Mayo los sorprendió llegando a la isla Tortuga y, de repente, Paul entró como en un estado de pánico.
—¿Qué te pasa, francés? —Jones Lo atisbó.
—¿A mí? —Intentó disimular sus nervios.
—Sí, a ti.
—¡Nada! ¿Qué me va a pasar? —Jones rió por lo bajo.
—¿La abstinencia te pone histérico a medida que nos aproximamos?
—¿Cómo crees? ¡Estoy preocupado! ¿Qué si tuvo el bebé y...? ¡No quiero ni pensarlo! ¿O qué tal si me creyó muerto y...? ¡Lo mato, ni hablar! ¿Y si ya no me quiere? ¿O no cree que cumplí?
—Yo seré tu testigo —ofreció ladino.
—¡No eres de confianza en estas cuestiones! —Erick carcajeó de buena gana—. ¿Por qué no te tiras por la borda?
—Porque tengo a mi mujer aquí, en cubierta, y no en la playa; no estoy desesperado. —Lo miró burlón.
—¡Te digo que no es eso!
—Bueno... —continuó con su posición. La isla ya comenzaba a divisarse y observó por el catalejo—. Parece que todo está en orden... Aunque, todavía no veo a nadie... —Bajó el instrumento y empezó a dar órdenes—. ¡Bajen anclas! ¡Lèon, prepara los botes!
—¿Pog qué siempre yo? —respondió desde la cubierta inferior en un inglés con un persistente acento francés.
—¡Es una orden, muchacho!
—¡Diablos! —acató—. ¡Solo pogque soy el más joven! —Erick se asomó por la baranda del puente para ver a su esposa que miraba maravillada.
—¿Te gusta, pastelito?
—¡Oh, mi sol; me encanta! —Sintió una patadita y sonriente llevó una mano a su estómago—. A nuestro hijo también. —Volvió a ver a su amado.
—¡Sin duda es un niño, pues! —exclamó orgulloso.
—¡Oh, señor Jones, cierre la boca! ¿No tiene que bajar? Entonces, venga y deje de gritar que parece loco —Jacqueline lo reprendió y, en seguida, Erick estuvo junto a ellos. Janick rodeó la cintura de su esposa, pues, al parecer el bebé tenía su temperamento.
—Loco parece tu amigo Paul, debieras verlo; me arrebató el catalejo.
—¡Déjelo en paz! —la joven siguió discutiéndole—. Está preocupado. ¡Paul, ven, "ami," baja en el primer bote con nosotros!
—¿Quién es el capitán aquí? —Blaze apareció por su hombro y Jacqueline lo observó con una sonrisa.
—Yo. —El bebé en su vientre golpeó con fuerza la mano de su padre, cosa que la Condesa advirtió y miró a Blaze—. Y él o ella.
—Bastante malo es discutir contigo, mi sirena, como para sumarse alguien más; ¿dime, qué quedará de mí?
—No exageres. —Lo besó y, después, notó que Paul ya se dirigía a los botes—. Mejor vamos o partirá sin nosotros. Tú debes entenderle.
—Claro que sí. Vamos, Erick.
—¡Mira! ¡Allá se ven unos niños! —Jacqueline clamó—. Me pregunto cómo estará Katie. —Una vez que las jóvenes fueron llevadas en brazos por sus esposos hasta la orilla, ella volvió a hablar—. ¿Tienes miedo de que me moje los pies? —Se burló de los, a veces, excesivos cuidados.
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El Legado del Capitán Rooth
RomanceJacqueline Renoir, es una niña que desconoce sus verdaderos orígenes, no conoce a su madre ni siquiera en alguna pintura y se rumorea que su padre no es tal. Criada entre la indiferencia y el odio, de su padre, el Barón Renoir, y de una sociedad de...