4. Piratas a babor

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Karima se fue después de cenar, en el shipling que su padre tenía, que era una mezcla entre un barco y un zeppelin. Cumplía la misma función que los aviones, pero este era más para los nobles y aquellas personas que quisieran dar un paseo por los aires. El shipling en el que viajaba Karima, se componía de un pequeño barco de madera, y un zeppelin recubierto con placas de aluminio.

Narissa se sentía extraña, lo cual era raro, dado que siempre sabía lo que pasaba en ella. Cuidado con la tormenta, sus palabras seguían dando vueltas, como un tifón incontrolable.

- ¿Qué te sucede mi niña? -Velinda también se había percatado del extraño comportamiento de la niña, pero lo asocio al amor juvenil, quizás se había encaprichado con un mozo de la fiesta -¿te sientes bien?

- Sí, descuida -no, no estaba bien -creo que voy a resfriarme, solo es eso.

Narissa nunca mentía, por lo que no sabía ser convincente, en algo en que ni siquiera ella comprendía, pero su cálida sonrisa, hizo que su aya no siguiera cuestionandola. La joven entró a su cama, y se despidió de Velinda. Quería descansar, pero se frustró al notar, que ni siquiera podía conciliar el sueño. Luego de dar varias vueltas en su cama,un extraño ruido la hizo quedarse quieta, cuando notó de donde provenía, se dirigió a sus ventanales, y pudo notar la lluvia.

Era una lluvia tranquila, no una tormentosa, quizás Ishtar se había equivocado después de todo. No le dio más importancia, y volvió a su tibia cama, de sábanas blancas. Y poco a poco, fue consumida por el sueño, que la transportó a un fastuoso castillo de cristal, donde estaba su madre. Narissa soñaba con ella a veces, pero siempre en silencio. Sus sueños con ella, siempre eran mudos, y no le importaba, porque verla, era como ver una obra de arte en movimiento.

Un extraño sonido se oía a lo lejos, y parecía que iba in crescendo. Que extraño, su madre seguía bailando, y sonriendo, solo ella podía oírla. El sonido se hizo más fuerte, y entonces fue claro, era una sirena, una alarma. Despertó y pudo oír con mayor claridad la sirena, salió de su cama y tomó rápidamente una bata, al abrir la puerta de su habitación, pudo ver a todos los sirvientes y guardias corriendo en todas direcciones, algunos gritaban despavoridos, algunos tropezaban, y además habían prendido las luces rojas de emergencia, definitivamente, algo muy malo estaba pasando.

Narissa cerró la puerta, y fue hacia su ventana, pero se sorprendió al darse cuenta que ésta estaba cerrada, con unas gruesas persianas de fierro. En ese momento, entró su aya, tan nerviosa, que tartamudeaba y no dejaba de temblar.

- A-ay mi ni-niña -su rostro mostraba su miedo, y del temblor cayó de rodillas -que bu-bueno que estás bi-bien.

- ¡Velinda! -la joven corrió hacia su aya, y la ayudó a incorporarse -¿Qué está pasando? -preguntó alterada.

- Es-es horrible, han atacado al pueblo y el el muelle -la anciana tomó sus manos y las apretó un poco -son son...

- ¡Dime Velinda! -Narissa se estaba volviendo más alterada - ¡¿Quiénes!?

- Piratas mi niña -los ojos de su aya, eran dos perlas negras, donde podías ver al miedo salir; y susurró -piratas.

Narissa sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, tragó saliva, y por un breve momento, todo se fue a silencio. Los piratas no habían aparecido en años, y solo atacaban las islas del otro lado del archipiélago de Borboria. ¿Por qué habían venido ahora? ¿Ésta era la tormenta que mencionó Ishtar?

Valinda y Narissa, salieron de la habitación, la segunda llevaba del brazo a la primera, e iban a refugiarse al planetario, la zona más segura del edificio. Narissa esperaba encontrar a su abuelo, y poder estar más tranquila. Pero al llegar ahí, supo que el caos, iban empeorando, y para peor, Ogen no se encontraba ahí. Narissa detuvo a uno de los guardias, y le preguntó por el paradero de su abuelo.

- Su abuelo se encuentra en el frente, señorita Narissa - Contestó el hombre, agitado por el momento.

Se llevó una gran sorpresa, al enterarse que su querido abuelo, estaba ese preciso momento, batallando con los piratas.

Dicidida a imponer la calma en sus sirvientes, decidió empezar a ubicarlos en el planetario, con ayuda de los guardias, buscó mantas y quienes estuviesen más calmados, le ayudarían a calmar a los demás, a cuidar de los heridos y traer a todos los que pudieran. El planetario era una sala enorme, con aspecto de anfiteatro, donde cabían alrededor de 450 personas; los sirvientes eran 45 en total, por lo que Narissa pidió a varios guardias que trajeran a todos los aldeanos que pudiesen, pues éstos, ya habían empezado a huir en busca de refugio en la gran torre.

Narissa necesitaba ver lo que ocurría afuera, pero todas las ventanas habían sido selladas, y en el momento en que Velinda atendía a un hombre que tenía una pierna lastimada, Narissa se las arregló para salir del planetario, bajó algunos pisos, chocando con varias personas, y finalmente, llegó a la entrada secreta de su jardín-cueva.

Una vez dentro, pudo sentir el viento, el olor a lluvia y el pestilente olor a pólvora, bajó saltando, y al llegar al mirador, pudo ver en el horizonte, las llamas danzarinas que arrasaban con el pueblo, los gritos despavoridos, los barcos moviéndose en las ondulantes olas, la lluvia que golpeaba con fuerza, y los rayos que iluminaban el cielo y la isla Mirte. Era un pandemónium.

Narissa observó los barcos, esperaba que su abuelo se encontrara bien, un rayo cayó muy cerca de su escondite, y la cegó por unos segundos. Cuando pudo ver mejor, el barco pirata, empezaba a marcharse.

Narissa soltó la respiración, y se dio cuenta que llevaba varios segundos aguantando. El peligro se iba, ya nada malo podía pasar.

Volvió al planetario, y comenzó a calmar a los aldeanos y sirvientes, pero ellos aún estaban demasiado asustados.

- ¡Es el señor Ogen! -gritó un guardia, lleno de júbilo desde el pasillo.

El anciano entró con sus ropas mojadas y cansado, se notaba mucho más anciano ahora, se dijo Narissa para si misma. La gente empezó a murmurar, y llenos de esperanza, se acercaron en torno a él.

- Mi querido pueblo -enunció Ogen -esta noche, nos hemos visto saqueados por esos rufianes marinos -hizo una pausa y miró a su alrededor, para que cada persona que se encontrara allí, pudiese verlo y escucharlo- Destruyeron gran parte del pueblo, robaron caballos, quemaron cosechas y robaron los impuestos...pudimos salvar algo, y gracias a los valientes hombres de esta isla, es que ahora podemos respirar tranquilos.

Los aldeanos tenían sentimientos divididos, algunos lloraban de alegría que los piratas se hubieran ido, otros lloraban por la destrucción provocada, algunos culpaban a Ogen, y otros entraban en la desesperación.

- Se que estáis asustados, pero les prometo, que esto no volverá ocurrir -el semblante del anciano se volvió duro -eh tomado las medidas necesarias, para que mañana mismo, se reconstruyan las casas afectadas, se traerá comida de la isla Ralaus, y del distrito de Samria, por lo que, voy a pedirles, que guarden la calma.

Un anciano que había estado cerca de Ogen, se acercó a él con determinación, le dijo unas palabras que Narissa no logró escuchar, luego, se dieron la mano y se abrazaron, como hermanos. Después eso, la gente empezó a vitorear al abuelo de la muchacha.

Narissa, estaba en la parte media del anfiteatro del planetario, y se sentía orgullosa, de que su abuelo, fuese un hombre íntegro y preocupado por su gente.

Coronas ☆ RumoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora