13. El senador Lainer

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La mañana junto a Oria, fue tranquila. Narissa aprendía lo necesario sin chistar, había aprendido que no podía contradecir a los demás, al menos no ahí, a la mirada de todos. Y aunque la peli rosa, era agradable, aún no estaba segura si fiarse de ella o no. Tampoco estaba segura de que escribir exactamente a Karima, aunque tampoco había recibido cartas de ella, o de su abuelo.

Luego de desayunar y arreglarse, salieron a merodear el castillo, Oria la guió por pasillos, escaleras y salones, le explicaba que había en cada una, para que servían y cuando podía ir allí. Por ejemplo, había un salón dos pisos más arriba, que tenía un hermoso ventanal, con una vista hacia hacia la ciudad y dónde podías ver un majestuoso atardecer. Aquel salón, era donde el rey solía ir todos los días a eso de las 16:15 pm, y no salía de allí hasta la cena.

La reina por otro lado, solía ir cerca de los jardines, en el lado contrario donde se encontraba el rey, y siempre estaba rodeada de mujeres nobles, amigas de juventud. Aunque según Oria, los rumores decían, que en el invernadero era donde solía tener  encuentros con sus amantes. Siempre jóvenes guardias y soldados.

La princesa Clarissa, era muy perezosa, por lo que despertaba a eso del medio día, y casi siempre estaba en las habitaciones reales, no solía ir al jardín, a no ser que hubiera un día muy soleado. Tampoco solía ir al pueblo, pues encontraba que no era propio que la futura heredera al trono, se mezclara con gentuza.... según la peli rosa, Clarissa detestaba a las personas en general, pero sobre todo a los pueblerinos.

A Narissa aún le costaba creer, que todo lo que sabía acerca de la princesa fuera una gran mentira. Oria le explicó que la reina había pagado una gran cantidad de dinero a los medios, para que hablaran bien de ambas, todo era una tapadera. Además, en las fiestas solían comportarse como buenas samaritanas, pero solo era para mantener las apariencias.

– Las mejores amigas de Clarissa son Aleera y Berenice –dijo Oria, mientras subían unas estrechas escaleras –descubrirás con el tiempo, que son bastante .... particulares.

– ¿Por qué lo dices?

– Berenice fue la primera amiga que tuvo –inicio la peli Rosa – Aleera llegó años después, así que siempre a habido cierta competencia entre ellas. Pero siempre le han seguido la corriente a ella.

Oria hizo una pausa, mirando hacia ningún lugar en particular.

– A Berenice, le gusta crear chismes sin sentidos acerca de las damas, de cualquiera en general. En cuanto Aleera, le gusta  conocer tus debilidades y tus errores, de esa manera te extorsiona. Y a Clarissa le gusta humillar. Con ayuda de esas dos arpías, tiene libertad para destruir a cualquiera...

Llegaron a una hermosa sala, en la torre norte, el salón era pequeño y algo viejo, pero ideal. Oria le explicó que era su escondite.

<<Casia y Dunia, son seguidoras de Clarissa, se la pasan alabándola y quizás dentro de poco, creen un nuevo culto que compita con la diosa Unari. No las soporto, ellas son igual de maltratadas, pero son un par de perros falderos con tal que Clarissa las acepte.>>

Oria había sido una paria antes de la llegada de Narissa, por lo que ahora, tenía al fin una compañera.

El saloncito contaba con un diván, tres sillas y una mesa. El aire estaba cargado de polvo, y pequeñas partículas. La peli rosa explicó que aquel roído lugar había estado abandonado, como muchos otros salones del castillo.

Se sentaron a conversar de ellas, para conocerse más. Oria venía de Corin, la ciudad pequeña de la zona continental del reino, donde había en su mayoría viñedos y también, la que después de siglos, aún se seguía mal viendo. ¿La razón? Era porque aquella ciudad era el nombre de una hija bastarda de un antiguo rey.

Todos los nombres de las islas y de la zona continental, eran los nombres de mujeres y hombres importantes en la historia de Zurza.

Según contaban los libros de historia, Un rey tuvo tres hijas con su esposa, la Reina. La mayor era Samria, de hermoso cabello dorado como el sol, la hermosa heredera a la que se le habían adjudicado los terrenos con minas de oro, luego venía Laria, la más dulce y había una leyenda que contaba que en realidad había nacido con magia en la sangre, y que era la reencarnación de una deidad de la naturaleza, por lo que era la zona de la agricultura. La tercera era Arela, la más inteligente, y que había creado muchos inventos, y ella había creado todo tipo de transportes, y sus bisnietos habían poblado Chitiri, con su sabiduría.

Pero el rey había tenido un amorío, y algunos decían que había estado con una ninfa bajo una parra de uva oscura, y que de esa relación nació Corin, la hija ilegítima. Él le dio el terreno más pequeño, y los hijos de los hijos de sus hijos, sembraron parras de uva oscura, en su memoria.

Oria estaba muy enfrascada en la conversación, que ambas se sobresaltaron cuando la puerta se abrió, dejando ver a un apuesto joven.
Ambos quedaron mudas, presas del pánico de momento.

– Disculpen, no quería asustarlas –dijo el joven –creí que el lugar estaba vacío.

– Senador, disculpe –Oria se sentía apenada –si gusta podemos retirarnos.

– No, porfavor –el joven era muy apuesto –no quise interrumpirlas.

– Por favor, siéntese con nosotras un momento, le prometo que no lo aburriremos.

El joven pareció meditarlo un instante, pero finalmente accedió a quedarse con ellas.

– Senador Lainer –se levantó Oria de sus asiento – le presento a Lady Narissa de Mirte.

– Mucho gusto Lady Narissa –el joven se acercó hacia ella, y besó el dorso de su mano –Yo soy Lainer, Senador novato y primo de la princesa Clarissa.

Eso alarmó a nuestra joven recién llegada, pero no más que los hermosos ojos color miel de él, era todo un príncipe y para variar primo de Clarissa, ¿Sería igual a ella? Parecía que no, pero no se podía estar del todo segura.

– Y díganme señoritas, ¿de que hablaban tan apasionadamente ? –preguntó Lainer.

– Le comentaba a Lady Narissa acerca de mi ciudad natal.

– Vamos Oria, dejemosnos de formalidades, nos conocemos hace un buen par de años.

Oria miro a Narissa, y esta a Lainer.

– ¡Oh, vamos! –bufó el senador –sabes que no le diré a nadie que nos tratamos de iguales, o que mi prima es una mujerzuela en potencia.

Oria estalló en una carcajada que pudo oírse por todo el reino. Mientras que Narissa perdía su color gradualmente, al escuchar aquello. Acababa de conocer al senador, pero no por eso, ya se sentía en confianza. Además, sentía que las paredes oían todo, por lo que sentía miedo de que alguien fuera a chismorrear ante Clarissa.

Puede que sea guapo, pero no es un hombre cuidadoso, pensó Narissa. 

Lainer se detuvo en ella, la miró fijamente y le dedicó una sonrisa que la hizo desmoronarse. Sus ojos color miel, brillaba como dos piedras de ámbar. La joven de ojos liliáceos, sintió por primera vez, los aleteos de las mariposas en su estomago.

Coronas ☆ RumoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora