2. Baile, música y nobleza

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Habían pasado los días acordados,  y aquella noche sería la gran fiesta de cumpleaños en isla Mirte. Karima y Narissa, estaban ansiosas, sobre todo por los 16 años de la de Cabellos pasteles, además, las fiestas les daban cierta libertad a ambas.

Karima había llegado a primera hora de la mañana, para hacer una última revisión. Narissa y ella, habían ido al escondite secreto de la primera.

Cuando Narissa era una niña, había descubierto por casualidad un pasadizo de rocas, que daba a una cueva, con un hermoso mirador hacia la bahía. Con los años, lo había ido arreglando y dándole toques propios de ella. Ahora era una cueva con su propio bosque, donde crecían las enredaderas, y habían pequeñas figurillas en maseteros de cemento.
Era un área verde, repleta de vida, con algunos faroles. En una zona de la cueva, había una cama redonda, donde Narissa leía o a veces, tomaba una siesta.

Karima y Narissa se encontraban recostadas, mientras la primera jugaba con una hoja y la la segunda leía un libro de amor

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Karima y Narissa se encontraban recostadas, mientras la primera jugaba con una hoja y la la segunda leía un libro de amor.

–¿Creés que encontremos a nuestros príncipes azules esta noche? –preguntó Karima, suspirando porque fuese realidad.

– Quizás, todo es posible –Narissa soñaba con el amor, al igual que su amiga –pero no nos enamoremos del mismo, porfavor, no quisiera perderte por un chico.

– Bueno, entonces podemos compartirlo –ambas se rieron de aquella posibilidad.

–El jardín a cambiado mucho en este último tiempo –dijo mientras observaba su alrededor –me parece que están saliendo nuevos brotes.

– Sí, muchas plantas están cambiando –seguía inmersa en la lectura –Quizás nosotras también cambiemos.

Narissa tenía 15 años, y Karima 17, dentro de poco sus vidas cambiarían, de eso estaban seguras. Aún que a decir verdad, Karima ya había empezado a cambiar, tenía un cuerpo curvilíneo y voluptuoso, con su piel color canela, y su cabello negro rojizo, en forma de afro, que llamaba la atención de muchos en las fiestas, pero nadie había hecho ninguna mención. Narissa en cambio, era menuda, piel nivea, a penas media un metro cincuenta y cuatro centímetros, y parecía una niña, no una adolescente.

El ocaso llegó, y comenzaron a prepararse. Karima era una excelente diseñadora, y había hecho un vestido verde olivo para ella, con corte sirena, y para su amiga, uno de corte princesa, tono rosa pastel, y en la parte de atrás tenía un lazo como si fuesen alas de mariposa.

Bajaron a la recepción, y  ya habían llegado varios invitados, Lord y lady Bellaquett, El terrateniente Donwood y su hijo, los senadores Mitrich y Gondett, y el terrateniente Bercot y su prole. Como siempre, todos las alababan, por la decoración, el cóctel, y por los coloridos y sabrosos postres del banquete. Los músicos ya habían empezado a tocar una melodías alegres, mientras más invitados llegaban, y le deseaban un feliz cumpleaños a Narissa.

Todos conversaban de todo y de nada, comían pastelillos, bailaban a son de la música, y parecía que no había más alegría que en aquel salón, como si el universo se redujera a ello. Narissa era infinitamente feliz, ese era su mundo, un mundo de alegría, música, bailes, y amigos. Caminaba en dirección hacia una mesita que tenía unos bocadillos bastante apetitosos, cuando comenzó a sentirse observada. Sabía que la miraban, pero esta mirada, le provoco un escalofrío. Comenzó a sentir que le faltaba el aire, y por alguna razón todo le dio vueltas, esto era nuevo, en verdad, las fiestas siempre le habían sentado a gusto. Dio dos pasos hacia atrás y tropezó de espaldas con algo, u alguien.

– Lo siento –se volteó, y notó que había chocado contra una mujer, una desconocida –disculpe, no me percaté.

– No se preocupe –algo había en su voz, que dejó maravillada a la niña –¿se encuentra bien?

– Eh...yo...–15 años siendo educada, y al primer extraño que veía, se le secaba el cerebro, ¡perfecto!

La desconocida la llevó hacia el balcón, donde la adolescente pudo respirar con normalidad, luego de beber un poco de jugo de naranja, pudieron hablar con mayor tranquilidad.

– Muchísimas gracias –Narissa ya estaba más calmada –por alguna razón, no me sentí muy bien.

– Que bueno, que la señorita se encuentre mejor, me preocupó bastante –dijo la mujer con calma y una leve sonrisa, sus ojos parecían atraerla –¿Puedo saber el motivo de su... incomodidad? Si es que no es mucho atrevimiento, claro .

– La verdad es que...–Narissa no estaba segura de cómo explicárselo –me sentí observada, se que muchos me miran, pero fue algo tan....no lo sé, sentí pánico, como si fuera a ser engullida por un monstruo.

La mujer se le quedó mirando, sin decir nada, y Narissa no pudo más que sentirse avergonzada por exponer sus ideas, frente a la desconocida. La mujer se sentó a su lado, y la observó. La adolescente no se había percatado hasta ese entonces  de los ojos de la extraña, que eran de iris rojo, tampoco había puesto mayor atención en el vestuario de la mujer, que  era totalmente diferente al de los demás. No llevaba un vestido abombado como las demás, si no que era un vestido ajustado, recto, color negro rojizo, que le daba una hermosa forma a su silueta de avispa modesta, tenía un estampado de crisantemos color vino. Llevaba guantes largos color negro y su cabello morado oscuro, estaba tomado en un moño, tres dedos sobre la nuca, con un tocado de rosas rojas, rubíes colgantes y un pequeño y corto velo negro que tapaba su frente y su ojo izquierdo.

– Creo que ya eh ocupado mucho de su tiempo, señorita Narissa –se levantó sin prisa de su asiento –espero que pronto nos volvamos a ver.

– Espere por favor –Narissa no quería que aquella despampanante mujer se fuera así sin más –creo que no se su nombre, para agradecer por sus buenas intenciones para conmigo al ayudarme.

– Me llamo Ishtar –los ojos rojos de la mujer brillaron con una intensidad que parecían rubíes, se dio la vuelta , pero cuando estaba por irse, se detuvo y volteó.

– Ten cuidado con la tormenta,  Narissa –y se fue, dejándola con una sensación extraña. Ella reaccionó minutos después, pero Ishtar había desaparecido, sin dejar rastro.

– Ishtar...–dijo en voz baja, como si fuese un hechizo.

Al sonar la medianoche, Ogen dió un discurso por su nieta, y todos vieron el gran pastel de cumpleaños, que tenía varias velas bengalas de colores.

La noche siguió sin nada más llamativo, y por primera vez, Narissa estaba aburrida en una fiesta, como si todo aquello, solo fuera un sueño banal y frívolo, y tal vez, no era del todo mentira.
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Les dejo los vestidos de Karima y Narissa.

Les dejo los vestidos de Karima y Narissa

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