¿qué estupidez fue esa?, se reprochó.
- ¿Quieres pizza? Me muero de hambre -Logan tomo las llaves del apartamento y dinero- vuelve a cambiarte mientras pido que nos la hagan.
No comprendía como este chico era capaz de hacer que sintiera un enorme calor y al segundo la más absoluta confusión. Pero prefirió asentir y correr a pasitos hasta la habitación. Se apoyó unos segundos en la puerta para recobrar el aliento y suspiró.
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- Debes saber que el pepperoni no me gusta - Kim reía mientras quitaba el pepperoni de su trozo.
- Como no lo sabía, pedí que llevara de todo -Logan mostró una sonrisa tímida a la que ella se derritió.
Estaba en la pizzería comiendo, ya que en la calle estaba lloviendo como si no hubiera un mañana. Compartían la comida entre risas y comentarios graciosos. Algunas veces cantaban las canciones que se reproducían por los altavoces y Logan tocaba una guitarra invisible, a lo que ella no podía parar de reír.
Cuando ambos terminaron con toda la pizza, estaban llenos y apunto de explotar, metafóricamente. Kim miró al exterior y se fijó en que la lluvia no había parado. Meses atrás le habían gustado los días lluviosos, pero ahora, las tormentas con rayos le recordaban a aquella fatídica tarde en la que vio por última vez a sus padres con vida.
- Nos vamos ya. Venga. -Logan tomó su chaqueta y se la puso mientras ella seguía pendiente en la lluvia. Él frunció el ceño y pasó la mano por delante de sus ojos- ¿hola?
Ella sacudió la cabeza y metió los brazos en las mangas de su chaqueta.
- Está lloviendo.
- Es agua, no ácido. -como ya había pagado Logan, tan solo salieron por la puerta.
La calle estaba casi vacía, salvo por algunos coches o por alguna persona que corría para resguardarse de la lluvia. El cielo estaba más oscuro de lo normal, debido a las nubes, y las estrellas o la luna no se podían visualizar.
Logan se puso muy cerca de ella en unos segundos y la miró a los ojos con seriedad.
- ¿Sabes lo que he querido hacer siempre bajo la lluvia?
A ella se le aceleró el corazón. No lo sabía pero por su tono de voz y su seriedad, pensaba en algo que ella siempre quiso hacer. Dar y recibir un gran beso. No podía imaginarse como sería besar a Logan. Sus tiernos labios rosados junto a los suyos. Moviéndose al mismo ritmo y con la misma dedicación. No podía desear nada mejor. Sería su sueño. Tragó saliva y se humedeció los labios, preparándose.
- ¿E-El qué? -tartamudeó pero intentó disimularlo.
Logan la miraba profundamente a los ojos, alargando el instante y la curiosidad con silencio. Finalmente, sonrió mostrando sus dientes.
- Cantar y bailar -corrió hasta una farola encendida y dio vueltas a su alrededor- I’m Singing in the rain, I’m singing in the rain.
Ella reía ante como Logan giraba sobre sus pies, rodeando la farola y cantaba con tonos más graves y más agudos que resultaban muy divertidos. Se sentía un poco decepcionada por no haber recibido un beso, pero verlo a él bailar y cantar acompañado por la lluvia, era más divertido y fresco.
Desistió y lo acompañó en su peculiar baile de la farola mientras ambos cantaban y reían sin parar. No podría pasárselo mejor.
Libros desperdigados, polvo de años, tinta corrida de plumas y bolígrafos. La larga mesa de madera estaba atestada de objetos y desgastada por los años. La humedad no había ayudado, sino que había provocado que la madera encogiese y crujiera con el mínimo roce. Pero aún servía para sujetar lo que se le pusiera encima.
La habitación tenía una especial luz anaranjada que servía para el revelado de las fotografías. Unas fuertes y callosas manos sacaron la delicada foto. Una hermosa chica de no más de dieciocho años sujetaba unas pesadas bolsas de un supermercado. Cerca, estaba su madre, junto a más bolsas. Estaban cerca de su coche. Él sabía lo que pasaba después. La bonita chica dejaba sus bolsas en la parte trasera del vehículo, ayudaba a su madre con las suyas, ponía música en su MP3 y se sentaba en el asiento del copiloto mientras escuchaba una canción. Él hizo aquella foto con sus propias manos, y captó la dulce Kim y la ahora difunta madre.
Andaba hasta un gran mural lleno de fotos. Ahora estaba sobretodo lleno de fotos de Kim A quien tenía que encontrar y cazar. Era la única que podía darle lo que tanto ansiaba. Observó las fotos. Ella saliendo del colegio al que iba en Nueva York, en el parque leyendo, haciendo un trabajo en la biblioteca, practicando deporte… había cientos de fotos de ella. Quería memorizar su cara. Así cuando la tuviera delante, no se confundiría y acertaría a la primera. Pegó la foto en uno de los pocos huecos vacíos y sonrió. Esa niña podía ser astuta, pero no lo vería venir.
Unos ojos negros como la noche resplandecieron de maldad al pensar en las cosas que haría cuando Kim fuera suya. Todo lo que su familia hizo en el pasado no serviría de nada, él conseguiría el propósito para el que nació. Apretó ambos puños a los lados de su cuerpo, imaginando que aplastaba en fino cuello de Kim. Pronto, se dijo. Pronto la encontraría y todo llegaría a su fin. Para ella.