POR TREINTA MONEDAS

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A los 9 años, la pequeña Ana Hudson, jugaba junto a su mejor amiga, una vecina del frente de su casa. Desde pequeñas Ana y Madison encontraban siempre el lado bueno de las cosas, sus inocentes juegos hacían que sus tardes fueran tranquilas y divertidas.

Aquel día, en las solitarias calles de Ciudad de Juárez, en el poblado del paso, amaneció la terrible noticia de los decapitados, una terrible escena que nadie pudo nunca olvidar. Ese día la pequeña Madison no fue a jugar con Ana, ya que sus padres le habían prohibido la salida por los atroces acontecimientos que estaban ocurriendo en El Paso.

Una semana después las pequeñas amigas deciden encontrarse en una calle alterna, a la propia de sus viviendas, con la intención de poder jugar un rato como lo hacían de costumbre, pero en esta ocasión en una vieja casa abandonada. Ana o Anita como era llamada por sus padres y conocidos, saco su muñeca, mientras que Madison hizo lo mismo, sentadas en las extrañas habitaciones de aquella casa y jugando sin la más mínima malicia, Madison entró en Shock, su cabello paso de estar recogido a estar suelto y puesto hacia delante, tapando su rostro. La pequeña Ana, empezó a reírse suponiendo que se trataba de una broma pesada de su amiga.

                  - Madison, que te ocurre, porque estas así?. Ya me estas asustando -

Una persona vestida con una chaqueta gris, tapando su rostro con una capucha, estaba justo detrás de Madison. Ana no pudo moverse del lugar, los nervios congelaron sus músculos, sin embargo su inocencia, aunque con miedo, la hizo decir

                 - Quien eres tú? porque le haces eso a mi amiga?-

                - Treinta monedas busco, solo treinta hasta el final de los tiempos-

Ana saco del bolsillo de su pantalón, cuatro monedas que tenía, extendió su mano para entregárselas al extraño que cubría su rostro

                - Esto es lo único que tengo-

El extraño cerró su mano con las tres monedas que recibió de Ana

               - Veintiséis es tu cuenta final-

Se acercó muy despacio hasta la niña y en su mejilla izquierda dio un beso a la pequeña Ana. Ella cerró sus ojos y posteriormente despertó en su habitación a los veintiséis años.


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