2: Despertar

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Eris

Novecientas ochenta y ocho.

Novecientos ochenta y nueve.

Novecientos noventa.

Novecientos noventa y uno.

Novecientos noventa dos.

Novecientos noventa y tres.

Siete, solo siete más y puedo comenzar.

Pero aún así es satisfactorio, el haber apagado todo, me hace inmune al dolor, al sentir, la antigua yo se habría desmoronado, la antigua yo no habría podido tomar tantas almas, no podría haber sobrevivido al dolor de recordar tantas muertes.

No podría haber tomado la última alma.

Ian Von Cohen

¿Cómo decirle a Ryan que su hermano había muerto?

Sonrió internamente, negando con la cabeza.

Ryan había muerto, desaparecido. No tenía sentido preocuparme por ello.

Mire a mí alrededor. El fuego encandece la celda en donde aún me encontraba. Por mi inestabilidad no podía salir libre, mi inestabilidad me hacia peligrosa. Asi que recluida aquí, llame a la sangre almacenada.

Cada una tenía un recuerdo, cada una tenía una memoria. La de Ian tenía a Ryan.

Así que recostada en la litera cierro los ojos y busco la sangre de Ian. Dulce y embriagadora. Y la recapitulo…

Más que todo… para hacerme daño a mí misma.

Y entre las llamas vi un campo, el verde se confundió con el fuego, y el calor del infierno fue engañado por el suave calor de una tarde de verano, Ian intentaba patear una pelota, no podía, no tomaba la altura que era necesaria.

Ryan estaba a su lado. Solo viéndolo. No hablando.

Ian quería esforzarse, quería impresionar a su hermano, podía sentir la admiración, podía inhalarla como un suave perfume en todo mi ser.

Detente. hablo finalmente Ryan.

Ian solo lo miro, no escuchando sus palabras, no dándose por vencido.

Basta… susurró sujetando a Ian por los brazos, deja de patear.

Suéltame.

Estas pateando por mí. No lo hagas.

Ian se queda estático. No responde. Ryan lo suelta.

―¿En verdad quieres practicar esto? ¿No es por obligación?

Ian no contesta, él sabe que comenzó asi en un principio, en un intento de superar a su hermano. Ahora le gusta, porque lo unió más a él.

―Yo quiero…

―Entonces no lo hagas por mí ―corta Ryan.

―No puedo…

―Si puedes.

―No puedo hacer los milagros que tú haces.

Era verdad, se sentía como verdad, era de todo lo que hablaban, estar bajo su sombra era duro. No podía ser tan perfecto. El golpe que le dio Ryan lo tomo de improvisto. Nunca lo habia golpeado.

―Milagro, es otro nombre para el trabajo duro, pequeñejo.

Alguien me está mirando.

Caos Series (#1 - #4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora