Capítulo 10. El Peligroso Festejo

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   Febrero, día de festejo; el capitán cumplía veintiséis años; comerían y beberían como reyes; luego, dormirían hasta el día siguiente y, recién al otro día, partirían rumbo al viejo continente. La relación entre Blaze y Jack había mejorado, a pesar de que Tamara saltara, de tanto en tanto, a la cama del capitán; Jacqueline sabía que había ganado terreno y eso fastidiaba a la ramera, aunque, intentara demostrar indiferencia.

   Jack ingresó a la taberna, ya era de noche; debía acudir por deseos del capitán, compartiría la mesa con sus compañeros de travesía, entre los cuales, había gran algarabía.

   —¡Aquí, Jack! —Roger palmeó un banco entre él y Erick. Al lado de este último, estaba Janick, a la cabecera de la mesa. Jack se aproximó con una sonrisa, dio un pequeño golpe en la espalda de quien le había nombrado.

   —Cuida mi lugar un segundo.

   —¡De acuerdo! —respondió levantando su vaso. El grumete fue junto a Blaze y puso una mano sobre su hombro. Janick giró su cabeza para verle.

   —¡Felicidades, capitán! Espero que se le sumen muchos más.

   —¡Gracias, Jack! Siéntate a mi lado. —Señaló una silla junto a él.

   —¿De verdad? —Jack se contentó y Joey acomodó el asiento donde ella se ubicó.

   —¡Claro! —Le sonrió.

   —¡Lástima que aquí no se pueden conseguir obsequios...!

   —Bueno, eso no importa.

   —¡Tiene razón! Además, de alguna forma, le hice uno por adelantado.

   —¿Ah, sí? ¿Qué? —Se quedó pensativo tratando de hacer memoria. Jack se incorporó de la silla e inclinándose un poco se acercó al oído del capitán teniendo que tomarse con una mano de su hombro, en tanto, con la otra cubrió su cara como si le estuviera confiando un secreto.

   —Su libertad. —Janick lo observó sonriente y agradeció para sus adentros que regresara a su banco—. Ahora, es un hombre diferente; hasta podría jurar que sonríe más a menudo. —Janick no pudo evitar reír con soltura—. ¿Lo ve? —Blaze se lo quedó viendo con profundidad.

   —Mi querido Jack, pensar que estuve tan cerca de darte una buena zurra.

   —No me lo recuerde, capitán, o tendré que insistir con "volver a Francia" —bromeó.

   —No te hubiera dejado, Jack —habló serio. Ella se encogió de hombros.

   —Quizás, yo no me hubiera ido. —Tamara descendió de las escaleras y se dirigió hacia Blaze. Había visto esa aproximación del grumete y no fue de su agrado. ¡Maldito mocoso amujerado! ¡Ya vería quién era ella; ya vería el precio que tendría que pagar por su osadía!

   —Hola, Janick. ¿Te diviertes? —preguntó entre él y Jack. El muchachito la miró rápidamente de reojo y, luego, echó sus ojos hacia arriba con fastidio y burla. Erick le sonrió.

   —Sí, Tamara; gracias.

   —¿No me invitas a sentarme sobre tu falda?

   —Claro. —Se arrastró con su silla para hacerle lugar y que se acomodara sobre los muslos que él palmeaba. Tamara se sentó en su falda echándole los brazos al cuello, sonriendo victoriosa—, ven aquí.

   —¿Cree en los pulpos gigantes, señor Jones? —Jack habló cómplice, tomando una pata de ave con las manos.

   —He visto alguno que otro por ahí y son desagradables.

El Legado del Capitán RoothDonde viven las historias. Descúbrelo ahora