Capítulo 12. La Sospecha

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   Septiembre estaba por dar comienzo al otoño y Blaze intentó ser más flexible con Jack, sin dejar de guardar cierta distancia; y si bien Erick no lo atormentaba con un trabajo sobre otro, no lo perdía de vista y, a veces, llegaba a hacer insinuaciones para poder sonsacarle algún detalle que le diera pistas; pues, Jack lo desconcertaba, era capaz de ser sumiso y recatado y, de repente, se alzaba en pie de guerra con gallardía y fiereza. Como, ahora, durante el abordaje, peleando a la par de Joey y Paul. Por lo poco que podía ver, sin desatender su propia batalla, el grumete prácticamente era una fusión de ambos, le faltaba experiencia, claro; pero, era bastante aterrador ver esa faz tan modosita empuñar un arma sin el menor titubeo por salvar el pellejo.

   Los hombres que atacaban a Jack lo doblaban en estatura y fuerza y, a veces aún más, haciendo parecer que estaba en completa desventaja, mas, terminaba siendo al revés porque el jovencito usaba su pequeñez para escabullirse y atacar; ¡y vaya que buscaba sitios inhóspitos y escalofriantes para cualquier hombre! Joey y Paul le aconsejaron mantenerse cerca, pero, el fragor de la lucha hizo que se abrieran más y Jack comenzó a alejarse...

   Janick, de tanto en tanto, vigilaba al grumete, a pesar de que, quizás, viera su vida simplificada, no deseaba perderlo. Notó que se separó de Joey y el francés, y que su contrincante lo arrimaba más hacia su lado. No iba a poder mucho más con semejante bestia, más le valía acabar con su enemigo de una buena vez, para poder así ayudarle...

   Jack sabía que ese hombre era demasiado fuerte para ella, pero, ahora, las cosas habían mejorado un poco, ahora, le era imperiosa la necesidad de sobrevivir y disfrutar lo poquito que le dieran de afecto y en especial de su... ¿cómo llamarlo? Consideración. Prefería eso al desprecio; se había prometido nunca más intentar una idiotez como aquella. Paul, Joey y Cristine la querían, y Blaze se había preocupado por su desvarío. Sonrió, lo tenía, era algo arriesgado, pero, de irle bien funcionaría; se esmeró en su velocidad atacando una y otra vez, no podía darle oportunidad de que fuera al revés. Cuando lo consideró apropiado, se deslizó por debajo de las piernas de la mole, protegiendo su cuerpo con el sable; no le dio tiempo a reaccionar, pues, en cuanto se puso a sus espaldas, clavó su daga con toda la fuerza que era capaz. El hombre gritó intentando llevar la mano a su herida; en cuestión de segundos, cayó.

   Janick Blaze había quedado atrapado, su distracción le había costado caro, tenía detenido el sable del otro pirata con el propio, mas, había perdido la daga al ver a Jack en peligro; no así su enemigo, quien pensaba clavársela en el rostro.

   —Te recuerdo, muchacho... tú me quitaste mi ojo... —hablaba con profundo odio—. Ahora, irás a ver a tu capitán, sin el tuyo... —Blaze no tenía salida alguna, si pudiera atajarle la mano antes de que llegara a darle...—. ¡Agh...! —El hombre gritó, de repente, y Janick se corrió un poco, aunque, no pudo evitar la daga, sí cambiar la dirección de la misma y, pese al dolor en su hombro, pudo distinguir el asomo de la punta de un arma en el cuerpo de su atacante.

   —¡Gracias, quien quiera que seas! —El contrincante cayó a sus pies.

   —¡De nada! —un sonriente grumete le respondió—. ¡Debe estar más atento, capitán; ya falta poco! —Y se quedó peleando junto a él.

   —¡Descarado! —Sonrió y continuó peleando a su lado.


   Cuando la batalla terminó, Jack miró con repulsión sus armas sosteniéndolas en la mano con las puntas de los dedos.

   —¡Puaj...! ¿Qué se supone que haga con esto?

   —¡Vaya que resultas delicado, luego de hacer una masacre! —Terry se quejó—. Toma la camisa de algún pobre diablo y límpialas.

El Legado del Capitán RoothDonde viven las historias. Descúbrelo ahora