37. Nuevos vientos en la capital

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Semanas después de conocer la verdad acerca de su madre, Narissa había dejado el castillo, para asentarse debidamente en casa de Ishtar, por suerte, su tía que era magnánima, había permitido que Ogen y Karima se quedaran en su casa, por un tiempo, incluso Rama se había estado quedando con Kay ahí.

Narissa y Karima solían visitar a Clarissa, quien aún parecía incrédula de que ellas la perdonaran, y quisieran ser sus amigas. De las demás, no volvieron a saber nada, pero así era mejor, todas las damas que habían sido expulsadas, eran dañinas. Los reyes no volvieron a tocar el tema de Narissa o Raissa, pero seguían en sus propios mundos, incapaces de ver el sufrimiento de su propia hija.

Narissa había llevado a pasear a Karima, para que conociera la ciudad, incluso Kay se había ofrecido como chaperon, pero Karima se había encargado de aguarle el paseo, cuando comenzó con su interrogatorio.

– ¿Qué harás ahora Narissa? Debes esperar por lo menos dos años, para poder entrar al senado –había preguntado su amiga.

–Pues, Rama me ha ofrecido un viaje, es decir, quiero quedarme con Ishtar, me siento cómoda viviendo con ella, pero, me gustaría pasar un tiempo con él, estoy segura que quiere compensarme los años separados ¿Qué hay de ti Karima?

–Pues, Oria me ha ofrecido quedarme como dama de compañía de Clarissa –se sonrojó –no es tan mala, una vez la comprendes mejor, espero que no te moleste.

– ¿Por qué me molestaría? –La tomó de las manos, y la miró a los ojos –sabiendo que Clarissa queda a tu cuidado y al de Oria, sé que todo estará bien.

–Entonces... ¿Cuándo te irás?

–Aun no lo sé.

Cuando llegaron a la casa, ya era la hora de la cena, a Narissa le gustaba tener a sus seres queridos a la mesa, todos juntos, como una gran familia. Cuando todos terminaron de cenar, y se retiraron a sus habitaciones, sin embargo, Narissa tenía que hacer algo.

Toc, toc.

Entró a la habitación de Rama, cuando éste le dio el pase de entrada.

–Tenemos que hablar, papá –dijo con seriedad.

– ¿Sucede algo malo?

–Se trata de Kay –trató de tranquilizarlo, pero se alteró más cuando escuchó el nombre del muchacho –no es nada malo, pero quiero que hablemos de todos modos, de él.

–¿Qué pasa con él? –se sentó en uno de los silloncitos que había en la habitación, e invitó a su hija a que hiciera lo mismo.

–Se que lo criaste, pero ¿cómo lo ves a él? ¿Solo como un subalterno?

–Pues...no lo sé, hija –lo meditó un instante –la verdad es que lo crié desde muy pequeño, lo considero como un hijo, es la persona más leal, y de confianza que tengo.

–Y ¿alguna vez se lo has dicho?

–Creo que no, creo que nunca le he dicho lo importante que es para mi.

–Díselo, papá –lo animó –yo nunca podré llevar el apellido Dampier, dale el puesto que realmente se merece, como el hijo que siempre debió ser.

Rama, no parecía del todo convencido, sin embargo, decidió meditar esa idea. Aquella noche, Narissa no pudo conciliar el sueño, afuera había neblina, y una leve brisa que indicaba que en cualquier momento llovería, pese a eso, decidió salir al jardín, y se internó en el invernadero. Le hacía falta eso, estar entre plantas, quizás eso era lo que más extrañaba de Mirte, su jardín secreto.

–A veces creo que te gusta esconderte –dijo una voz entre la oscuridad, haciendo que pegara un salto del susto.

–Y ¿por qué será que siempre apareces cuando estoy sola, pensando?

Coronas ☆ RumoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora