4: En lo profundo

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 Tuve un sueño.

Uno donde era feliz, donde Ryan no estaba muerto. Donde no era una diosa.

Comenzó con un “era hace una vez”... mostrándome un pasado diferente, donde no me convertía en la diosa de la discordia, donde no perdía mi familia, donde lo tenía a él. La primera persona que había amada, donde lo tenía todo.

Había un lugar a donde regresar feliz, yo lo llamaba hogar, mi madre y padre esperaban allí, mis hermanos jugaban en paz.  En ese lugar había un lugar donde el sol tocaba la tierra con sus rayos bañándolo todo de un brillo sobrenatural, en ese lugar… corría a un campo de flores, que era donde él me esperaba. Sus ojos azules sonriendo a los míos, su cabello marrón agitándose con el viento, pero el sol se oculto en ese momento, dándole espacio a una estrellada noche, donde los grillos cantaban y las luciérnagas brillaban.

Donde esos ojos azules se convirtieron en el más brillante tono de esmeralda, su cabello se volvió del más hermoso color a oro viejo. Una paz infinita me invadió mientras era rodeada por sus brazos, la felicidad me era dada con el solo roce de sus labios.

Él estaba vivo. Ryan estaba vivo.

Vivíamos en un lugar donde el mundo no confabulaba en contra de nosotros y éramos libres, estábamos vivos. No me despedía de las posibilidades, tenia opciones, podía amar.

ERA COMPLETAMENTE LIBRE.

Y lo ansíe de tantas maneras que trajo lagrimas a mis ojos, por una vez el sentimiento de quererlo todo me inundo, quería vivir, quería amar, quería escoger y sobre todo quería ser libre. No tener que enfrentarme a cualquier cosa que esté en contra mía.

Deseé poder ser invencible, tener el poder para proteger a quienes quería. Sin dejar nada a la suerte.

Pero al igual que un sueño se desvaneció.

Sin razón de mentir.

Sin pretender otra cosa que no sea la realidad.

Él está muerto, y no puedo traerlo de vuelta. No puedo buscar un final inexistente, para algo que ya está anunciado. Una diosa nunca podrá ser feliz, nunca podré ser feliz.

Tal vez en un mundo donde fuéramos invencibles, todos y cada uno de nosotros, humanos, dioses, quien sea no pudiera morir, quizá y solo quizá podríamos disfrutar en algún tiempo esa efímera felicidad.

Pero no era asi. Estaba atrapada en este mundo, y me estaba devolviendo cada golpe que le había dado. Me hizo cuestionar mi razón de ser.

¿Si quiera la conocía?

No sabía nada de esto, no tenia entendimiento de nada en absoluto, creí en un mundo donde todo se me era dado, como enfrentarme a la realidad, como asumir una muerte cuando lo que más quieres es que no sea verdad. A pesar de tener la verdad frente a tus ojos.

De esa manera me desperté, no escondí mis lágrimas, no escondí mis sentimientos, mientras me dejaba inundar por mis emociones.

—Es tiempo de irnos —la voz de Orión fue impasible.

—No tienes que ser tan rudo, ella lo está pasando mal.

Ignoré a ambos, secándome las lagrimas, parándome del suelo y sacudiendo mi vestido ahora manchado por la sangre.

—¿Estás bien? —Helena me susurró levemente, sentí un cosquilleo en mi hombro, supuse que su mano estaba allí en un gesto amable—. ¿Tuviste un mal sueño?

Negué con la cabeza.

—Todo lo contrario. —Helena me miró extrañada, por lo que tuve que explicarme—. Soñé con mi libertad.

Caos Series (#1 - #4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora