Capítulo 19. Los Flaubert (Parte 2)

57 6 30
                                    

   —¡Al fin llegamos! —Erick Jones exclamó en cuanto la nave fue amarrada al puerto de Bordeaux—. ¡Ah...! —Aspiró—. ¡Desde aquí puedo oler el delicioso vino!

   —¿Es en lo único en que piensas? —indagó un rejuvenecido y divertido Blaze.

   —¿Cómo crees? El resto de mis pensamientos son para las mujeres.

   —Siempre y cuando no anden con un palo en mano —Paul se mofó poniendo una mano sobre su hombro.

   —Ríete lo que quieras. Por lo menos, yo no ando afligido como perro abandonado porque hace más de año y medio no veo a mi ama y hago vida de monje.

   —Bueno; no todo puede ser perfecto, mon ami, pero, este perro sabe lo que recibirá cuando mueva la cola.

   —Ya dejen de arrojarse flores y vamos a la taberna. Tenemos que averiguar dónde vive el Marqués de la tía Annette.

   —¡Bien dicho, capitán! —Terry clamó sonriente.

   —Ve por ella, hijo —Henry lo alentó— porque le guste o no, es hija de un pirata y la prometida de otro. Y ciertamente que Dirk te la hubiera concedido en matrimonio.

   —Es gracioso, porque entre otras cosas, es por eso que se marchó.

   —Mano dura, capitán. Mano dura —aconsejó Bret.


   Dos días después, Blaze dio órdenes de que "The Legacy" permaneciera a una distancia prudencial quedando al mando de James, Henry y Bret, quienes una vez cada tanto, se aproximarían al puerto esperando por algún nuevo mandato.

   En tierra quedarían junto a él, Erick, Paul y Joey, que se hospedarían en una taberna de poca monta llamada "Point de Vue," ubicada a mitad del camino entre el puerto y la población, mas, eso sería recién al día siguiente. Pues, en este otro burdel de puerto, la información había sido generosa con solo pagar algunos cuantos tragos a un par de ebrios. Jacqueline Renoir vivía en la suntuosa casa del Marqués Flaubert y por más que la familia aseguraba que había sido abandonada por los piratas pocos días después de su rapto y rescatada por unas religiosas, nadie les creía. Además, toda Francia estaba al tanto de que su madre también había sido raptada por filibusteros y, luego, devuelta. Así que, la imagen que tenían de la muchacha, era de muy mala lengua y era vista con cierto desdén y sorna por su propia sociedad; y los hombres, en general, esperaban recibir parte de su atención y los que no eran marinos bromeaban con la idea de ser bucaneros. Blaze tuvo que apretar fuertemente su mandíbula y puños para no golpearlos. No podía siquiera considerar a Jacqueline con otro... No; se dijo a sí mismo; ella no se atrevería.


   Jacqueline convenció a Lèon de que la acompañara al burdel, de nada sirvió al joven negarse para que ella desistiera de aquella absurda idea; pero, por último, fue tras ella en otro caballo.

   —Estás loca —susurró a mitad de camino—. Si Claude nos pesca, nos dará un puntapié a ambos.

   —Si tanto te preocupa, vuélvete.

   —¡Por supuesto que no! ¡No voy a dejarte sola en una taberna!

   —Pues, no hay nada que ocurra allí que me sorprenda.

   —Pues, a mí tampoco.

   —Entonces, calla. Debo hablar con Andrè y así lo haré. —Llegaron poco después a "Point de Vue"; Jacqueline había escogido unos pantalones oscuros de Lèon, aunque le quedaban grandes, al igual que el resto de la ropa, pero, le favorecía para esconder las armas que llevaba en el cinto; el cabello atado como "Jack"—. ¿Entonces, me ayudarás? —inquirió al verlo desmontar.

El Legado del Capitán RoothDonde viven las historias. Descúbrelo ahora