Capítulo 24. Un día en "The Legacy".

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   Septiembre había quedado atrás con los flamantes diecisiete años de Lèon, cuyo festejo fue sencillo, su plato favorito, lo cual podía llegar a ser muy extenso.

   Para cambiar un poco la rutina de los niños Flaubert y para gusto propio, se organizó una visita a "The Legacy" recayendo el cuidado de la mansión y de la Marquesa, en Paul y Joey.

   —¡Qué hermoso! —Rachel exclamó emocionada desde el velero que los llevaría hasta la nave.

   —¡Es enorme! ¡Tenías razón, Jacqueline! —Maurice acotó.

   —Claro que sí, pero, siéntense ambos. Lèon, toma a Maurice, por favor; yo no puedo con los dos niños.

   —¿Y quién cuidará de esta cabeza hueca? —Señaló con su cabeza a la Marquesa, en tanto, traía a Maurice.

   —Es fácil, mira: ¡Rachel, dijo Jones que si no te sientas, no te raptará jamás! —La chica, de inmediato, obedeció. Lèon y Jacqueline rieron—. ¿Ves?

   —¿Vamos a subir ahí? —Sophie preguntó incrédula.

   —Sí.

   —¿Y cómo vamos a subir?

   —Ya verás; por unas escalerillas... ¿Qué tanto miras a Rachel, Lèon?

   —Es que creo que reventará mis pantalones —suspiró; puesto que él tuvo que prestarle ropa a ambas, aunque, a la Baronesa se le tuvo que ajustar uno de sus viejos trajecitos de color negro, al cual la chica acompañó con su antigua faja roja, su larga cola de caballo y sus... armas. La otra joven tenía más curvas en sus caderas, al revés que Jacqueline. Hasta Sophie llevaba ropa que su hermano ya no utilizaba y su cabello en una trenza; Rachel, en cambio, lo ocultaba todo bajo el tricornio de Erick, sujetándolo con hebillas—. Esta moda tuya comienza a ser perjudicial para mi vestuario. —Jacqueline rió.

   Pronto, los hombres del barco empezaron a extender las escalerillas y atar cabos. Jacqueline se trepó como si hubiera sido ayer la última vez que lo hizo, encargándose de proteger a Sophie, con Janick detrás.

   —¡Vaya! —Lèon clamó—. ¿Hasta allí debo subir?

   —No te hará mal moverte, para variar —Erick indicó—. Y cuida que ese niño no caiga.

   —¡No soy estúpido! —el joven se quejó.

   Cuando llegaron a bordo, la Baronesa notó la tensión entre sus antiguos compañeros y ella, en especial, en el grupo de confianza. ¡Diablos; al final, fue más sencillo el perdón de Blaze que el de la tripulación en sí!

   —Nos "honras" con tu "visita", Jacqueline.

   —Hola, Henry; muchachos.

   —Tu padre te hubiera dado una buena paliza, muchacha.

   —Sí, lo sé, Henry. Mas, supongo que hasta él hubiera entendido que dejar de ser Jack, encontrar nuevamente a Renoir y descubrir mi verdadera identidad, era demasiado. Además... pensé que mi padre solo había jugado con mi madre; ahora, sé que no. Eso, sumado a lo que solía ver...

   —¿Oye, no hay vez que hables sin que nos hagas sentir mal? —Roger protestó.

   —¡Es cierto! ¡Somos piratas, no otra cosa! —Bret lo apoyó. Jacqueline sonrió.

   —Ven aquí, Jacqueline Rooth —el anciano la nombró—. Esto es tuyo, como en los viejos tiempos. —Le entregó un pañuelo rojo para su cabeza.

   —Gracias, Henry. De verdad que los eché de menos... y... olvídense de mis toscas palabras; las de antes y las de ahora, si les molestó.

   —¿Jacqueline, este es el abuelito que cuenta historias?

El Legado del Capitán RoothDonde viven las historias. Descúbrelo ahora