01.

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Y estuvimos a punto de fundirnos en un precioso beso...

Una regla de metal se estampó sobre mi banco haciéndome despertar de golpe -Disculpe señorita Hamilton, pero si tiene mucho sueño, le recomendaría que se saliera de mi clase en este preciso momento- exclamó la señora Martin. Una profesora de matemática y física, cuarentona con apariencia de cincuenta, gafas de anciana y se le conocía más por usar el lápiz labial en los dientes en vez de los labios.

Toda la atención se posó en mi. Limpié la saliva que se había escurrido sobre mis labios y refregué mis ojos -Yo- me aclaré la garganta buscándome una buena excusa -Me dolía la cabeza, disculpe- bajé la mirada al suelo.

Y peor excusa no pude haber dado.

Levantó una ceja y ladeó la cadera hacia un lado -Bien- giró sobre sus talones dejando de lado el problema -Sólo porque el director no se encuentra en su oficina en estos momentos, lo dejaré pasar por hoy- suspiré de alivio.

Asentí repetidamente y presté toda mi atención en la clase.

Todos los que se encontraban en el aula de clase, apuesto a que eran completamente normales. No tenían sueños extraños o estarían enamorados de un producto de su imaginación.

Por otro lado, ahí estaba yo. Sentada al fondo de la clase, una chica de estatura promedio y una belleza nada distinta a la de los demás, ojos marrones, una melena llena de rizos castaños y labios rosados, que soñaba con un chico en específico casi todas las noches, patético, bueno, eso era poca cosa, si se lo dijera a alguien, probablemente le resultaría enfermizo, siempre prefería callarlo.

La campana sonó, cerré mi cuaderno de Matemática, guarde mis útiles, los metí en mi mochila y me levanté para dirigirme al comedor.

Me sentía exhausta, no había podido dormir muy bien estos días y comenzaba a vivir con miedo, miedo de perderlo, de despertar y no volver a verlo nunca más. Me encariñaba con él poco a poco y eso no me gustaba para nada.

Saliendo del aula me crucé con Delilah, una de las pocas mejores amigas que tenía.

-Oye, ¿y esa cara?- levantó una ceja mirándome con desaprobación. Negó -Grace Hamilton jamás debe lucir de ese modo- tomó mi mano y ni me dejó protestar -Vamos al sanitario a darte un poco de luz- y literalmente me sacó a rastras del lugar.

Llegamos al sanitario y me metió a empujones en este. Me acercó al lavabo y primero que nada me salpicó un poco de agua sobre el rostro para refrescarme, después tomó un poco de crema para humectar y la pasó en la misma área de antes. Me aplicó polvo y corrector para mis inmensas ojeras, brillo labial con olor y sabor a durazno y por último, me pellizcó un poco las mejillas para darles color.

No es que usáramos mucho maquillaje, pero definitivamente antes parecía que me habían sacado de aquel video de zombies de Michael Jackson.

Salimos del sanitario y nos dirigimos al comedor, y ahora si, sin enormes imperfecciones y negatividad cubriendo mi rostro.

Abrimos las puertas de éste, escogimos mesa, y en lo que Delilah se quedaba en la mesa esperando a las demás, yo fui a comprar mi comida.

Regresé a la mesa donde se encontraban Delilah, y mis otras dos amigas, Mikayla y Anne, sentadas esperándome con una sonrisa en sus rostros.

Dreams; Chandler Riggs (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora