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Aquella noche no dormí. Para nada. Ni una sola hora. Incluso el ruido del respirar de Euge me molestaba. Era horrible pasarse la noche en vela. Por suerte, aquel día era domingo, y no tendría que ir al colegio.

Me levanté de la cama y fui directamente a la cocina a picar algo. Anoche no había cenado, porque Cris me mandó directamente a dormir, y tenía muchísima hambre.

A aquellas horas, las 7:15 de la mañana, no había nadie en la cocina, así que tenía que aprovechar. Agarré un par de bollos de chocolate, cuatro galletas y un vaso de agua. Me senté a comérmelo en la cocina, pensando en Peter. ¿Se habrían enterado ya sus papás de lo del atropello, o no se lo habría contado? ¿O tal vez les habría contado lo de que yo había estado toda la tarde en casa con Peter viendo una peli? ¿Y ya sabrían lo del embarazo? ¿Cómo se lo hubieran tomado?

Igual que Euge anoche, miles de preguntas se me venían a la cabeza. Necesitaba hablar con Peter, pero no tenía su número de celular. El de su casa lo podría conseguir en la guía telefónica, pero, ¿y si atendían los padres? ¡No, eso sí que sería horrible! ¡Entonces jamás volverían a atenderme! Algo se me tenía que ocurrir, necesitaba hablar con Peter, y rápido.

Así que directamente, fui a buscar la guía telefónica y miré la casa de la Familia Lanzani Vargas. Tras estar buscando un buen rato, al fin la encontré, me apunté el número de teléfono en la mano y volví a dejar la guía en su lugar. Cuando pasaran un par de horas, lo llamaría, sin duda.

Me senté en la sala y me puse la TV para estar más entretenida. A eso de las 8:30, la primera que se levantó, fue Daniela:

— ¡Lali! ¡Por fin! ¿A qué hora llegaste anoche?

— No muy tarde, descuida — la dije mirándola mal. ¿Qué la importaba a ella?

— ¿Qué hicieron Peter y vos mientras estuvieron a solas?

— Ver una película de terror — dije simplemente.

— ¿Estás enojada?

— No.

— Parece que sí.

— Déjame Daniela... — volví a mirar la TV.

Daniela suspiró y se fue a la cocina caminando rápido. No estaba para preguntas, y con la única que quería hablar era con mi mejor amiga. En ella confiaba muchísimo, y sabía que no me podía traicionar contando chismes absurdos.

Todas, poco a poco, fueron bajando a desayunar, y la última en hacerlo, fue Cris. Era mi hora, tenía que hablar con ella sí o también.

— Cris, buen día.

— Buen día Lali.

— Tenemos que hablar. De algo urgente.

— ¿Qué cosa?

— De algo que ocurrió anoche.

— No me des disgustos.

— Es que, no vinimos caminando... Peter le agarró el auto a su papá, y... bueno, iba muy rápido, no pudo frenar y atropellamos a un anciano.

— ¡¿CÓMO?!

— No fui yo, yo paré, le ayudé al hombre. No te enojes Cris por favor.

— Claro que me enojo, y ahora mismo voy a llamar a los padres de ese nene, deben ponerle freno, es un loco.

— ¡No! Ellos no saben que ayer estuve en su casa, me odian Cris, de verdad. Por favor, no lo hagas.

— ¿Cómo que te odian? Ahora mismo voy a hablar con ellos, no hay más que hablar.

— Tengo acá el número de ellos — le mostré mi muñeca a Cris.

— Bien, los llamaré de inmediato — Cris fue a buscar el teléfono de la casa y marcó el número rápidamente.

~Llamada telefónica~

Padre de Peter: — ¿Hola?

Cris: — Hola, soy la tutora de Lali, una de las compañeras de su hijo en el colegio. Le llamo para contarle sobre una cosa que les sucedió ayer a ambos.

Padre de Peter: — ¡Oh! Si es algo de la niña salvaje no me interesa nada, debería meterla en un zoo.

Cris: — No voy a dejar que hable así de mi niña. Su hijo es el salvaje, agarró su auto anoche y atropelló a un anciano, y es verdad, mi pupila estaba de testigo.

Padre de Peter: — ¿Pero usted está loca o qué?

Cris: — No estoy loca, usted está loco. Su hijo tiene 16 años y se comporta como uno de 18, podrían haber matado a ese hombre. Trabajo para el Consejo de Menores, y le digo que si usted no pone freno a su hijo, puedo hacer que se lo quiten.

Padre de Peter: — Y yo puedo hacer que a su niña salvaje la metan en un reformatorio, soy abogado, ¿sabe?

Cris: — Mi niña no hizo nada, es más, fue ella quién se sinceró conmigo y me lo contó. Por lo menos hago que tengan una confianza, que se sientan seguras y vivan en el ambiente de familia que nunca conocieron.

Padre de Peter: — Me importa un rábano señora. Puedo hacer que usted y todas sus niñas acaben mal, así que tengan cuidado, hasta luego.

Y ahí el padre de Peter, cortó la llamada.

El Perfume - TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora