—¡Alto! —exclamaron los hombres.
—Soy la Baronesa de Versalles, prometida del Baronet François Racine. ¡Vayan por él, rápido! —ordenó con altivez. Los hombres, aún con cierta duda decidieron que solo uno fuera por el joven Baronet—. ¿Qué tanto me mira? —gritó al que quedó.
—Pues, no parece ser una dama de la nobleza.
—¡Pues, ciertamente, nadie parece noble si lo han tenido secuestrado, pedazo de ignorante! ¡Y más le vale que quite sus ojos de mis piernas o hablaré con el Barón!
—Mil disculpas, Baronesa. —El sujeto se amedrentó e hizo una respetuosa inclinación.
—Así está mejor. Ahora, péguese la vuelta para que pueda descender dignamente del corcel. —"¡Idiota!", pensó cuando le obedeció. Ya en el suelo, acomodó su falda como pudo. Por el camino, se aproximaba el otro soldado y François a toda prisa con su padre y el Barón detrás. Maldijo para sus adentros y aprovechando la distracción dio un golpe al caballo para que se marchara espantado—. Olvídelo; no es mío. Mejor que regrese con su dueño, el pobre no tenía nada que ver.
—¡Oh, mi amor! ¡Mi vida, estás bien! ¡Qué alegría! —François abrió los brazos exageradamente para que ella comprendiera que todavía "se amaban locamente" y ella captó el mensaje yendo a su encuentro corriendo.
—¡François, oh, querido! —Desesperada se refugió en su pecho, en tanto, él la rodeó con sus brazos.
—Tranquila, linda; todo está bien. Ya estás conmigo. —Besó su cabeza con ternura—. Ven, cielo; haré que te preparen un buen baño y descanses. —Atisbó por el rabillo del ojo la atención que Renoir les prestaba y la besó en los labios como aquella vez; claro que antes le guiñó un ojo y frunció sus labios para que captara el siguiente paso y no se sorprendiera—. Después me cuentas todo. —La guió de la cintura hacia la casa.
—¿Está usted bien, Baronesa? —Alain cuestionó.
—Sí, Baronet, gracias.
—¿No vas a saludar a tu padre, querida? —Renoir abrió los brazos con malevolencia.
—Usted bien sabe que no. —Fue cortante y su prometido giró su rostro para ver a su progenitor.
—Padre, por favor, dile al Barón que deje sus ironías para los que frecuentan lugares como los que acostumbra. Ven, linda. Ignóralo. —La acercó más a sí. Al llegar al cuarto, Jacqueline descubrió que todavía estaba su baúl—. No pude enviarlo —François explicó—. Se suponía que te quería de regreso con desesperación y, cuando me enteré de que Renoir había enviado a arrestar a los cuatro piratas, recurrí al plan que ya habíamos trazado —susurró por si acaso.
—Entiendo. ¿En qué prisión están?
—En ninguna, linda; ellos están aquí.
—¿Aquí? —Agrandó sus ojos y sujetó los hombros del joven—. ¿Cómo están? ¿Qué les hicieron?
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El Legado del Capitán Rooth
RomanceJacqueline Renoir, es una niña que desconoce sus verdaderos orígenes, no conoce a su madre ni siquiera en alguna pintura y se rumorea que su padre no es tal. Criada entre la indiferencia y el odio, de su padre, el Barón Renoir, y de una sociedad de...