16. Baile, rumores y encuentros

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Los reyes decidieron habilitar la pista de baile, siendo la primera pareja en bailar un vals. Le siguieron Berenice y Melkart, y así un sin fin de parejas. Clarissa seguía sentada, y miraba a todos con una sonrisa, una sonrisa falsa, notó Narissa.

Había una gran cantidad de invitados, y Oria había explicado que en realidad eran pocos, que seguramente, en la boda de Berenice habría un número mayor, y el día que Clarissa se casara, sería una fiesta aún más grande. Las chicas notaron cuando el encantador de Lainer, subió los peldaños donde estaba sentada Clarissa y la sacó a bailar. Sus mejillas se tornaron rosas, y si Narissa no hubiera sabido que ambos eran primos, probablemente habría pensado que eran pareja. Ambos eran muy atractivos, pero, era de esperarse.

Las luces disminuyeron su intensidad un poco y el vestido de la princesa comenzó a iluminarse como por arte de magia.

A Oria la sacó a bailar un muchacho, y ella aceptó enseguida, Casia y Dunia, reían mientras bailaban con unos jóvenes, Aleera bailaba con un enmascarado, y sola quedaba Narissa, escondida

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A Oria la sacó a bailar un muchacho, y ella aceptó enseguida, Casia y Dunia, reían mientras bailaban con unos jóvenes, Aleera bailaba con un enmascarado, y sola quedaba Narissa, escondida...

Todo le llamaba la atención, las luces, la decoración. Todo era mucho más grande y más exorbitante que en Mirte. No se percató, que Clarissa bailaba ahora con su padre, y que Lainer se dirigía a ella, a paso seguro.

– ¿Me permite ésta pieza? –extendiéndole su mano.

Narissa se sonrojó, pero nadie lo notó debido al color de las luces. Bailaron un vals alegre, haciendo que ambos rieran, de todo y de nada a la vez. Una vez que acabó el vals, Lainer bailó con Oria, y Narissa se dirigió a una de las mesas, por un bocadillo. Pero volvió a sentir esa mirada, la misma de Mirte. Comenzó a dar vueltas buscando quién era, entonces notó que muchos la observaban, de forma directa y de soslayo. ¿Porqué la miraban? ¿Acaso su vestido era impropio?

Entonces su mirada chocó con unos ojos rojos, unos ojos que ya había visto, y de los que había quedado prendada. Karima le había dicho que era amor, pero Narissa estaba segura que era otra cosa.

– Nos volvemos a encontrar –dijo con esa voz que la desarmaba –Lady Narissa.

– Ishtar –no había pronunciado su nombre desde...¿Mirte? No lo recordaba, pero sentía que había sido hace mucho tiempo, en una vida pasada. Lo dijo en un susurro, como un hechizo prohibido.

– Que bueno verla por estos lares –dijo la mujer –no sabía que se hallaba en la capital.

– Sí, yo soy invitada en el castillo –dijo automáticamente –ahora soy una de las damas de la princesa Clarissa.

– Ya veo –tenia unos ojos cargados de misterio –lamenté escuchar lo sucedido en vuestra isla, es bueno saber que os encontráis bien.

– El ataque fue perpetrado por unos desalmados piratas, destruyeron todo a su paso, por suerte mi abuelo y los aldeanos lograron frenarlos.

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