- Nada raro -sonrió falsamente a pesar de saber que no la veía. - oye, Alexander, tengo que colgar, no duermo solo como debes saber
- Oh cierto. Llamaré en unos días pero si me necesitas, ya sabes que hacer.
- Por supuesto.
- Cuídate, pequeña. -la línea se corto.
En el despacho de la comisaría, Alex se acomodó en la silla y fijó la vista en su compañero Matias Beltran, que entraba por la puerta.
- No se lo has dicho ¿cierto?
- Solo haría que las cosas empeoren. Está muy débil.
Matias asintió comprendiéndolo.
- Pero tiene el derecho de saber que pagan un millón de dólares por su cabeza.
Kim sostuvo el teléfono apagado en sus manos, con la cabeza para abajo. Aun daba vueltas a la corta conversación. No quería recordar ese día pero en cambio todo llevaba a él.
Apoyó la espalda contra la pared y relajó todos sus músculos. Las lágrimas caían por su rostro de forma involuntaria y abundantemente. Ya no le importaba. Soltaba pequeños sollozos y su respiración se volvía entrecortada.
A veces quería correr muy lejos y no parar a pesar del agotamiento y otras, en cambio, solo quería parar el tiempo y olvidar todas las preocupaciones del mundo. Como cuando era pequeña. Su mayor preocupación era que su madre la obligara a comer pescado o que no le entrara un vestido a su muñeca preferida.
Unos ruidos la sacaron de su trance.
- ¿Christian, estás ahí? ¿Has visto la hora que es? ¿Qué demonios haces?
Era Logan. Oh oh.
Se metió el teléfono entre los pantalones y agradeció que no se notara mucho. Rápidamente se puso espuma de afeitar por toda la cara. El olor fuerte a colonia le inundaba las fosas nasales. Cogió una cuchilla que Logan guardaba e imito que se afeitaba.
- Pasa -un poco de espuma se pegó a sus labios y maldijo por estar a punto de tragárselo.
Logan entró. Sus ojos estaban hinchados del sueño y no tenía cara de estar contento.
- ¿No hay otra hora para afeitarte? -preguntó irónico.
- Luego se me echa la hora encima y no tengo tiempo, ya se me estaba empezando a notar -sonrió intentando cubrir su mentira y se miró fijamente en el espejo. Tenía espuma hasta en la nariz y muy cerca del ojo.- ¿Piensas afeitarte las cejas? -Logan rió y se acercó a tocarle la ceja.
Kim saltó hacia un lado y le miró con los ojos muy abiertos. Un poco más y se habría llevado su “querida” ceja por delante. Él la miraba confuso y curioso.
- ¿Pasa algo?
Ella dejó la cuchilla sin pelos a un lado y se lavó profundamente la cara. Tenía que evitar mirarlo a la cara. Ahora agradecería haber tomado esas clases de teatro que le ofreció su padre a los nueve años. Habrían valido para controlar momentos como esos. Suspiró al ver que ya no parecía Papá Noel y se giró con la barbilla elevada.
- ¿Te has levantado muy preguntón hoy, no?
Logan puso uno graciosa mueca de asombro y después entrecerró sus ojos, fulminándolo con su mirada. Imitó a Kim y tomó la cuchilla y la espuma. Ella suspiró silenciosamente y fue hacia la puerta a grandes zancadas. Una mano grande y fuerte la agarró por el brazo. Piel con piel. Su tacto era más suave de lo que imaginó. Y cálido. Muy cálido.
- ¿Qué quieres? -gritó involuntariamente. Carraspeó varias veces sin dirigirle la mirada.
- ¿Estabas llorando? - su voz era solo un susurro.
Los ojos de Kim se ahogaron de nuevo. Sacudió energéticamente la cabeza y se soltó del agarre de Logan.
- Pues claro que no, ¿qué te hacer pensar eso?
Él vaciló. No apartaba la mirada de su nuca, esperando que se girara. Pero no sucedía.
- Tienes los ojos rojos y te tiembla la voz.
Kim maldijo para sus adentros. Era demasiado temprano para idear más excusas. Pero prefería improvisar cualquier tontería a que Logan viera como se derrumbaba y no levantaba cabeza. Procuró tener la voz clara a la hora de hablar y se giró lentamente.
Estaba parado a menos de un metro. Su altura era notoria al igual que su enorme cuerpo ejercitado. Su postura imponía, pero a ella ya no le intimidaba.
Lo que más la sorprendió fue su cara. No se burlaba de ella. Se veía empático. Como si pudiera absorber los sentimientos de Kim y comprender todo ese dolor. Eso le asustó. Pero, ¿qué no lo hacía?
- Siempre que me levanto mis ojos están rojos de haber dormido y por supuesto mi voz está fría. Es normal que suene así.
Por primera vez en ese día, se miraron directamente a los ojos.
Kim observó la calidez en sus profundos ojos. Le transmitían una paz que no existía en su mundo. Pero, ¿cómo iba a existir? Tenía a un hombre detrás de ella y no sabía lo que quería. Pero si sabía que no quería morir. No estaba segura a pesar de estar a kilómetros de su casa. Pero en los ojos de Logan, encontraba refugio y una seguridad que nunca experimentó. Su corazón se encogió y se negó a sentir nada por él. No podía sufrir de nuevo. No podría superarlo.
En cambio, Logan se deslumbraba en los ojos azules como el cielo en primavera, el mar al amanecer, a esas piedras preciosas llamadas turquesas. Notó una debilidad oculta no muy en el fondo. Una barrera de fuerza que intentaba poner ante sí mismo, como un escudo. En ese momento vio que no tenía ninguna chispa que en ocasiones se quedó admirando. Él no tenía ese brillo.
No comprendía que le sucedía, pero no quería hacer que Christian se sintiera peor. Asintió ligeramente con la cabeza e intentó disimular que no le creía.
- De acuerdo.
Kim salió deprisa del baño y Logan se dispuso a echarse la espuma, aun con la cabeza en otro mundo...