Capítulo 9. La Verdad

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   El año 1705 había comenzado a correr tan aprisa como el cambio de mente de Jack; había reflexionado y mucho, decidiendo que tomaría las riendas de su vida y sería el tierno y dulce Jack con quien a ella le pareciera. Últimamente, andaba fastidiosa consigo misma y su repulsión hacia Tamara iba en aumento, por lo que evitaba ir a la taberna. Seguía siendo eficiente y dedicado, pero, ya nadie lo oía silbar ni lo veía a gusto. Joey estaba preocupado y dispuesto a oír lo que fuera que tuviera que decirle, mas, no había manera de que hablara sobre lo que la perturbaba y, aunque, con él seguía siendo complaciente y dulce, también lo dejaba a un lado. Jugaba con los niños como siempre, aparentemente olvidaba un poco su angustia con ellos, mas, pasaba más tiempo sola que ninguna otra persona en la isla. Paul tampoco había logrado sonsacarle algo; hasta Erick se inquietó y se las ingenió para preguntarle indirectamente, mas, Jack era como un iceberg. No iba tras Henry por nuevas historias, ni de Roger para escuchar su alegre música, pasaba horas, en completa soledad, dibujando trazos en la arena que no indicaban nada; internándose en la vegetación sin ninguna compañía. La única que parecía tener más acceso era Cristine, por lo cual Paul, aunque no fue el único, tuvo la idea de que, quizás, siendo Jack tan joven y encontrando tanta comprensión en su bella Cristine, se había enamorado y no quería causarle problemas, ya que para él esas miradas perdidas y ese aislamiento, solo podían provenir del amor.

   —No seas tonto; Jack nunca se fijaría en mí —Cristine le señaló con la cabeza apoyada sobre su hombro. Estaban en su habitación, acostados en el lecho, bajo una manta. Paul sostenía la mano de la joven en la suya, la examinaba con cariño y, de tanto en tanto, la llevaba a sus labios haciendo que Cristine se acurrucara más a su cuerpo.

   —Está en una edad en la que sería lógico que se fijara en alguien; y es el tipo de muchacho que busca comprensión y afecto. —La miró amorosamente.

   —¿Hablabas de Jack? —insinuó divertida.

   —Claro. ¿De quién más...? —Se detuvo al darse cuenta—. ¡Oye! —Se abalanzó sobre su cuerpo dejándola debajo de él, ella reía—. ¡Voy a darte una zurra, jovencita! ¡Apenas, tienes veintiún años y el tener casi once más que tú, me lo autoriza!

   —¡Uh, qué pánico! —Continuaba riendo—. ¡Creo que me voy a desmayar!

   —Entonces... veré si puedo reanimarte —sugirió ronco besándola con detenimiento, como si cada segundo fuera el último de sus vidas y ella le correspondía como a ningún otro podría hacerlo.


   —¡Oye, Jack! —Terry lo nombró y fue rumbo a él corriendo.

   —¿Qué sucede, Terry?

   —Te estuve buscando por un buen rato. El capitán se pondrá furioso conmigo ahora...

   —¿Otra vez me llama? —protestó molesta—. ¿El basilisco está con él? —se refirió a Tamara.

   —Cuando yo le vi, no. Solo con Erick y no creo que a él le haga gracia su presencia.

   —Está bien, vamos; y no te inquietes, iremos juntos y aceptaré mi retraso, ya que me alejé mucho hoy.

   Entraron a la taberna y, tal cual había asegurado el pelirrojo, la prostituta de Blaze no se encontraba presente; aquel día, no había casi nadie y mucho menos hombres de otras embarcaciones, pues, la mayoría ya habían partido o todavía no habían llegado. Janick estaba con una mirada fulminante; en cuanto Jack y Terry aparecieron por la puerta, observó al mayor de los dos.

   —¿Terry, acaso no puedes ser más presuroso?

   —Es que, capitán...

   —Fue mi culpa. —Jack se entrometió siendo, ahora, el punto de concentración de aquella mirada, la cual no le inquietaba, pues, si se dejaba manejar por Tamara, ¿qué rayos iba a hacerle a ella por hacer lo que se le viniera en gana?—. Me adentré en la isla, no habría podido encontrarme hasta que regresara, capitán.

El Legado del Capitán RoothDonde viven las historias. Descúbrelo ahora