Diciembre de 1702; la tripulación de "The Legacy" se encontraba en la isla Tortuga, desde hacía varias semanas. Los hombres se la pasaban, casi todos los días en la taberna, en tanto, Jack, por primera vez en su vida, se había hecho amigo de niños, aunque, ninguno de estos pasara su edad. Y desde que llegó, al menos que tuviera algo que hacer o cumplir una orden, los pequeños, hijos bastardos de bucaneros y mujerzuelas, le perseguían cual polluelos y él parecía disfrutarlo.
Nadie comprendía cómo no se cansaba de cargarlos en su espalda o de correrlos por la orilla o de que se le treparan cual monos riendo y gritando. A veces, Jack se tiraba de espaldas en la arena fingiendo morir y los mocosos se divertían tratando de que se despertara o se levantara y, cuando menos lo aguardaban, Jack los sorprendía atrapándolos o incorporándose con sonidos de terror.
Erick continuaba desconfiando de la virilidad del grumete y esto profundizaba sus dudas y, aunque, era el único que lo expresaba abiertamente al capitán, no era el único que compartía dicho pensamiento. Blaze, por su parte, lo defendía con cierta imparcialidad a pesar de que, por momentos, él mismo veía actitudes un tanto extrañas para un muchachito, mas, tampoco olvidaba que era de noble cuna y esperaba que solo se debiera a ello. Joey y Paul pensaban que era normal que todavía jugara porque, a decir verdad, para esos niños, Jack era como el hermano mayor que todo pequeño soñaba tener, desenfadado y protector. Y sin ir más lejos, él todavía era un niño.
—¡Jack! ¡Jack, a mí! —gritaba un niño.
—¡No, me toca a mí!
—¡Cárgame de nuevo, Jack!
—¿Ustedes quieren hacerme enojar? —amenazó al grupo de pequeños con los brazos en jarra y en un tono estimulante para la diversión.
—¡No! ¡Sí! —respondían pícaramente.
—¿Cómo? —Los miró abriendo exageradamente sus ojos.
—¡Que no! ¡Sí!
—¡Ahora, van a ver! —Los comenzó a perseguir—. ¡Voy a hacer una sopa con todos ustedes!
Los niños corrían con gran bullicio, saltando y esquivando lo que tuvieran en el camino. En la loca carrera, el grumete alcanzó a uno de los más pequeños y lo cargó cual cerdito sobre sus hombros, mientras, continuaba acorralando a los demás. Joey sonrió para sí; gracias al cielo, Jack era una niña fuerte, a pesar de su físico.
—¡Eh, Jack! —Terry lo nombró a lo lejos—. ¡Deja de perder el tiempo, te llama el capitán!
—¡Ahora voy! —respondió deteniéndose—. ¡Y tú puedes irte al diablo! —Terry hizo un ademán despectivo con su brazo y se alejó más. Jack dio un chiflido a los pequeños—. ¡Oigan, chicos; debo ir adonde el capitán! ¡Vuelvan! —Comenzó a andar y, a medida que lo hacía, los niños se le agregaban.
—¿Por qué tu capitán no deja que juegues un poco más? —le cuestionó una niña rubia.
—No es eso, Katie; es que hay muchas cosas por hacer.
—¿Cómo qué?
—Pues, en general, mantener el barco en condiciones.
—¡Jack, bájame! —Se rió el pequeño que todavía tenía encima.
—No, no. Tal vez, el capitán tenga hambre y le llevaré... ¡un puerquito!
—¡Yo no soy un puerquito! —discutía divertido, en tanto, su cazador se dirigía hacia Blaze.
Este estaba sentado afuera de la taberna, en una mesa de madera, junto a algunos de los tripulantes y mujeres, tanto jóvenes como "algo pasadas", según las calificaba el segundo capitán. Bebían ron y comían algo similar a un estofado. Los niños, acostumbrados a la rudeza de la mayoría de los corsarios que arribaban a la isla, se apretujaron más a Jack y actuaron más juiciosos. Janick observó al grumete con sus hermosos ojos, su barba había vuelto a ser la de antes.
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El Legado del Capitán Rooth
RomanceJacqueline Renoir, es una niña que desconoce sus verdaderos orígenes, no conoce a su madre ni siquiera en alguna pintura y se rumorea que su padre no es tal. Criada entre la indiferencia y el odio, de su padre, el Barón Renoir, y de una sociedad de...