Capítulo 25. El secuestro. (Parte 1)

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   Fue una tarde de noviembre, en la que Rachel apareció muy seria en la habitación de Jacqueline interrumpiendo su lectura.

   —¡Rachel! —clamó sobresaltada—. ¡Qué sorpresa que me diste! Por un momento, pensé que era Janick y estuve a punto de arrojarte el libro por la cabeza. ¿Sucede algo? —cuestionó preocupada al ver el semblante de la otra joven y abandonó el libro sobre su cama donde estaba sentada.

   —No... —respondió tímida—. Yo... ¿Jacqueline, tú... haces el amor con el capitán, verdad? —A la Baronesa le sorprendió la pregunta, pues, suponía que no lo sabía.

   —S-sí, aunque... no sé si deba llamarlo así.

   —¿Y... alguna vez, tuviste un... retraso?

   —¿Retraso? —inquirió sin entenderle hasta que abrió sus ojos con desmesura—. ¿Rachel, tú...?

   —Quizás, no sea nada... —intentó convencerse con una sonrisa.

   —¿Cuánto hace que tenía que haberte venido?

   —Una... semana.

   —¿Se lo dijiste?

   —¡No! ¡No puedo!

   —¿Cómo que no? ¿Es de él, verdad?

   —¡Claro que sí! Pero... ¿qué si él se enoja? Sabes que no le gustaría ser papá.

   —¿Y qué piensas hacer? ¿Esperar a que se dé cuenta de que estás embarazada? —Se incorporó y tomó las delicadas manos entre las propias, un poco más curtidas—. Rachel, Erick te ama; jamás lo vi así con mujer alguna y estoy segura de que amará a ese niño que está por venir. Solo... tiene miedo, al igual que tú. Yo también sentí miedo, cuando Janick me besó por primera vez; cuando pidió mi mano; cuando tuvimos relaciones; y aquí estoy junto a él. Mira la locura que me llevó a cometer el miedo; y fue una suerte que él me encontrase por mucho menos que amor. Erick no te dejará, Rachel, y... si no te animas a decirle, si quieres, yo lo haré... o puedo pedirle a Janick. No llores. —Le alcanzó un pañuelo que sacó de una cómoda que estaba próxima.

   —Es que... seguro que Annette se enfadará conmigo y ni hablar de mi hermano cuando regrese.

   —Quizás, un poco. —La abrazó con una sonrisa—. A lo sumo lo único que ocurrirá, es que te cases antes de lo planeado por Claude. Mas, te aseguro, que iremos juntas en esa nave rumbo a Las Antillas; ya verás, será divertido. Hasta le he pedido a Janick que divida el camarote o nosotras compartiremos la cama y las comodidades y ellos se quedarán a la intemperie.

   —Gracias, Jacqueline. —Logró reír entre las lágrimas que todavía recorrían sus mejillas—. Mas, igual... no sé cómo anunciárselo.

   —¿Quieres que lo haga por ti? Te prometo no pegarle ni retarlo. —Rachel sonrió.

   —Es que... no sé si sea lo correcto...

   —¡Por favor, Rachel! Erick y yo somos viejos amigos, aunque, no lo parezca. Ven, ve a tu habitación a descansar un poco; verás que todo estará bien.


   Más tarde, después de consultar a Janick cuál era la mejor forma de darle la noticia a Jones, fueron a la alcoba de este para hablarle. Primero, Erick sonrió pensando que era una broma, luego, al ver que los rostros lo observaban a consciencia, empalideció y terminó cayendo de lleno sobre el lecho.

   —Janick... tú dijiste que ser directo con él era la mejor manera; si no vuelve en sí, no es mi culpa.

   —¡Vaya que resultó flojo! —exclamó tomando el rostro de su amigo para reanimarlo con pequeños golpes—. ¡Erick!

El Legado del Capitán RoothDonde viven las historias. Descúbrelo ahora