La muerte de mi amor

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Ya han pasado semanas desde la muerte de Michaell. Ana aun no logra comprender porqué todo ocurrió de esa manera. Sentada en la solitaria habitación, no quería comer, su concentración estaba hacia la nada, no reaccionaba, parecía muerta en vida.

Una vecina, de los Hudson llamada Kendra, al enterarse de la muerte inesperada de Michaell, estuvo intentando hablar con Ana, para brindarle apoyo en ese día tan doloroso, sin embargo no fue sino hasta una semana después que Ana decidió recibirla.

El día de la muerte de Michaell, Ana fue interrogada por la policía local, pero las experticias revelaron notablemente que se había tratado de un suicidio. Michaell se había quitado la vida, por una conducta pasional, según se leyó en el informe de uno de los oficiales.

Kendra acompañaba a Ana en su casa, ambas estaban compartiendo un silencio extremadamente misterioso y escalofriante, la habitación se sentía como si la soledad embargaba el lugar para siempre. Mas tarde Kendra decide romper el silencio, muy ajustadamente a la ocasión.

— Deberíamos arreglar un poco este cuarto.

Hudson no hizo ningún movimiento, ni siquiera expresó esperanza de mejorar su actitud, estaba allí, como cualquier rama de árbol  seca por los golpes del verano.

 —Quizás arreglar un poco la cama. — insistió Kendra.

Ana volteo muy despacio la cabeza girando su cuello, hasta lograr verla, evidentemente se trataba de una mujer demacrada, notablemente sufrida, pero a la vez su cara infringía terror.

— Si tanto te molesta la tranquilidad del cuarto, arreglalo tú. Lo que tengas que hacer hazlo pronto, y si necesitas dinero, allí hay treinta monedas, y créeme el cuarto esta muy desordenado, pero no fui yo, fue él.

Hudson había vuelto su cara al estado original en la que estaba, y pasando sus dedos por el suelo relató.

—Han pasado 26 años y un poco más, y él nunca se ha ido, él siempre ha estado aquí.

— ¿A quién te refieres? —continuó Kendra —. Yo no veo a nadie mas que tu y yo, aquí en esta casa. ¿Alguien mas vive aquí? 

Ana una vez más repitió el movimiento con su cabeza hasta mirar detenidamente a Kendra, al observarla, Judas estaba sentado a su lado, pero Kendra no logro mirarlo.

Los ojos de Ana Hudson estaban fijos hacia aquel que se postraba como sombra al lado de la inocente Kendra, sin hacerse notar.

JUDASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora