8: Luz y Equilibrio

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Estoy en automático, tengo miedo de lo incierto, ya no estoy segura de nada y eso me preocupa, no puedo permitirme vacilar en este momento.

Me concentro por un momento en la tela del vestido, negro con incrustaciones de plata y falda de seda. Paseo por la habitación sin saber que hacer o como actuar. Mi corazón está confundido.

¿Es porque estoy en este lugar?

¿Es porque este palacio está lleno de recuerdos?

Un estruendo hace que salte, me giro rápidamente, temblando. Por alguna razón estoy asustada, por alguna razón recuerdo a mi madre, pero mis pies se mueven inmediatamente al ruido. Y mi cabeza se pone alerta.

No hay nada. Ni nadie.

Pero hay un líquido rojo derramado en el piso. Junto con un vaso de plata atravesado por una cuchilla. ¿Una amenaza tal vez?

―¿Alguien está ahí? ―mi voz sale ronca―. ¿Hay alguien?

Miro a mí alrededor de nuevo, ahora mi atención cae en el espejo del ropero. Lleno de vapor. Eso es imposible.

Acero mi mano, para ver si hay humedad o calor como para que tenga ese tipo de humedad. El vidrio esta frio. Hasta que una palma se posiciona sobre la mía. Ahogo un grito. Estoy asustada pero no se qué hacer. La mano es tan, o más nívea que la mía, y veo por qué. Cicatrices recorren toda su mano hasta su muñeca, difícilmente puedo distinguir las líneas de su mano.

―¿Qu-quien eres? ―mi voz no sale.

―Este alerta ―susurra, con voz ronca, como si no hubiera hablado en años―, tú, quien conoces el poder, que posees la amistad y jugaste con el amor. Debes entender que…

Su voz desaparece en un ronquido, y yo no hago más que temblar. Oigo una inhalación y escucho de nuevo su voz.

―Ahora, el poder no lo conseguirás por tu sabiduría, la amistad no se basará en confianza y el amor no entenderá del deseo. Piensa en el control, prueba la seducción, y saborea la decepción.

―El voto de los dioses. ―susurró apegándome más al espejo―. El poder es la seducción, la amistad genera control, y el amor… nacerá de la decepción.

―Probarás del amor y el dolor ―comienza con otro susurro la voz detrás del espejo―. Saborea la dicha y la traición. Pero aléjate del agua y el vino.

Estoy temblando.

―¿Quién eres? ―mi voz esta ronca.

―Si sobrevives a esta noche, te diré lo que vi. El destino ya está aquí. La más fuerte tiniebla se esconde en el más encantador brillo.

Mi vista baja a la perilla del armario, no espero solo la abro, no ha nada detrás, pero tampoco está la madera del ropero. Un callejón de piedra es lo que hay, un pasadizo claramente protegido con una masa de tiniebla.

Oigo mi puerta abrirse, inmediatamente cierro el armario y me pongo en su delante. Perséfone está sonriéndome desde la entrada.

―Es tiempo de irnos.

Asiento lentamente y camino hacia ella.

 ―No me dijeron que Ryan era tan apuesto ―suspira―. Quiero un humano para mí.

Me tenso. Pero no soy yo quien contesta

―No, no lo quieres ―dice Temis acercándose a nosotras―, no puedes tomar su vida tan a la ligera. No son como mascotas, que puedes reemplazar, ellos… son únicos.

Miro a Temis con los ojos abiertos de par en par. Ella solo suspira y niega con la cabeza.

―Ahora entiendo ―dice mirándome a mí―, porque saltaste tras él.

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