12. Reglamento con Oria

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Narissa había descansado un poco más de lo usual, increíblemente. El día anterior había sido un gran lío, pero estaba dispuesta a mejorar. Lo primero que hizo al despertar, fue escribir a Karima, para avisarle que había llegado bien, aunque no estaba segura si comentarle lo sucedido con la princesa, o de las pinturas escondidas de su madre.

Terminó por escribir acerca de lo lindo que era la capital, aunque apenas si conocía el camino de Cisne Real.

Su desayuno llegó media hora después, y con la inesperada visita de Oria. Venía con un vestido color rosa pastel, más claro que sus propios cabellos.

Oria tenía unos hermosos ojos, de color celeste, como el cielo cálido de la mañana, y una sonrisa tan dulce, que te calman todos los miedos que uno podía tener.

– Espero no interrumpir –dijo al entrar en la habitación – vine temprano, para que podamos desayunar juntas, y podamos repasar el reglamento de Clarissa.

– ¿No le dices princesa? –Narissa pensó que sería mala idea llamarla solo por su nombre, como si alguien escuchara a través de las paredes, y fuera corriendo a contarle a ella.

– No cuando está presente –dijo con una sonrisa.

Se sentaron a la mesita del balcón; aquella mañana era muy diferente a la del día anterior, era luminosa, fresca y soleada. Aunque Oria le recomendó que se acostumbrara a la niebla y el frío, pues la mayoría de los días eran así.

– ¿Y qué debo aprender? –preguntó Narissa.

– Primero –dijo Oria, mientras servía el té a ambas –quiero saber algo, ¿Tienes idea de porqué pasó lo de ayer?

Narissa lo meditó un instante, y la verdad, es que sólo había llegado a la conclusión, de que la princesa era caprichosa, pero preferió omitir aquel comentario.

– No –mintió a la peli rosa.

– Ok –suspiró como si lo que fuera a decirle, fuera algo doloroso – No le agradas a ella.

La determinación en que lo dijo, dejó algo shokeada a Narissa. No logró decir nada, por que Oria continúo.

– Tu eres la nueva, y por alguna razón, siempre hace lo mismo, con todas las recién llegadas, hasta que alguien más llega –su mirada denotaba algo más – Yo soy la penúltima ahora....comprenderás que ahora eres el nuevo juguete de ella.

– Yo no pienso ser su juguete –dijo con determinación.

– No tienes opción, no puedes volver a tu hogar –dijo con seriedad –ahora eres residente de la capital, y del castillo.

Narissa habría llorado semanas antes si le hubiese dicho todo aquello, pero se había propuesto no sentirse menos, por lo que pensó con calma que podía hacer frente aquella situación.

–  Podría clamar a la reina –dijo a modo de pregunta.

–No, no pienses en ella como aliada, es tan zorra como su hija –dijo sin un ápice de miedo, de que alguien fuera a oírla.

– Baja la voz –Narissa comenzó a mirar en todas direcciones, pero no había nadie cerca –es peligroso decir eso.

– Relájate, a esta hora duermen todos, la verdad es que aquí la mayoría son perezosos sobre todo los guardias –dijo con picardía.

Narissa se sonrojó.

– En fin, tú solo sigue las órdenes de ella –Oria se veía como niña sabelotodo – Ella detesta levantarse temprano, así que tienes toda la mañana para hacer lo que se te venga en gana. 

<< Debes estar lista e impecable, a las 13.30, en el saloncito personal de Clarissa, que está cuatro pisos más arriba, tranquila, te haré un mapa para que te lo aprendas. Ella no es buena madrugando, pero detesta tener que esperar o que los demás lleguen tarde. Si ella te dice ladra, tu ladras, se te asignará durante la semana una tarea, puede ser cualquier cosa, despertarla, bañarla, vestirla, cepillar sus cabellos, en fin, cualquier cosa ¿Comprendes? Ok. No debes mantener contacto físico directo, con ninguno de sus amantes.

¿Amantes?. Narissa no creía que realmente los tuviera, y por una extraña razón, volvió a sonrojarse.

<< Debes, siempre estar a favor de ella, guardar sus secretos, y así, un sin fin de cosas, ¿Alguna pregunta? >>.

Narissa buscó en todo lo que había dicho Oria, algo que le causara duda, pero todo estaba muy claro. Pero entonces, la palabra amantes, retumbó en su mente. Y por arte de magia, el muchacho del día anterior, volvió a su mente.

– Oria, ayer conocí a un muchacho –la peli rosa, se acercó más hacia ella, se notaba que le gustaban los chismes –lo conocí en los jardines.

– ¿ Y quién era? ¿Un guardia o un oficial? –estaba intrigada, pues sus ojos brillaban.

– No lo sé, no me dijo quién era –lo recordó poco a poco –pero era alto, de tez morena, cabello negro largo y hablaba como si me odiara....

El rostro de Oria, perdió su color, y abrió sus ojos, como un par de huevos fritos, comenzó a tartamudear y después de mucha dificultad, pudo hablar.

– Él ¿ era muy alto y guapo ? ¿Su voz era grave y seductora? –Oria parecía aturdida. Narissa asintió – No puede ser.

Ella se tapó la boca, mientras trataba de ahogar un chillido, estaba realmente asustada.

– ¿Qué ocurre? –seguía sin entender la joven de cabellos pastel.

– Prométeme que te alejaras de él –dijo mientras tomaba sus manos entre las suyas – Ese es Kay, el amante de la princesa. Debes alejarte de él, o te meterá en serios problemas ¿Alguien más te vio con él?

– Eh...no, había mucha niebla y solo crucé un par de palabras con él –dijo tratando de tragarse el descontento.

– No, nada de eso –pudo notar su miedo –Clarissa es muy posesiva, si te le acercas aunque sea para pedirle la hora, ella hará de tu vida un  infierno.

– ¿Cómo lo sabes? –preguntó la nueva.

– Te contaré una historia, pero no volverás a repetirla, ni la contarás a nadie más –ahora era ella, la paranoica, mirando en todas direcciones – Hace cinco años, llegó una isleña, una noble mayor de edad, muy bonita, Clarissa en aquel entonces no había yacido con nadie, pero le gustaba un senador, uno joven, recién llegado. El tema, es que una tarde, Clarissa vio como se besaban ellos, eso dejó una espina amarga en ella, un mes después, supo que la chica estaba embarazada del senador que ella pretendía, eso terminó por encabronarla. Le dijo a la reina que su dama era una arpía, una traidora que se había acostado sin su consentimiento, en aquel entonces el rey estaba de viaje, por lo que la reina tomó cartas en el asunto. La exilio a un lugar olvidado de Dios, mientras que el joven senador, fue dado de baja, y se le confiscaron sus bienes.
Los destruyó a ambos, así que ten cuidado porfavor.

Narissa no podía creer que aquella joven hermosa, que se hacia llamar princesa, fuera tan cruel y caprichosa. ¿En serio ella iba a ser la futura heredera?  Si era cierto, esperaba no estar ahí para verlo.

Continuaron desayunando, y Oria se calmó, una vez cambiaron el tema, y comenzó a dictarle el itinerario del día.

Coronas ☆ RumoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora