Capítulo 16. La Baronne Jacqueline Renoir (Parte 5)

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   Al despuntar el sol, él se incorporó de la cama y procedió a terminar de vestirse, pues, desde que compartía el lecho con Jacqueline se dejaba puesto los pantalones. Ella se desperezó y rodó al lugar que él había abandonado, para quedárselo viendo, en tanto, él se calzaba las botas. Blaze la atisbó, por un segundo, preguntándose qué rayos querría ahora; luego, regresó a su calzado.

   —Capitán... —llamó en voz baja.

   Él la observó poniéndose la camisa; era la primera vez, que volvía a abrir su boca desde hacía días y todo lo que podía pronunciar era lo que él menos deseaba escuchar, "capitán". La oiría y recién después, decidiría si dirigirle la palabra o no.

   —Yo... quisiera tomar un baño y lavar mi ropa. Pero... no quiero que se me... moleste. Necesito intimidad. —Él sonrió con sorna ajustando la hebilla del cinturón, entre tanto, fue hacia el baúl del cual sacó sus armas.

   —Como guste, "Baronesa" —respondió acomodando el sable en su cinto de espaldas a ella.

   —Gracias, "capitán". —Janick dio un último vistazo a la espalda de la muchacha y se marchó.

   Pasado el mediodía, Blaze apareció junto a Erick y las cubetas de agua que hicieron que Terry llenara. Jacqueline había espiado por la claraboya y, al ver que se acercaban, corrió hacia la cama y se sentó como si estuviera aburrida.

   —¡Hola, Jacqueline! —Jones saludó—. No te emociones demasiado, solo vine a ayudar a Janick a bañarte. ¡Quise decir, a traer agua para bañarte! —se corrigió fingiendo inocencia, en tanto, dejaba los baldes cerca de la mesa.

   —No necesito de su ayuda, señor Jones.

   —¡Ah...! Entonces, tendrás que hacerlo solo, Janick. —Le guiñó un ojo a su amigo con diversión.

   —¡No! —Jacqueline se quejó poniéndose de pie—. ¡Yo sola me basto! —Janick la observó de tal manera, que la hizo sonrojar.

   —Voy por los otros baldes... —Erick salió no queriendo cortar aquel clima.

   —Yo... puedo sola. —Escondió su rostro.

   —Como gustes —acordó serio y Jones volvió a cargar más agua. Jacqueline comenzó a acercar estos a la tina.

   —Bueno... me retiro, Janick; solo quedan dos más afuera y listo. Hasta la vista, Baronesa.

   —Hasta luego, señor Jones —le saludó sin mirar y el maestre se fue, no sin antes, codear a su amigo indicándole que la ayudase a vaciar los recipientes.

   Tras el cierre de la puerta, Blaze tomó una de las cubetas volcando su contenido en la bañadera, cuando fue a tomar el siguiente, dio la casualidad de que ambos optaron por el mismo recipiente tocándose las manos y las miradas se cruzaron. El corazón de Jacqueline parecía querer salirse de su pecho, quitó la mano con lentitud, de pronto, se halló afectada por un dolor en el bajo vientre que adujo a los nervios.

   Él anhelaba besarla, pero, sabía que de hacerlo, no se conformaría y querría mucho más, así que optó por seguir echando el líquido. Cuando terminaron, se marchó, sin decir ni una palabra, ni una mirada. Jacqueline quedó consternada, no entendía por qué aquella mirada que indicaba que la besaría, de repente, se tornó helada.

   Se metió en la bañera con languidez, luego de correr el pasador y tapar los ojos de buey. Hubiese sido agradable que Cristine estuviera a su lado... Miró el vestido y el corsé que había preparado para cambiarse. ¿Valdría la pena? Seguro que no volvería a mirarla, pensaba, en tanto, escurría la camisa y el pantalón que había metido junto con ella. El malestar en el vientre todavía persistía...

El Legado del Capitán RoothDonde viven las historias. Descúbrelo ahora