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Aunque Cris no me retó, los dos días de expulsión fueron demasiado aburridos, aún así recapacité en los errores que había tenido aquel día con Juan Pedro. Siempre terminaba con la conclusión de que él había tenido la culpa inicial. Pero Cris remataba: "Si no le hubieras seguido, ahora los dos estarían en clase, que es dónde de verdad les corresponde estar".

Y aquella tarde de jueves, de primeros de marzo, Pablo nos invitó a ir a su casa a comenzar con el trabajo: "Por fin algo productivo en días" pensé. Entonces me vestí, me puse perfume para agradar al denso de Peter y me fui directa a la casa de Pablo (él les había dado la dirección a las chicas para que no tuviera ningún problema para ir). Serían las 4 y media de la tarde cuando llegué a esa enorme mansión, situada en el centro de la ciudad. Euge me había comentado que Agustín y Peter también vivían en una de esas casas tan enormes y bonitas, muy cerca de la de Pablo (supongo que sería Agus el que se lo había dicho, porque los tres días que llevábamos yendo al colegio, no había dejado de hablar con él: "Agus por aquí... Agus por allá... Agus, Agus, Agus...").

Toqué el timbre y una mujer con el pelo corto negro y bien vestida me abrió.

— ¿Quién sos? — me preguntó secamente.

— Mariana, Mariana Espósito. Soy compañera de Pablo en el colegio. Vengo a hacer con él un trabajo.

— ¡Ah, ya sé quién sos! Clau me ha hablado muy mal de vos, a Peter le expulsaron del colegio por tu culpa.

De repente, vi a Pablo y Peter venir caminando por el pasillo en dirección a la puerta. Ellos iban a abrirme la puerta, pero la desagradable madre de Pablo lo había hecho antes, para decirme todo lo mala que era, porque una tal Clau se lo había dicho, porque a Peter le habían echado del colegio por mi culpa.

— Pasa. Está es una casa de bien, espero que no hagas líos ni rompas nada, ¿de acuerdo? Si lo hacés tendrás que pagarlo vos. Y mucho menos te pelees acá con mi hijo o con Peter.

Suspiré y pasé sin decir nada. Me fui con Pablo y con Peter y los saludé. Pablo notó rápidamente que me pasaba algo:

— ¿Pasó algo con mi mamá?

— Sí, debe ser que una mujer que se llama Clau habló pestes de mí.

Pablo miró a Peter:

— Fui mi padre. Clau es mi mamá.

Me lo había imaginado, pero fue mejor callarse y no decir nada. Simplemente miré al piso de nuevo, cómo tantas veces ya lo había hecho.

— Vamos a hacer el trabajo a mi cuarto mejor — comentó Pablo.

Los tres fuimos al cuarto de Pablo. Nos mandó sentarnos en la cama y el se sentó en la silla giratoria del escritorio:

— Bueno, ¿de qué país quieren hacer el trabajo? — nos preguntó.

Peter y yo estábamos ambos callados.

— Dale chicos, tienen que hablar, participar un poquito. Yo había pensado en España, ¿qué les parece?

— Por mí está bien — respondió Peter.

— Lo mismo digo — dije mientras seguía mirando al piso.

— Miren, yo así no puedo hacer el trabajo. Comprendo que estén enojados él uno con el otro — dijo Pablo —, pero ni yo ni el trabajo tenemos la culpa. Arréglense, por favor.

— Nunca en mi vida me habían echado del colegio hasta que llegó ella y lo cagó todo.

— ¡Vos empezaste! — grité.

— ¡Yo no hice nada! Sos vos la que se toma las cosas de broma en serio.

— Sí claro, y lo de huerfanucha también iba en broma... — dije sarcástica.

— ¿Y? Es lo que sos, sos huérfana. No debería sentarte mal que yo te llamara huérfana.

— ¡Pues no lo hagas porque me sienta mal en serio!

— Soy libre de hacer lo que quiera, nenita.

— ¡BASTA! — gritó Pablo —. Si siguen así se lo voy a decir a la profesora. Que cada vez que nos juntamos para hablar del trabajo solo pelean y no trabajan.

— Ella es la que pelea.

— ¡Vos también la peleas Peter! ¡Parecen dos bebés en serio! Llévense bien, por favor se lo pido.

— ¡Nunca! — gritó Peter.

— Da igual Pablo... — dije —. Que él se lleve mal si quiere, yo solo quiero que no me pongan una mala calificación en el trabajo. Así que, dime por dónde podemos empezar.

— ¿Ves? Lali es mucho más razonable. Vení La — caminé hasta ponerme de cuclillas al lado del escritorio —, comenzaremos buscando información sobre la prehistoria en España. Tenemos todo el curso para hacerlo, así que nos puede quedar un buen trabajo. Si querés podemos hacer un documento con toda la información y después una presentación. La diremos a Roberta que si lo podemos exponer en clase, ¿te parece?

Asentí con la cabeza:

— En la Residencia no tenemos Internet, pero no te preocupes porque puedo buscar algún libro de Historia de España en la biblioteca.

— Perfecto La...

Peter seguía callado y sentado en la cama. Y pasaron dos horas, mientras nosotros programábamos el trabajo, y él no había dicho más que "Sí" o "No", para decidir sobre la información que buscaba.

— Bueno, ya tenemos hasta la Edad Media esquematizado — dije —. Si quieren pueden venir a la Residencia, busco libros y así podemos contrastar la información — dije sonriendo.

— Mi papá no me deja pisar ahí — dijo Peter levantándose de la cama.

— ¿Y entonces cómo quiere que apruebes el trabajo?

— Además, yo también quiero que vengan a mi casa, así mientras estudiamos también les invito a merendar.

— Mi papá puede hacer que apruebe el trabajo sin hacerlo. Así que no se preocupen por ello. Chau Pablo — se despidió tan solo de Pablo y salió de la habitación.

— ¡Dios! Es tarado. Perdón La, es como un nene chiquito, lo siento en serio, siento mucho que se comporte así.

Negué con la cabeza:

— Vos no tenés la culpa, y no tiene importancia Pablo, no te preocupes. ¿Entonces vos venís el sábado?

— Claro. No te preocupes — dijo dándome dos besos —. Te acompaño abajo.

— Dale.

Fuimos abajo, y Pablo me acompañó a la puerta. Al salir vi como la mamá de Pablo seguía mirándome mal, pero lo ignoré.

Crucé el jardín yo sola hasta llegar a la enorme avenida. Solo había casas de ricos a un lado y al otro de la acera. Al ser aún un poco pronto, fui paseando y observando con detalle cada casa. De repente, 6 casas más allá de la de Pablo, vi una mansión preciosa. De color blanco, con unas escaleras enormes para entrar. En el jardín, había un árbol enorme, en el que había un columpio sujeto. Más allá, entre las vallas bien pintadas, podía divisarse una piscina con un trampolín y un tobogán. "Dios, es preciosa" pensé. Pero ya podía ir olvidándome. Yo nunca viviría en una casa tan linda. Por lo que me di la vuelta y seguí caminando. Entonces, vi un árbol, un árbol que desprendía un agradable perfume. Estaba repleto de flores de color azul-violeta. Y en el tronco, con una caligrafía irregular, había tallado: "P❤️L".

P y L... ¿Quiénes eran P y L?

El Perfume - TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora