32. Papá

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-Tú....

Narissa se sintió extraña frente a ese hombre, era la primera vez que lo veía, pero no lo sentía como un desconocido.

-Tendrán mucho tiempo para conversar -interrumpió el abuelo -pero primero deben cambiar esas ropas, antes de que pesquen un resfrío.

Todos aceptaron, Ogen llevó a su nieta a un camarote bien equipado. En su interior, estaba Ishtar, con una ropas poco comunes para ella.

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– ¡Qué bueno que estás bien! –Ishtar se abalanzó para abrazarla, y Narissa no sé negó, necesitaba un abrazo.

Habían sido demasiadas emociones para tan poco tiempo.

–Bueno, las dejo –Ogen salió y cerró la puerta.

–Ishtar...–necesitaba verdades, no rumores de la gente.

–Debemos cambiarte esa ropa, estas muy mojada –de un baúl empezó a buscarle ropa.

–Hay algo que debo preguntarte –pero la mujer de ojos rojos, no la miraba, no parecía oírla – ¿Es verdad qué Rama es mi padre?

Ishtar se detuvo en lo que estaba haciendo, y suspiró cansada. Narissa comprendió que era verdad, aunque ella no hubiera dicho ni una palabra.

– ¿Eres mi tía, no es cierto?

–Oh, pequeña –se sentó sobre el borde de la cama, y con su mano le pidió que se sentara a su lado –Mi hermano debe hablar contigo primero, pero... sí, soy tu tía.

Narissa sintió que su corazón se apretaba con fuerza, tenía una tía y un padre. Pero por alguna razón, no se sentía feliz, sentía pesar, pero no estaba segura como explicarlo. Recostó su cabeza en las piernas de Ishtar,mientras ella le acariciaba la cabeza.

–Tranquila, todo estará bien –la voz de Ishtar era calmada y cargada de promesas de esperanza –ahora, déjame buscarte ropa para tí.

Al cabo de varios minutos, Ishtar encontró un atuendo a su gusto para su sobrina.

Cuando salieron a cubierta, ya estaban por atracar en el puerto de isla Cetra. En el puerto, le esperaba la gran sacerdotisa de Unari, junto a muchas guerreras.

–Qué bueno que estás bien –dijo Deiria, acariciando el rostro de Narissa –es un placer volver a verlo alteza.

Las guerreras junto con Deiria, hicieron una sutil reverencia a Rama, cuando bajó del barco.

–Déjate de tonterías Deiria –dijo medio en risa, medio molesto –acabo de llegar, como para que me vengas con esas idioteces de alteza.

Bueno, considerando que ambos están bien –los miró a ambos –talvez deberíamos celebrarlo.

Los tripulantes del barco, al oír la palabra celebrar, vitorearon de alegría.

–Venid, por favor, señor de Mirte –dijo la gran sacerdotisa –será un honor que os quedéis con nosotras.

Coronas ☆ RumoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora