34. Hogar dulce hogar

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Pese a la celebración de la noche anterior, todos habían estado listos para zarpar por la mañana en dirección de la isla Mirte. A Narissa no le sorprendió ver a Kay en el barco, ya sabía que iría como compañero de Rama, pero no tenía ganas de dirigirle la palabra, aun estaba molesta por decirle que de seguro pensaba en casarse, y todo por un simple beso. No pudo evitar pensar en el senador Lainer. No había tenido mucho tiempo de pensar en él, pero tampoco comprendía sus emociones, a veces se sentía dichosa, pero luego no. Su prometida era una dama distinguida y de buen corazón, sabía que debía sentirse feliz por él, pero a veces le dolía el pecho. Tal vez, si había llegado a enamorarse de Lainer, después de todo.

– ¿Piensas en casa? –Ogen se acercó a ella, apoyándose en el barandal del barco –estoy seguro que Karima ha de estar ansiosa por verte.

–Ni siquiera me ha escrito o respondido a mis mensajes – ¿acaso la había olvidado? –nunca lo hizo.

–Estoy seguro que podrán solucionar sus problemas, querida.

Durante la travesía que no eran mas de unas cuantas horas, Rama, Ishtar y Ogen estaban sentados en una mesa dispuesta en la cubierta, donde jugaban a las cartas y conversaban como si nada.

Narissa estaba parada, apoyada en el barandal mirando hacia babor, sentía que había pasado mucho tiempo desde que había dejado su hogar, cuando no había sido más que unos ¿meses?¿semanas? todo ido demasiado rápido. Unas manchas claras en las aguas la despertaron de su ensoñación. Una aleta gigante emergió de repente, salpicando agua en todas direcciones, luego unas manchas rápidas se acercaron al barco, Narissa por un momento pensó que se trataban de sirenas, pero no, eran delfines que saltaban y nadaban al lado del barco.

–Les gusta hacer eso –Kay apareció de la nada a su lado –son bastante juguetones.

Narissa no estaba de humor para hablar con él, pero justo en ese instante la aleta gigante volvió a emerger, sorprendiéndola, nunca había visto una ballena, al menos no tan cerca.

–Vamos, sígueme –le tomó la mano.

– ¿A dónde? –no quería dejar de verlas.

–Hacia arriba –le indico la escalerilla de cuerdas, por donde debían ir subiendo, Narissa subió entusiasmada, y se sentaron sobre la vela mayor, desde donde podían ver a las ballenas y delfines que nadaban cerca de ellos. Era un espectáculo hermoso, parecía que danzaban al compás de una música que solo ellos conocían.

–Gracias –le dijo a Kay con verdadera sinceridad, la vista desde ahí era hermosa para admirar a las ballenas.

–No hay de que –se ruborizó.

Para cuando llegaron a la isla, aún era temprano, y una gran cantidad de personas estaba en el muelle esperando por ver a Ogen y Narissa, fue una gran algarabía que desconcertaba a Kay, Ishatar y Rama sabían que la chica era querida por el pueblo que la había visto crecer. Rama esperaba que algún dia, isla Cetra la amara de la misma forma.

Una vez en la gran torre, Velinda salio al encuentro y estrujo en sus regordetes brazos a la muchacha, hasta que su hija tuvo que salir a frenar sus impulsos, antes de que asfixiara a la chica. Ogen les explico que tendrian invitados por un buen tiempo, así que dispuso de las habitaciones más grandes para cada uno. Velinda no pudo mas que mirar con cara de malas pulgas a Kay, algo en él no le agradaba por completo.

Narissa llegó a la que había sido su habitación, pero sentía que había pasado toda una vida lejos de ahí, se miró en el espejo y le costaba reconocer a la chica que había vivido ahí desde pequeña. Ahora su cabello era de tonalidades azul oscuro con destellos de fucsia y verde. Su piel se veía más pálida de lo normal. Ya no era la misma chiquilla que había salido de ahí, con ideas ingenuas de un buen futuro al lado de la princesa.

Se cambió sus ropas, por unas más cómodas, y se dirigió a su jardín. La maleza había crecido en grandes proporciones, la cueva se había transformado en un torbellinos de helechos y enredaderas, cargados de un aroma típico de sus flores. La pequeña biblioteca se había mantenido a salvo, ya que las enredaderas le habían sujetado. Cuando llegó al mirador, pudo ver el océano, las gaviotas y sentir la delicada brisa marina.

Luego de un buen rato, pudo notar como un shippling llegaba a toda velocidad. Karima había llegado.

Por instinto salió a su encuentro, sin saber que le diría, pero lo fue necesario nada de eso, porque el barco ni bien tocó piso, que Karima salió corriendo por la cubierta, para dar un brinco arriesgado y correr a abrazar a Narissa. Karima estaba llorando, y aunque Narissa no comprendía el porqué, las lágrimas se le empezaron a escapar.

Una vez más calmadas, entraron a la torre, hacia el jardín, el lugar privado y más íntimo de Narissa.

– ¡Estaba tan preocupada por tí! –le dijo sin dejar de abrazarla –como no recibía mensajes tuyos, al principio pensé que te habías olvidado de mí.

– ¡Pero sí que te escribí! Pero nunca recibí mensajes tuyos –¿Acaso era por...

–Fue por culpa de esa horrible mujer que se hace llamar princesa –Narissa había estado en lo correcto, realmente había sido por Clarissa –Oria me contactó, me dijo de lo que te había pasado, gracias a ella supe de tí.

– ¿Oria? –La única chica que se había comportado decente con ella –ella estaba peor que yo cuando salí del palacio, ella tenía que soportar a Clarissa.

–Hace poco hablé con ella, y me dijo que todo está patas arriba por la capital –Karima se veía alegre cuchicheando –me dijo que la princesa echó a todas sus damas, excepto a ella, y que se a confinado en sus habitaciones. Además el rey parece estar con depresión, y la reina está peor cada día.

–Me aterra que Corintia se ponga peor, esa mujer es detestable igual que su ponzoñosa hija.

Karima se quedó boquiabierta, ante las duras palabras de su amiga.

– ¡Wouw! Nunca te había escuchado hablar así de alguien.

–Es en serio, esas mujeres son una tortura –suspiró, aliviada de que ya no tendría que verlas –Oye, hay algo que tengo que contarte, se trata de mi familia.

Karima le ánimo a seguir, y Narissa le contó de Rama, de Ishtar, de Kay, de isla Centra, el culto a Unari, la capital. Hablaron tanto que llegó la noche y Karima no podía creer la gran aventura que había tenido su amiga.

Coronas ☆ RumoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora