30. La gran sacerdotisa de Unari

12 2 0
                                    

Narissa estaba segura que tenía suerte, o que al menos estaba bajo la gracia de Unari, o tal vez, era su madre en el cielo que la cuidaba. Fuese como fuese, ahora estaba a salvo.

Ahora estaba en un bellísimo templo, con el aroma de incienso calando por su nariz y la poca ropa que llevaba. Sus salvadoras, eran sacerdotisas de Unari, que una vez que detuvieron a los hombres que pretendían dañarla, los echaron. A ella la llevaron al templo, donde le dieron comida, ropa y le quitaron los grilletes.

Narissa había notado algo en todas ellas, que debían ser un centenar, eran en extremo hermosas, con sus abalorios dorados y sus armas rústicas. No eran como las sacerdotisas de la capital, tenían un aspecto de guerreras, más que de sacerdotisas.

Estaba en compañía de tres chicas, cuando una mujer mayor, llegó ante ella. La chicas le habían dicho que era la sacerdotisa mayor, y que tenía más de 40 años, pero Narissa no vió ni una sola arruga en su rostro.

–Narissa Dampier –dijo ella con nostalgia, mientras la admiraba –Ha pasado mucho tiempo.

– ¿Disculpe? – ¿Cómo que había pasado mucho tiempo?

–Eres idéntica a tu madre –parecía conmovida –solo tus ojos, son como los de tu padre.

Narissa quería decirle que Rama no era su padre, no lo sentía así. Él jamás intentó comunicarse con ella, incluso había devuelto a su madre a la isla, entonces ¿Por qué debía agradarle quién era su progenitor? Nisiquiera había ido a ver a Raissa en sus últimos días.

–Yo soy la gran sacerdotisa, mi nombre es Deiria –sus ojos se habían humedecido –Me informaron que unos hombres intentaron hacerte daño.

–No es la primera vez, y dudo mucho que sea la última –recordó al viejo sapo ¿Lo habría matado? –la verdad es que me escapé, había un sapo que quiso propasarse conmigo.

La mujer abrió sus ojos como platos, y soltó un grito ahogado.

–No te preocupes, aquí estarás a salvo.

La mujer observó sus ropas, y Narissa no pudo más que ruborizarse, no le agradaba ese tipo de vestimenta, que dejaba su cuerpo casi al descubierto.

–Sígueme, te daré algo más apropiado –la tomó del brazo.

La vistieron con unos trajes parecidos al que le habían dado en el barco, aunque este le dejaba el vientre al descubierto, pero era mejor llevar ese traje que el vestido rojo casi transparente. Se encaminó hacia una pérgola de madera y piedra, donde había unos extraños asientos.

La mujer le hizo un gesto para que se sentara, y le ofreció unos dátiles que estaban en un cuenco sobre una mesa cercana a ella.

– ¿Rama te ha traído? –preguntó Deiria.

–No, un pirata llamado Regka Hitter –dijo ella mientras saboreaba el dátil que había tomado –dice que quiere derrocar a Rama.

– ¡¿Qué?! –La mujer estaba extrañada –Regka no puede tomar el poder, es un exiliado, nadie va apoyarlo, y aunque luchara, él perdería, nadie le gana al dragón del océano.

–Pues está convencido que Rama le dará el poder cuando sepa que me secuestró –Vería por primera vez a su padre.

– ¡Qué tontería! Tú padre es el rey porque así todos lo quisieron, saben que es justo, Regka nos hundirá a todos si llega al poder –dijo colérica.

–Él no es mi padre –dijo ella con seriedad. Estaba harta que le repitieran que Rama era su padre, un pirata.

Deiria la observó con cuidado, analizando sus gestos y movimientos.

– ¿Por qué estás molesta? –preguntó al fin.

–Todos dicen que Rama es mi padre –dijo ella con los puños apretados –pero él jamás ha tenido la decencia de comunicarse conmigo. Siempre supe que mi padre murió cuando nací, que era un negociante que murió a manos de piratas. Ahora dicen que enrealidad era un pirata, y para peor, resulta ser que estaba vivo. ¡Cumplí 16 años! Pero nunca escribió, nada, ni siquiera cuando mi madre murió.

–Eso no lo sabes.

– ¡Regka me lo contó! –las lágrimas ya se habían escapado, y no había forma de detenerlas.

Deiria le pidió que relatara todo lo que Regka le había dicho. Narissa no se guardó nada, quería expresar su dolor, su rabia, contra Rama, contra Ogen e incluso contra Ishtar. Cuando terminó de hablar, se sintió más liviana.

– ¿En serio crees, que tú padre las abandonó a ti y a tu madre?

–Sí, yo no soy más que la hija ilegítima entre una noble y un pirata desalmado –su tono de voz demostraba que aún estaba irritada.

–Narissa, yo nací en esta isla, e estado más de 36 años, al servicio de Unari, y me parece que la historia que te contaron le faltan demasiados detalles, y es mi deber contarte algunas cosas.

Narissa ya no quería saber más acerca de su nacimiento, o lo que había pasado, pero estaba segura que Deiria le contaría de todos modos.

–Cuando yo tenía 20 años, había sido nombrada, gran sacerdotisa de la diosa Unari –inicio contando –por aquel entonces, aún no se libraba la guerra de los piratas, pero todos hablaban acerca de lo inminente que era. Cuando la guerra estalló, el rey que estaba en ese entonces se fue para luchar con sus camaradas, pero a su regreso, llegó un rey mucho más joven y deseado por todas. Rama.

>>Hubo paz, y nosotros volvimos a nuestra rutinaria vida. Pero nuestras tierras tuvieran una sequía horrible, no teníamos comida, asique Rama, salió de la isla, para buscar comida, estuvo mucho tiempo afuera, y un día volvió, con comida, medicina, animales, pero también trajo con el a una joven, a tú madre.

– ¿No la secuestró? –estaba llena de dudas.

–Por supuesto que no, al menos, eso siempre me dijeron –sonrió –en fin, Raissa se ganó el corazón de todos, sobre todo porque era amable, y le gustaba ayudar a todos, creó escuelas, enfermerías, creó caminos y corrales. También realizó fiestas a Unari, y así fue como terminé haciéndome amiga de ella. Una mañana, Raissa y Rama llegaron ante mí, y me pidieron que los uniera en matrimonio. Fue una bonita boda, después de eso, pasó un año, y entonces tú llegaste al mundo.

– ¿Nací aquí? –estaba segura de ser nativa de Mirte.

–Claro que sí, yo ayudé a tu madre a traerte a este mundo –Deiria estaba nostálgica –eras tan pequeña y blanca, Raissa estaba muy feliz y tu padre estaba muy orgulloso de tí, aún que no lo creas.

¿Rama orgulloso? No comprendía nada. Conocía tan poco de su madre, y nada de Rama, que no estaba segura de que pensar o creer.

– ¿Qué pasó después? –preguntó con su corazón apretándole el pecho.

–Regka realizó un ataque a una isla de Borboria –dijo con pesar –cuando volvió a casa, toda una armada le seguía, y Rama lo exilio por haberlo desobedecido, además había puesto en peligro a todos los isleños. Antes de que él se fuera, hubo escaramuzas. Rama estaba aterrado, asique decidió enviar a su esposa y a su hija, a Mirte. Raissa esperaba volver, eso me dijo la noche que vino a despedirse de mí.

Oh, madre....

–Creo que ya han sido demasiadas emociones para tí –la observó con ternura –Te mostraré una habitación, donde sé que podrás dormir con tranquilidad.

Pero no pudo llevarla a la habitación, pues en ese instante ingresó corriendo una chica.

¡Gran madre! –Gritó la chica que llegó corriendo a donde estaban sentadas – ¡Gran madre, la necesitamos!

– ¿Qué ocurre? –preguntó alterada.

– ¡Piratas, en la entrada mi señora! –dijo la chica exhausta.


Coronas ☆ RumoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora