Los zapatos deportivos, ayudan al paso fuerte del trote que hace Ana Hudson en un cercano parque de la ciudad, una vestimenta totalmente deportiva acompaña el resto del look de la chica. En su recorrido por distintas áreas de aquel lugar, Ana suda en abundancia, unos pasos más adelante, se detiene.
- Mucho tiempo y suponía que iba a terminar así. Pero en cierta forma me alegra poder regresar. Dejé cuentas pendientes - se coloca ahora la capucha y continúa el trote.
Mas tarde en su habitación, Ana ya metida en su cama, lee un libro de características interesantes. El sonido de un gato a las afueras de la casa, la hace detener la lectura.
- ¿Cómo analizo éste bendito escrito, si ese gato me perturba?
Suena su teléfono celular. Contestó sin demora.
- Aló, ¿quién es? - el silencio se apoderó de la comunicación, Ana insistió - ¿Por qué llaman si no van a contestar?
- Soy tú madre.
Ana confundida, pero sin mostrar ni un segundo su miedo, expuso.
- Mi madre murió hace rato ya, y según la sociedad, fui yo quien la mató.
- Eres una estúpida Ana, soy yo.
- Lo sé ridícula, tengo tú número registrado.
- Oye, ¿Jimmy no te ha llamado?
Ana hizo un gesto de curiosidad.
- La verdad es que no. Voy a comunicarme con él. Es necesario que hablemos, se supone que teníamos que reunirnos hoy... quizás lo olvidó. Lo llamo y te escribo.
Ana corto la comunicación, y se dispuso a marcar el número de Jimmy. El tono del móvil se dejó escuchar unas cuatro veces.
- Aló, ¿Ana? ¿Cómo estas?
- Jimmy, quedamos de vernos hoy, ¿dónde se supone que estabas metido?
- Sí, sucede que tuve una complicación, pero ahora mismo salgo al sitio acordado, y allá te cuento mejor. Algo muy raro me pasó.
Ambos dieron por finalizada la conversación.
Más tarde, pasados cuarenta y cinco minutos, Ana se va acercando al lugar de encuentro, divisa a corta distancia a un joven sentado en una banqueta del parque. A su llegada hasta donde estaba el joven, logra divisar al monaguillo del cura Martel. El joven Gary Steel. Ana se le acercó y expuso.
- Hola Jimmy, pensé que no vendrías.
El joven levantó la cara, Ana dio dos pasos atrás al ver aquella cara conocida, o por lo menos lo poco que se podía observar de aquel rostro.
-¿Ana? ¿Ana Hudson?- Observó al Cura Martel, lo que la impresionó.
- Mamá y yo vamos a reconciliarnos.
Logró divisar a su padre, incluso su pensamiento hizo de las suyas al recordar como Ana arreglaba su corbata antes de salir al trabajo cada mañana.
- Hola, mi nombre es Jesse, tengo quince años. Algo me pasó.
Divisó la cara de una niña de quince años con un vestido maltratado y a ella con el rostro en agonía, pidiendo auxilio ante lo atroz.
Ana no soportó más, en su desespero, exclamó una señal de auxilio.
- ¡Señor ayudame!
- ¿Por cuántas monedas?
Estaba allí, parado frente a ella. Ana no podía creerlo, sospechaba que algo así estaría por pasar, pero no sabía que tan pronto sería.
- Tú.- dijo Ana, abriendo los ojos con sorpresa. Con miedo Ana señaló al extraño.
- Bienvenida de nuevo Ana... siempre Ana- expuso aquella persona.
- No te tengo miedo.
La cara de su madre apareció, posterior la de su padre, luego la cara de Judas.
- Todos son uno solo Ana, todos han traicionado alguna vez. El amor, el cariño, la amistad. Todos han sido hipócritas... vestidos de fieles.
- Dios es mas fuerte que tú.
- Es cierto, no lo dudo. Pero tú, Ana Hudson, no eres más fuerte que yo. Tanto que todo lo que has vivido es producto de mí, en tu imaginación.
Todo se oscureció tal cual luz que se apaga en una oscura habitación. Al aclarar, Ana está acostada en su antigua cama. Su madre ingresa a la habitación.
- Vamos Ana, no entiendo porqué siempre andas retrasada, vas a llegar tarde al colegio.
- Hazle caso a mamá, Anita.
Hudson era una niña de apenas 7 años, observó a aquella persona, al lado de su cama, su madre salió del cuarto, mientras Ana con una sonrisa expuso.
- Algún día mi madre va a verte.
- Pronto la conoceré .
-Eres y siempre serás mi mejor amigo.
-Eres y siempre serás mi mejor amigo.
Expresó Ana de siete años, a su amigo imaginario de siempre.
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JUDAS
Mystery / ThrillerComo si vender a alguien por treinta monedas ya estaba premeditado, como si las razones de él fueran, las venganzas que dejó pendientes antes de colgarse de aquel árbol. Una historia de ficción que deseo compartir con ustedes. es de mi propia autor...