Capítulo 14. Besos, Desvelos y Enojos

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   Octubre de 1706 estaba por consumirse y la herida de Jack había pasado a ser un mero susto de antaño en forma de cicatriz, pero, la fuerza y el vigor no habían sido hurtados del joven cuerpo, haciendo que su salud fuera óptima.

   —¡Mira, Jack! ¡Una caracola! —Un niño vino corriendo, en tanto, el grumete tallaba un trozo de madera.

   —¡Uh...! ¿A ver? —Exageró la expresión dejando su pasatiempo a un lado. Asió lo que el pequeño le ofrecía y lo llevó a su oído.

   —¿Qué escuchas, Jack?

   —Al mar, al viento... Hay un pedacito de océano en cada caracola.

   —¿En serio? —Se emocionó el chiquillo.

   —¿No me crees? Escucha tú mismo. —Le cedió el objeto. El niño estaba alerta al ruido con una mirada expectante.

   —¡Sí, lo oigo! —Se exaltó feliz.

   —¿Has visto? —Ella le sonrió.

   Durante, Blaze y los suyos la estudiaban con respetuoso cariño a unos metros detrás, sentados en una mesa en la galería exterior. Podían hablar con libertad ya que, Paul y Cristine, seguro estaban en su alcoba; Joey, descansando lo suficiente lejos, bajo las palmeras en su hamaca; y las mujeres, a esas horas, preferían descansar para así estar frescas y lozanas por la noche, cuando más se las requería.

   —Apuesto a que sus víctimas nunca creerían tanta ternura. ¿Eh, capitán? —Roger comentó alegre.

   —Sin duda —respondió con satisfacción. Hubo miradas y sonrisas con truhanería cruzándose ante el embeleso de Blaze y algún codazo cómplice queriendo que el pez cayera en el anzuelo.

   —Es una jovencita muy bella, ¿no, capitán? —continuó el mismo hombre que semejaba actuar de vocero.

   —Lo es. —Suspiró.

   —Trabajadora...

   —Mucho.

   —Inteligente, decidida...

   —Ahá.

   —Seguramente será una buena madre y excelente esposa... —comentó "casual" y todos quedaron vigilantes.

   —Lo será —reconoció sin dejar de admirarla, cayendo así, en la trampa; cuando lo notó, sus hombres ya estaban a las risotadas.

   —¡Es un hecho, entonces! —Bret señaló.

   —¡Felicidades! —Erick elevó su vaso.

   —¿Hasta cuándo piensan seguir con eso? —se quejó el apremiado—. ¿A qué viene tanto interés de que me case o no?

   —Si eres lo suficientemente listo —Henry lo señaló—, lo harás. Rooth no lo hizo pensando que era lo mejor y se arrepintió toda su vida.

   —Bueno, pero, si ella lo iba a dejar, lo hubiera hecho de todos modos.

   —¿Dejar? ¡Ja! La joven lo amaba como loca y era capaz de soportar lo que fuera por él. Fue él quien decidió dejarla en brazos de un noble, su prometido y, al poco tiempo, se casaron. ¿Recuerdas aquella canción que solía cantar?

   —Sí. En francés, si no me equivoco.

   —Pues, bien; ella adoraba la música y la escribió para él. A pesar de todo, Dirk se pensó poca cosa para una dama como ella. Así que, piensa muy bien lo que harás. El mejor lugar para una mujer, es junto al hombre que ama, sin importar más nada.

El Legado del Capitán RoothDonde viven las historias. Descúbrelo ahora