Al fin había surgido el alba, un criado partió raudo a caballo rumbo a la mansión Flaubert.
A las dos horas, los criados de Renoir cargaban en el carruaje los baúles de los futuros esposos y, en otro, el ajuar que usarían horas más tarde. La señora Debussy, sin ceremonia alguna, daba detalles de cómo transportar los trajes.
En el cuarto, ya levantados, los novios desayunaban en una pequeña mesa; se cambiarían en el barco. El día anterior habían recibido la noticia de que habían logrado otra victoria; Renoir no sería el padrino, sino que Racine, aunque, para madrina les habían impuesto una vieja conocida del Barón; mas, no lo discutieron porque ya no tenían las mismas fuerzas y... después de todo, no les había ido tan mal.
Más tarde, fueron en dirección a los coches que todavía les aguardaban; antes de subir, Jacqueline, acongojada, dio una última mirada al altillo, ignorando que también estaba siendo observada.
—No te preocupes —François le susurró desviándole la mirada con su mano en el rostro—; te tengo un regalo de bodas, que espero llegue a tiempo. —Besó la mano que sostenía para que ascendiera al carruaje, lo cual ella hizo sin comprender sus palabras. Se sentía tan aturdida... "Espero que, por lo menos, llegue", él pensó viendo a donde la muchacha antes.
Cuando Omer recibió el rollo sin identificación exterior, lo dejó sobre el escritorio de su señor y dio aviso al terminar el desayuno.
—Gracias, Omer. Más tarde lo leeré. Ahora, debemos prepararnos para la boda. —El Marqués se excusó ayudando a su lánguida hermana a ascender al piso superior; le costaba tanto superar la pérdida de su esposo, del cual no sabía nada por más que Claude recorriere toda prisión y magistrado que conociere—. ¿Lèon, seguro que no vendrás?
—Seguro, señor Claude; no deseo ver esa tortura, solo me mortificaría.
—Como quieras. Te quedas a cargo de la casa, ¿bien?
—De acuerdo. Llevaré los archivos, ¿puedo?
—Me harás un gran favor en ocuparte en ello, estamos algo atrasados —el Marqués aseguró.
Lèon se encerró en el estudio y se sentó abriendo el libro de cuentas, no deseaba pensar en el desastre en que había resultado todo. En cuanto la invitación había llegado a las manos del Marqués, fue de inmediato a pedir explicaciones a LaMontagne, quien le comentó cómo había sido la huida de la chica y casi se gana un golpe al tratarlo de tonto; sin embargo, lo notó tan preocupado que prefirió confesarle que ya todo estaba fuera de su alcance. El joven no había dicho a nadie que Jones estaba atrapado junto a los otros tres en lo de Renoir porque sabía que todo lo que conseguiría, sería quedarse sin el Marqués Flaubert; puesto que las fuerzas de confianza que poseía, no eran sino unos bobos uniformados, nada comparado con la mafia de Andrè o el mismo Renoir. Aun así, no podía concentrarse y, curioso, observó el rollo que estaba junto al tintero. Lo tomó y al notar que no decía nada lo abrió; Claude no se enfadaría. Al leer el contenido abrió los ojos sorprendido y, aunque todavía no podía creer quien lo firmaba, no le importó; ahora, sí, existía una esperanza y salió por su caballo.
—¿Señorito Lèon, sucede algo? —Omer le cuestionó.
—¡Sí! —respondió sonriente—. ¡Es un espléndido día! —Se alejó feliz y presto a "Point de Vue".
La comitiva que acompañó a los novios ya estaba en el puerto, ascendiendo a la nave. Todavía faltaban horas en las cuales se terminaría con los detalles. François se vestiría después de supervisar si el barco era tal cual lo habían pedido, en tanto, su futura esposa, era atendida con dedicación y esmero, como a una reina. El Baronet descubrió que los cañones que habían exigido se mantuvieran descargados y sin uso, estaban preparados para abrir fuego en cualquier momento.
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El Legado del Capitán Rooth
RomanceJacqueline Renoir, es una niña que desconoce sus verdaderos orígenes, no conoce a su madre ni siquiera en alguna pintura y se rumorea que su padre no es tal. Criada entre la indiferencia y el odio, de su padre, el Barón Renoir, y de una sociedad de...