22. Kay el embustero

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Había pasado una semana desde que llegara a casa de Ishtar, y todo iba viento en popa. Su apetito, su ánimo y hasta su vitalidad habían mejorado. Nuestra jovencita de cabellos pasteles, sonreía como no lo hacía desde hace mucho tiempo.

Todos los días, Ishtar y Narissa, se sentaban a la mesa a comer juntas el desayuno, el almuerzo y la cena. Habían aprendido cosas de cada una, incluso la pequeña se había atrevido hablar abiertamente con ella, acerca de sus sentimientos por el senador. Narissa poco a poco, sentía un cariño especial por su apoderada, un cariño que hacía que su corazón saltará de gozo, sabía que no era lo mismo cuando veía a Lainer, si no más bien, que comenzaba a verla como una madre, como la madre que siempre necesitó.

–Narissa, ¿Te gustaría acompañarme a un café? Me acaban de llamar, al parecer hubo un problema con uno de los productos.

–¡Sí, me encantaría!

Ambas salieron en el carruaje, y aquella tarde, no había neblina, el sol estaba dando un hermoso espectáculo. Narissa iba mirando por la ventana, cada rincón, calle, rostros, casas y edificios, le parecía que comenzaba a vivir de verdad.

–¿Dónde estamos? –preguntó la joven.

–Esta es la calle, de la doncella perdida, mi café es ese –indicó un edificio de dos pisos, con esculturas de  caballos de mar en las esquinas.

Narissa bajó ansiosa del carruaje, seguida de Ishtar, que envió al cochero a volver dentro de una hora. Al ingresar, una jovencita con un vestido hasta las rodillas, les atendió, al más puro estilo de maid.

–Lady Ishtar, que bueno que llegó, el chef Bartolo, está vuelto loco allá adentro –dijo a modo de saludo.

–Tranquila Kathya, yo me encargo –dijo combina cálida sonrisa –a todo ésto, te presento a Lady Narissa de Mirte, ella es mi protegida.

–Buenas tardes señorita –dijo mientras hacía una reverencia, la joven del vestido de maid.

Narissa le devolvió la reverencia, siguió a su apoderada, que a la vez, era guiada por Kathya, hacia la cocina.

Al entrar, Narissa pudo notar que había un fuerte aroma a Canela y clavo de olor, la cocina estaba envuelta en harina y la mayoría estaba peleando, sobre todo, porque dos hombres gritaban de una esquina a otra esquina.

Era el chef Bartolo, y su segundo al mando, el cocinero René. Al parecer, alguien había quebrado la tapa del clavo de olor, por lo que cuando el chef la había tomado para sacar un poco, todo el contenido se había vaciado en la olla, provocando la cólera, y como el cocinero era quien estaba encargado de revisar que todo estuviera bien, había quedado como el culpable, ante los ojos del chef.

–Mi querida señora –comenzó el Chef –este imbécil nos a echo perder tiempo, se a perdido todo el clavo de olor, y ahora ya no puedo hacer la masa.

–¿Y porqué no se puede?–preguntó la ojos rojos.

–Mi señora, la masa debe llevarlo de lo contrario, no serían los mejores pasteles de la región, y para variar, los comensales están esperando.

–Lady Ishtar, yo no tengo la culpa...

Ishtar levantó una mano, y los hizo callar a ambos.

–Ya hablaremos luego de ese percance, por ahora, debemos encargarnos de resolver este contratiempo.

–Pero señora....

–Yo puedo ayudar –la voz de Narissa, era tenue pero con determinación.

Todos los presentes la miraron, pues no conocían quien podría ser la pequeña que iba tras su jefa.

–¿Segura que puedes? –la voz de Ishtar la hacia sentir mariposas, pero ya era hora de demostrar sus conocimientos en la cocina.

Coronas ☆ RumoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora