1. Isla Mirte

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Los rayos del sol pasaban débilmente por las gruesas cortinas blancas, con estampado de flores, de los ventanales redondos. La habitación que acogía aquellos rayos solares, era de 12 metros cuadrados, dividido en la habitación principal, todo color blanco y colores pasteles, el baño, que más bien parecía una fuente, y el fastuoso clóset, digno de una princesa.

Pero ahí, no dormía una princesa, sino una chiquilla de 16 años, con aspecto de 12. La dulce e inocente Narissa, la encantadora nieta del viejo terrateniente Ogen, que parecía sacada de un cuento de hadas. Dormía plácidamente, en una cama grande con dosel. Parecía un hada, que al despertar, traería la primavera con ella.

No se percató, que una mujer de edad avanzada, bastante regordeta, entró en la habitación, seguida por una jovencita alta.

–Es hora de despertarse pequeña princesa –dijo la mujer –tu abuelo te espera para el desayuno, y Karima llegará pronto.

–Mmm... –Unos gruñidos quejumbrosos, y poco a poco abrió sus ojos, que demostró unos iris lilaceos –Rizza, ¿podrías por favor​ traer mi vestido blanco griego?

–Por supuesto señorita –Raizza, era la hija de la mujer que había despertado a Narissa. Llevaba el nombre de la madre de la niña, pero solo en la pronunciación, porque lo habían escrito mal a la hora del registro.

–Velinda, ¿cómo está el día? –preguntó aún envuelta por el sueño la adolescente.

–El sol brilla como todos los días, y los pájaros cantan por ti –contestó la mujer mayor, Velinda.

Muchos años antes de que el terrateniente Ogen llegara a la isla Mirte, el antiguo señor que vivía ahí, abandonó a sus súbditos, dejándolos en la pobreza máxima. Eran persona analfabetas, con salud deplorable, y bastante salvajes. El abuelo de Narissa, primero se dedicó a ayudarlos, les trajo comida, casas decentes, educación, médicos y enfermeras para tratar enfermedades, infecciones e incluso heridas. Velinda era de aquella época, y siempre se había sentido agradecido con Ogen y su familia.

Narissa se dirigió al cuarto de baños, que era una enorme fuente circular de mármol, con un delicado tallado de concha, y el agua caía por la boca de la estatua de un pez. Velinda y Rizza, tenían todo preparado para su baño. Las toallas, los aceites para el cuerpo y las cremas para el cabello. Cuando estuvo lista, la vistieron con su vestido griego blanco, y su cabello de colores pasteles, en una trenza cintillo, sin adornos.


(La bañera de Narissa

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(La bañera de Narissa....y sí, es de la Sirenita)

Tal vez, el detalle que llamaba más la atención, era los cabellos pasteles multicolores que tenía Narissa, eran de tonos celestes, rosas y lilas, siempre en tono pastel.

Narissa se dirigió al estudio de su abuelo, que se encontraba dos pisos más arriba, era una habitación igual de grande que el suyo, con paredes recubiertas de madera de roble oscuro, con hermosas pinturas de óleo, donde estaban ambos, la madre de Narissa, Raissa; su abuela, caballos, la abuela en el jardín de la capital, Raissa de bebé, niña, adolescente, mujer.

Raissa, había sido llamada por el reino, como la mujer más hermosa de Zurza. Y solo quedaba su delicado recuerdo, en la memoria y los espectaculares retratos. Lamentablemente, ella había fallecido, cuando Narissa solo era un bebé. En cuanto a su padre, solo sabía que se trataba de un negociante, que había muerto en alta mar, producto de un ataque de piratas.

Narissa era huérfana, pero su abuelo, se había encargado de solventar todas las falencias, que podía tener su amada y única nieta.

–Buenos días abuelito –dijo ella, toda jovial – ¿dormiste bien?

–Buenos días pequeña princesa –dijo mientras dejaba una tablet negra, en el borde de la mesita –eh descansado bastante bien, gracias.

Un hombre canoso, con traje de frac, le sirvió un aromatizado café de avellanas, al abuelo, mientras que a la niña, una tibia leche con chocolate, con estrato de canela.

–Narissa, debo comunicarte algo –dijo su abuelo de lo más calmado –tengo pensado, dar una fiesta dentro de tres días, aquí, por motivo de tu cumpleaños, para que tú y Karima lo planeen todo.

La niña, pegó un chillido ahogado de la emoción; les encantaban las fiestas, atender a los invitados, los vestidos de Karima, idear nuevos postres y platos, la decoración, todo. Pero sobre todo, porque sería su cumpleaños

–Me encargaré gustosa.

Narissa ni siquiera puso en duda la palabra de su querido abuelo, por lo que, al terminar de desayunar, fue directo a su habitación, cambió su vestuario, a una túnica que llegaba hasta cuatro dedos bajo su rodilla, y unos pantalones de fina tela, que llegaba a sus tobillos. Se sentó en su escritorio, y sacó un cuadernillo de tapa dura con hojas amarillas, donde comenzó anotar, todas sus ideas. 45 minutos más tarde, Rizza le avisó que Karima ya había llegado al puerto de la isla.

Como era de costumbre, salió rauda a su encuentro. Llegó al corredor principal, y bajó por el ascensor hasta el piso 1. Tardó 3 minutos en llegar, y justo cuando ella salía, Karima se estaba bajando del carruaje. Corrieron la una a la otra, fundiéndose en un abrazo, como si no se hubiesen visto en años, pero sólo había sido un día y medio.

Karima vivía en la isla vecina, en Ralaus, más conocida como la isla del eterno verano. Su padre era el terrateniente, y se dedicaban a las frutas exóticas, mientras que en Mirte, se dedicaban a la crianza de caballos. Karima era la segunda de cuatro hermanos. Su hermana mayor ya estaba casada, y sus hermanos menores, no eran tan apegados a ella. Ambas se habían conocido hace 10 años, en una fiesta en la isla Derus, desde entonces se habían vuelto inseparables, y Karima iba día por medio a la isla, ya que el abuelo Ogen, no dejaba salir mucho a su nieta.

–Te tengo una gran noticia amiga –dijo Narissa con entusiasmo.

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Les dejo la imagen de como se vería el cabello de Narissa.

Les dejo la imagen de como se vería el cabello de Narissa

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