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-Llamada telefónica-

— ¿Si? — atendió Elisa, una de las encargadas de la oficina y administración del colegio.

— Hola, soy Cristina Morena. Llamo porque hoy una de mis pupilas no va a poder asistir a clases. Como el resto de mis niñas si va, no habrá ningún problema en que la pasen el resto de tarea atrasada.

— ¡Oh! — exclamó Elisa —. ¿Y se puede saber qué es lo que la pasa a la niña? ¿Y por supuesto, a qué clase va y cómo se llama?

— Mariana Espósito, 3º A de secundaria. Ayer por la noche empezó con fiebre y dolor de panza, llamamos al doctor y tiene una infección, no es nada grave pero tiene que estar en reposo para que no se enferme más. Mañana llamaré de vuelta, tampoco creo que pueda ir.

— Bueno, yo les aviso a los profesores y a la tutora, muchas gracias señora.

-Fin de la llamada-

Bien. Había dejado a Peter solo con él plan. Me gustaría haber podido ir, que me rescatara de la cama en la que estaba acostada, tapada solo con la sábana fina, ya que el doctor había dicho que no debía estar ni demasiado abrigada ni demasiado destapada (ni él mismo se aclaraba). El único plan que me quedaba era escaparme de la residencia por la escalerilla de incendios y que él me esperara abajo para ir juntos a su casa, pero claro, antes de hacer eso, tenía que llamarlo. Así que quede en llamarle a las 3 y media de la tarde, y que cuando saliera del castigo, viniera a buscarme.

Como no tenía otra cosa que hacer, y todavía no teníamos mucho que estudiar, Cris me trajo antes de irse a trabajar una caja con libros viejos y llenos de polvo. Rebusqué entre ellos, hasta que encontré finalmente uno que me gustó: "Romeo y Julieta" de William Shakespeare. Y bueno, si la actualizaran un poco y la llevaran a la actualidad, no sería una obra tan aburrida, yo votaría porque la modernizaran.

Limpié con la manga del pijama la tapa gruesa del principio y me puse a leer. Con el silencio de la casa, me concentré bien, y como estaba cómoda no dejé de leer ni un solo momento. Hasta que me di cuenta de que eran las 11 de la mañana y tenía que tomarme la medicina que me había recetado el doctor. Me la tomé y seguí leyendo. Al final dejé el libro por la página 160, y lo devolví a la caja polvorosa de la que provenía. Me sabía el final, así que no era necesario seguir con la lectura. Tanto para que al final mueran los enamorados protagonistas.

A la 1 llegó Cris, y a y media las chicas. Euge subió al cuarto para ver cómo estaba. Me dijo un montón de cosas que le habían dicho los compañeros para mí. Hasta que la pregunté por Peter:

— ¿Peter? ¿Qué qué me ha dicho? No me dijo nada.

— ¿Qué? — pregunté afónica, ya que la infección también me había afectado a la garganta. Era bipolar ese chico, a veces bien, a veces mal...

— Es que ha preferido venir a decírtelo él mismo — de repente, cruzando la puerta, estaba mi príncipe azul. Tan lindo, con su uniforme, peinado, con su exquisito perfume tan peculiar. Euge rió y nos dejó solos para hablar de nuestras cosas. Peter se sentó en la cama y me puso una mano en la frente. Cada vez que me tocaba la piel, sentía que me ponía roja, y me avergonzaba de que él pudiera notarlo.

— Me has dejado solito en el plan, ¿eh? Aunque prefiero que te pongas buena.

— Había pensado en llamarte y aún así ir a ayudarte.

— No voy a dejar que me ayudes porque quiero que te pongas buena linda... ¿Estás cómoda con una sola almohada, no preferís que te ponga otra?

— Da igual, ya lo hacen las chicas.

— Permíteme el gusto — Peter rió y agarró la almohada de la cama de Euge, me hizo levantar la cabeza y me la puso por debajo para que pudiera estar más cómoda con la cabeza más alta —. ¿Mejor?

Asentí.

— Me quedo hasta las dos, y después me voy. ¿Crees que estarás mejor mañana?

— No sé, el doctor dijo que en unos días estaré mejor, no sé hasta cuanto va a durar esto.

— Espero que dure poco, tenemos muchas cosas por hacer, incluido el trabajo con Pablo...

Sonreí. Tal vez si había venido a verme mientras que yo estaba enferma. le gustaba de verdad. Me quería morir, ¡le gustaba de verdad a Peter!

— También tengo una sorpresa para cuando te pongas buena.

— ¿Qué cosa?

— Las sorpresas son sorpresas y no se dicen.

— ¡Ah bueno! — reí. Él me miró y sonrió dulcemente.

— ¿Tu cumple era el 31 de marzo no?

— Sí, cumplo 15.

— 15 y por la altura pareces de, 10, más o menos.

— ¡Ey no te metas con mi altura! Cada uno tiene la altura que le ha tocado. Mi mamá también era chiquitita.

— ¿Ah sí?

— Sí, mira en la cajita esa, tengo una foto con mi mamá de cuando era pequeñita.

Peter sonrió y fue a mirar en la cajita. Empezó a sacar botones, dedicatorias en hojitas de papel, el primer diente que se me cayó porque le tenía miedo al ratoncito y por eso lo guardé... Hasta que finalmente, sacó la foto.

— ¿Esta era tu mamá?

— Sí — dije mirando la foto, feliz por como estaba de la mano con ella. Yo era tan chiquitita. Peter agitó la cabeza:

— No... No puede ser...

— ¿Pasa algo?

— Que creo que tu mamá...

— ¿Qué pasa con mi mamá?

— No sé, se me parece mucho a alguien que conozco, y vos... vos de chiquita, también me resultas familiar no sé...

¿Familiar?

El Perfume - TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora