Capitulo 42.

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De París a Ginebra, Suiza: 1 hora y 10 minutos de vuelo

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De París a Ginebra, Suiza: 1 hora y 10 minutos de vuelo.

―No has soltado ese libro desde que subimos al auto―comentó Alexander llamando mi atención.―¿tan bueno es?―me pregunto y yo sonreí.

—Bastante―comentó coloque el marco de página para cerrarlo y luego continuar leyendo donde me había quedado.―es difícil dejar de leerlo. Ana Maria Matute es una gran escritora fue una pena su muerte.―me encogí de hombro―ademas tu esta ocupado―señale con la cabeza la tablet que tenía en las manos. Alexander me sonrió colocó su brazo sobre mis hombros y me atrajo hacia su pecho, besó mi cabello y preguntó.

―Lo siento, debo revisar unos acuerdos.―dijo mientras pasaba su mano de arriba a abajo mi brazo.―¿cual de todos los libros de Ana Matute está leyendo?―preguntó.

―Paraíso inhabitado―dije mostrándole la portada―aunque mi preferido es el de: El verdadero final de la bella durmiente.

—Tienes gustos mi variado en lo que se refiere a la lectura.—me sonrió.—Te gustan los libros de Paulo Coelho, las tragedias románticas de Shakespeare, la fantasía de Twilight, el erotisimo tipo cliché de Cincuenta sombras de Grey y romance de Jane Austen.

—Es que yo no me fijo en el género—dije y como esa no era una respuesta concreta decidí explicarme.— Quiero decir yo me fijo en el título de libro y en el resumen del libro.—me encogí de hombro.—si conozco al autor fantástico sé que me gustara desde el principio sino pues... sí me gusta el titulo lo leo y ya.

—si lo note.—dijo y yo lo miré con el ceño fruncido.—me refiero que me di cuenta por los libros que compraste para leerle a la bebé.—sonreí sintiéndome orgullosa.

Había comprado varios libros para leerle a mi hija de Dr. Seuss, Roald Dahl, Lucy Maud Montgomery, Invención Hugo Cabret de Brian Selznick y otros más. Porque yo tenía una buena coleccione libros infantiles míos que estaba segura que le encantaría a mi hija. Yo no quería que se convirtiera en una zombie adicta al celular o la computadora quería que se fuese auto educando y que desde pequeña supiese lo que es tener un libro en las manos, ir a una biblioteca que su crecimiento fuese como que yo tuve...con cada cosa a su edad. Por eso no me había deshecho de mi viejos libros, tenía los siete libros de Las Crónicas de Narnia de C.S. Lewis, los cuentos de hada de los hermanos Grimm, La telaraña de Charlotte de E. B. White, Donde viven los monstruos de Maurice Sendak, Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll, El patito feo de Hans Christian Andersen, El principito, Peter Pan, Camelot, El mago de Oz, Pinocho y otros más que le leería cuando estuviera más grandes como los de Harry Potter, Los de Twilight, El hobbit, El señor de los anillos, Los juegos del hambre, Una serie de eventos desafortunados de Lemony Snicket, etc.

―Es que no quiero que nuestra hija se convierta en un zombie adicta a la tecnología―dije Alexander me miró con la ceja levantada y con la mirada me decía <<enserio crees lograr eso>>.―De acuerdo, se que es inevitable pero...―me encogí de hombro―pero lo que yo no quiero es que mi hija sea una dependiente de la tecnología, que no se pueda comunicar con una persona sino es por un teléfono ¿entiendes?

Un canalla arrepentido [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora