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Y llegó el sábado. Y con él, Peter y Pablo vinieron a mi nuevo hogar por segunda vez. La tarde transcurrió tranquila, con risas, bromas... Avanzamos mucho con el trabajo, y Peter fue todo un caballero conmigo, en todo momento. Mientras, Pablo nos jodía con la frase: "Ahora se tratan bien porque están enamorados el uno del otro, ¿cuándo va a haber casamiento?". Peter negaba con la cabeza y decía que yo no le gustaba, que tan solo habíamos empezado a ser buenos amigos. Pero yo no podía decir lo mismo, de verdad que Peter me gustaba, y cada día más... Además, ahora me trataba bien, como a una amiga de toda la vida.

A las 7 de la tarde, terminamos la parte de trabajo que nos tocaba para ese día, y los chicos decidieron regresar a casa:

— ¿Les acompañó? — me ofrecí.

— Luego tenés que volver sola Lali... — dijo Peter.

— Ay, Romeo se preocupa por Julieta — bromeó Pablo —. Ahora ya todos entendemos porque la dejaste a Mery. Porque estás loquito por Lali.

— No seas denso Pablo, Lali y yo no nos gustamos, ¿verdad Lali? — me preguntó Peter mirándome con esos dos intensos ojos verdes con los que me daban ganas de besarlo al instante.

— Claro que no — mentí —. No nos gustamos para nada.

— No lo oculten más chicos, en serio — Pablo rió.

— Bueno, ¿me dejan acompañarlos? — pregunté, cambiando de tema.

— Pero avísame luego de que llegaste bien a casa, ¿si?

— Sí papá — bromeé.

Agarré mi campera, puesto que aquel día hacia un poco de frío y los acompañé hasta aquel barrio rico en el que los chicos vivían. Al entrar por la calle opuesta, primero dejamos a Pablo en su casa, y por culpa de mi mala suerte, volví a quedarme a solas con Peter. Y, como cada día me gustaba más, cada día me ponía más nerviosa estar a solas con él.

— ¿Tenés frío? — me preguntó mientras caminábamos.

— No, con mi campera estoy bien, tranquilo — lo miré sonriendo, aunque si era verdad, que tenía frío.

— Es que es muy delgada, te dejó la mía si querés y el lunes me la devolvés.

— Pero es tuya, a mí siempre me enseñaron que...

— A vos te criaron en una bola de cristal Lali, cuando una persona te ofrece algo, es de buena educación aceptarla, sino lo aceptas es de mala educación, y vos misma me has demostrado muchas veces que no sos maleducada. Así que — se sacó la campera quedándose tan solo en camisa y la colocó sobre mis hombros —, ahora te toca aceptar mi campera.

Suspiré y sonreí. Metí los brazos en las mangas y me abroché la cremallera. Me quedaba enorme, pero era mucho más abrigada que la mía, y con ella estaba muy calentita.

— Estás muy linda con ella puesta, ¿sabés?

— Bueno, no hacen falta tantos halagos, de verdad — reí.

Caminamos otro poco más y finalmente llegamos a la casa de Peter. Nos quedamos parados en la entrada, mirándonos el uno al otro como dos tontos.

— ¿Querés pasar? — me invitó de nuevo.

— Es que... A tus padres no les va a gustar verme.

— Mis papás salieron a cenar por trabajo. Tan solo está mi hermano, y él, bueno, ya verás que a él no le importa que pases, estará jugando con la computadora. Por cierto, el martes pasas de vuelta, te invito a merendar, ¿dale? Se lo decís a Cris.

— Cris no me dice nada, sabe como soy y no suele retarme. Pero se lo diré para que no se preocupe — sonreí. Él me abrió la puerta de su casa y yo pasé. Caminando a la par cruzamos el tan arreglado y cuidado jardín y entramos en la casa de Peter, aunque, más que casa, parecía una mansión.

Peter me ayudó a sacarme su campera y mi campera y las dejó colgadas en el perchero de la entrada. Me daba miedo tocar algo, porque todo parecía muy delicado. Tan solo lo miraba a Peter:

— ¿Pasa algo? — me preguntó —. ¿No te gusta mi casa?

— Es muy linda — sonreí.

— Me alegro que te guste — él también sonrió —. Vení a la sala, te presentaré a Bauti.

Cruzamos el enorme pasillo. Yo me fijaba en cada detalle de aquella enorme casa. Los padres de Peter, tal y como me había imaginado, debían ser millonarios, o multimillonarios tal vez. La casa estaba llena de lujos y de cosas caras y delicadas. De repente, vi a una muñeca a la que la faltaba un brazo, estaba justo en la esquina.

— ¡Oh! Se llama Lizzy, se rompió hace tiempo. Pero como era de mi abuela mi mamá no quiso tirarla a la basura.

— ¿Quién la tiró al piso? — pregunté curiosa.

— Yo — dijo Peter riendo —. No lo hice queriendo, lo que pasa, que acá, antes había una mucama que vivía con su hija, por lo que me contaron mis papás. Yo era muy chiquito y ella y yo éramos amigos, debíamos estar jugando con ella y a mí se me cayó al piso.

— ¿Y la mucama se fue?

— La echó mi papá por chorra, debió robar varias joyas. Y en cuánto las devolvió mi papá la echó, a ella y a la nena. Igual no me acuerdo de ella casi, tampoco tuve tanta relación con ella — dijo Peter, sin darle mucha importancia al tema.

Después fuimos hasta dónde estaba Bautista, el "hermanito de Peter" que debía tener como 12 o 13 años.

— ¡Bauti! — le llamó Peter.

Bauti paró el juego en la TV y se levantó a saludarnos.

— ¿Ya tenés nueva novia? — fue lo primero que le dijo a Peter al verme.

— No pendejo, es una amiga. Lali este es Bauti, Bauti esta es Lali.

— Está buena — me dijo el nene mirándome de arriba abajo.

— Y es más grande que vos, así que mejor no te zarpes. Estamos en mi cuarto, si necesitas algo subís, ¿si?

— No quiero ver a mí hermano haciéndolo otra vez con otra chica.

En ese momento, mi mundo se derrumbó. Me mordí el labio, intentando aguantar las lágrimas... Seguramente, Peter y María ya lo habían hecho antes...

El Perfume - TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora