Capítulo 16. La Baronne Jacqueline Renoir (Parte 2)

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   Junio había comenzado y la nave se disponía a anclar en un puerto de una isla francesa, la isla de Re; pues, "The Legacy" necesitaba ser reparado y eso llevaría con suerte día y medio, como mínimo, gracias a una buena paga. Por lo que los hombres tendrían que dejar el barco en manos del astillero; antes de eso, el capitán decidió quienes se instalarían en la taberna junto a él; Paul, por ser francés; Erick, el de mayor confianza, y Jack, simplemente porque no permitiría que durmiera a la intemperie a mano de cualquier marinero borracho. De antemano, hizo ir a la muchacha al camarote, dándole a conocer la orden a su amigo que la aguardaba junto a él.

   —¿Me llamó, capitán? —Se asomó al ver que la puerta estaba abierta.

   —Sí, Jack; pasa. —La joven obedeció y se sintió examinada de pies a cabeza por ambos hombres. Miró a uno y a otro y, luego, a sí misma.

   —¿Sucede algo?

   —¡No! ¡No! —respondieron.

   —¿Para qué me buscaba?

   —Bueno, como sabrás tenemos que dejar el barco hasta que lo reparen, lo que significa que tendremos que mezclarnos con la gente de aquí y... Bueno, como tú sabes el idioma, he decidido que me acompañes.

   —¿Acompañarlo? ¿Para hablar con el astillero?

   —No, de eso ya se encargó Paul. Tú... bueno, serás mi voz y mis oídos, ¿bien?

   —De acuerdo.

   —Primero, quisiera que te consigas una chaqueta o algo.

   —¿Una chaqueta? —preguntó extrañada.

   —Sí... —respondió sin saber qué excusa dar.

   —Es para que parezcas más robusto —Jones intercedió—; aquí las personas son algo "prejuiciosas" y agresivas, por lo que mejor cambiar un poco tu apariencia para que no vayan a meterse contigo.

   —¿Pero, de dónde voy a sacar una chaqueta de mi talla?

   —No te preocupes, yo te consigo una. —Erick se retiró veloz y, al instante, Janick se acercó a ella estudiando su faz.

   —Mh... Tendremos que ponerte algo de tizne en el rostro.

   —¿Para qué?

   —Parecerás mayor... Espero.

   —Pruébate esto. —El maestre entró con una chaqueta más grande de la que debiera usar Jack. Cuando ella se la puso, las mangas apenas dejaban ver sus dedos y al inspeccionarse los miró con la cabeza declinada preguntándose si hablaban en serio, pero, al parecer se veían conformes.

   —Abróchala —Janick sugirió y ella obedeció—. Mucho mejor. —Sonrió satisfecho; cuanto menos se viera, mejor.

   —Las piernas, Jack, ensúciatelas —Erick indicó debido a que los pantalones le llegaban a sus rodillas y le alcanzó un recipiente con cenizas y carbonilla. Ella se arremangó como pudo y metió sus manos en el polvo pasándolo luego por sus pantorrillas, esparciéndolo—. ¿Qué dices, Janick?

   —Un poco más.

   —Esto es asqueroso —ella se quejó.

   —Pero, efectivo —el capitán contestó y le quitó el tiesto a su amigo poniendo él su mano en el carbón—. Ahora, veamos... —habló con las negras yemas cerca de la cara de la chica— las cejas... Un poco de barba... —Manchó su barbilla varias veces con suavidad, observando sonriente su trabajo y el esbozo de los labios de la tímida sonrisa de la joven—. Unos bigotes... —Marcó unos mostachos encima de los labios haciendo que Jacqueline riera con suavidad. Erick se sentía totalmente demás, pero, su razón de estar allí era para controlar a ese joven que consideraba como a un hermano y, de tanto en tanto, daba algún que otro resoplido de hastío—. Y ahora, lo esparciremos bien. —Prácticamente comenzó a acariciar la tersa piel, creando un momento demasiado íntimo que fue quebrado por un puntapié del maestre en el talón de Janick, quien dio un insignificante salto sorprendido—. Bueno... listo, Jack. —Trató de corregirse—. Ve con Paul y espéranos allí.

El Legado del Capitán RoothDonde viven las historias. Descúbrelo ahora